— ¿Qué haces aquí Keelan? —se acercó Xander a él. Se encontraba en el jardín del edén observando el Olimpo.
—Me gusta divisar el mundo desde aquí.
— ¿Y qué esperas encontrar?
—Quisiera saber como voy a vivir o al menos lo imagino.
— ¿Lo imaginas?
—Asi es… esto volverá a ser un mundo correcto, justo lo que hemos soñado por siglos.
—Me parece algo descabellado y aun asi tan perfecto.
—Es nuestro Xander. Y dentro de muy poco asi será —Xander diviso un ave a lo lejos.
— ¿Cómo es que llego hasta aquí esa ave?
—Es un mensaje.
— ¿Un mensaje?
—Es una muy buena manera de comunicarles los avances que hemos tenido cuando no puedo ir.
—Bastante astuto debo decir.
—Muchas gracias —El ave aterrizo en su mano y tomo la pequeña nota.
— ¿Qué dice?
—An i palírroia anevaínei i gi zitokravgázei.
—Si la marea sube la tierra aclama ¿Qué quiere decir?
—Solicitan que baje. Algo tuvo que haber pasado supongo —Un soldado se acercó a ellos.
—Keelan —se detuvo ante el y se inclino —Mi señor Zeus lo solicita.
—Iré en seguida —El kidemónes se alejó de allí y Keelan le susurro a Xander —Ya casi será nuestro turno —comento con molestia alejándose de allí.
—Hora del show —comento con una sonrisa Xander desapareciendo de allí. Keelan se recompuso y entro a la habitación del dios. Recorrió la estancia y se acercó a Zeus quien estaba pensativo en la sala de su habitación.
—Zeus… —Keelan se inclinó ante el dios —Me mandaste a llamar.
—Keelan como va la misión.
—Están rastreando a más semidioses. Han sido muchos siglos y muchos descendientes perdidos.
— ¿Algo más se ha presentado?
—No mi señor —Zeus camino hacia el balcón en su habitación. Allí podía ver a los humanos. En su ambiente —Mi señor ¿Pasa algo? Esta algo distante.
—Estoy agotado Keelan. Creo que este mundo se salió de control.
—Mi señor. Fue una decisión sabia. Los hombres decidieron su destino.
—Lo se hijo —Zeus volteo a verlo —Es bueno tenerte de mi lado.
—Mi señor siempre tendrá mi lealtad —Zeus volteo a verlo y se acercó a él poco a poco.
— ¿Es asi Keelan?
—Claro que si mi señor.
—Añoro los días en que luchábamos codo a codo. Los días en que éramos de verdad dioses.
—Y asi lo era mi señor, pero los tiempos cambian.
—Cambian…
—El hombre no es lo que era. El hombre veneraba al dios. Nos respetaba. Nos temía. ahora el hombre no lleva un rumbo. No tiene un fin. Solamente viven respecto a sus convicciones. ¿Y que hay de nosotros? Ya ni templos hay. Ya no hay nada. —comento con desprecio.
—Nunca lo pensé de esa forma.
— ¿Nunca lo pensó de esa forma? ¡Nunca lo pensó de esa forma! ¡Tenia todo mi señor! —Grito Keelan dándole la espalda —Te respetaba… —Su mano fue directo hacia la espada —por otro lado, es bueno los cambios —antes de que desenvainara la espada una le apunto la garganta.
—Mucho cuidado muchacho. Yo de ti alejo la mano de esa espada —Keelan volteo la mirada a su derecha
—Tú qué sabes… ¿Quién eres? —su rostro no le era familiar.
—Perdóname… no soy muy fanático de estar rodeado de nubes y harenes.
—Suéltame —le demando el guardián.
—Por lo que he visto… no has sido muy honesto Kidemónes.
— ¡Yo le he sido leal a los dioses toda la vida! —Le grito Keelan.
—Y si es asi porque gritas.
— ¡Me… me estas acusando! —le contesto alterado.
—Yo no dije nada soldado.
—Esa es la cualidad de el Keelan —menciono con una sonrisa.
— ¿De que habla mi señor? —pregunto con temor.
—Keelan creí que… —Antes de que terminara Keelan ataco a el hombre con la espada, pero una nueva espada apareció a su izquierda.
—Vaya te estas volviendo lento.
—Hace mucho de esto, pero la espada en la mano no se olvida.
— ¿Quién demonios son? ¡Mi señor ellos son el enemigo!
—No Keelan tu eres el enemigo —susurro Zeus. Una barrera cubrió la habitación. Keelan sintió terror.
—Yo no lo haría kidemónes —le susurro el primer hombre a su derecha. Keelan los intento atacar y quiso huir de allí. Los hombres allí se quedaron viendo divertido como su energía rebotaba en las paredes. Hasta que finalmente se rindió en el piso. Se encontraba respirando con dificultad.
—No lo entiendo.