Egeo _ El secreto de Poseidón

CAPITULO 44

Siglo XIII
Año 1257

 

Naxos llevaba dando tumbos por la tierra sin ningún sentido. No tenía la oportunidad de enfermar, no tenía la oportunidad de morir. Ahora mismo iba en una barco no tan grande, mirando a su alrededor, estaba harto de seguir tras el yugo de Hades. Había cumplido con todos sus labores, conseguir la mayor cantidad de almas. Y hay estaba el problema. Lo había complacido tanto que ya no quería dejarlo ir. Lo que lo molestaba cada día más.

—¡Me lleva la mierda! ¡TU ROMANO! ¿Quién te crees que eres? –Grito el capitán del barco.

—Cállate hombre, no estoy haciendo nada –le contesto en tono aburrido mirando el océano.

—Eso es exactamente —pudo percibir su gran olor nauseabundo —Todos en este maldito barco trabajan menos tu –lo señalaba mientras los demás hombres interrumpían su trabajo para observar a su capitán.

—Mira tú, yo pensaba exactamente lo mismo hace un momento.

—No creas que puedes jugar conmigo muchacho.

—Antes de que sigas hablando deberías tomar un baño. ¡Apestas!

—Mira Naxos, no creas que puedes jugar conmigo —tomo a Naxos de su camisa y lo acerco a su rostro.

—No estoy jugando anciano –parte de la tripulación rompió en risas escuchando los comentarios de Naxos.

—¡CALLENSE TODOS!

—¡Por favor! Ya deja de hablar sandeces y madura.

—¡Vas a morir romano!

—El que va a morir serás tú –las risas aumentaron en la cubierta del barco —Al escuchar las amenazas de Naxos.

—No me digas Naxos —estiro sus brazos dando una vuelta con diversión —Estamos a mitad del océano romano ¿Asi que me amenazas? ¿Frente a mis hombres?

—No has rendido pleitesía capitán.

—¿A quién? ¿A ti? ¿A tus dioses? Yo no le rindo cuentas a nadie. Yo trabajo para mí. Los dioses deberían bajar su trasero del gran cielo y venir a besarme el culo. Yo no me conformo con menos —Los hombres alrededor del capitán empezaron a silbar.

—Yo que tu… No me tomaba atribuciones que no me competen. A los dioses no les gusta eso —El capitán se acercó de nuevo a Naxos y le susurro.

—Eres un pedazo de carne muchacho y a decir verdad bastante inservible. Podría arrojarte al mar y simplemente libraríamos al mundo de un ser inservible. Asi que decide romano. Trabajaras o le rendirás pleitesía en el más allá a tus dioses.

—Pues yo de ti reconsidero la opción de orarle a los dioses. Deberías hacerlo capitán. Los dioses suelen ser un dolor en el culo y te ahorraría muchos problemas.

—¿Por qué tú lo dices? No me hagas reír romano.

—No soy un bufón.

—Pues vas a ser más que un bufón –se acercó a Naxos, susurrando para que el solamente lo escuchara.

—Es una pena.

—Te voy a cortar la cabeza romano y disfrutare ver rodar tu sangre por la madera. Es más… ni siquiera dejare que limpien la sangre. Será un recordatorio del romano estúpido en mi embarcación.

—Es una buena historia, pero mira los cielos capitán –comento señalando el horizonte. Las nubes empezaban a oscurecerse hasta que finalmente el sol desapareció.

—¿Qué quieres? ¿Qué llore del miedo? ¿Qué les rece a los dioses? ¿Qué quieres? ¿Que los adore? Es una simple tormenta estúpido.

—Me estas preguntando a mi capitán.

—¿Qué quieres decir? No me hagas reír –cogiéndolo de su camisa –te voy a lanzar por la borda, es una mejor idea. Los animales del mar tomaran tu carne y lo destrozaran con gusto. Y estaremos aquí en primera fila viéndote sufrir y agonizar hasta que te hundas completamente y no quede rastro de ti.

—Por más que lo odies, no puedo recibirlo en el infierno –el capitán escucho una voz tras él, soltó a Naxos y volteo a verlo. Era bastante alto. Su piel no estaba quemada por el sol a diferencia de sus hombres. Y su ropa… vestía una toga se notaba que eran telas que solo los emperadores podían llevar —Aunque es una forma muy inusual de disfrutar de la muerte. Podría ser hasta divertido —menciono de manera jocosa.

—¿Y quién demonios es usted? Otro bufón. ¿Por qué no te había visto en mi barco? Ya se… otro maldito polizón.

—De verdad crees que yo estaría en un barco como este con esos olores alrededor de mi todo este tiempo —comento divertido viendo con desdén alrededor suyo.

—Otra mierdecilla.

—Ten mucho cuidado humano. Debes dirigirte a mí con respeto —El capitán soltó una carcajada y todos lo siguieron. Naxos solo los miraba con pena y aburrimiento.

—Y ahora… su gran majestad —dijo inclinándose ante el —ahora que te podemos rezar y orar podemos pedir que se mueran y besen mi culo los dioses —menciono soltando una larga carcajada —¿Qué tengo que hacer? Explicar el porque no creo en ninguna mierda de esa.

—Capitán –Lo llamo Naxos, llamando su atención –tenga cuidado no me dé explicaciones a mí, déselas a él. Finalmente estamos en mares griegos.

—¿Y eso qué?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.