Egoísmo y cobardía

Cómplice

CHARLOTTE

 

—Ya sabés, me avisás cualquier anormalidad que notés en él —Susurró Raquel.

—Si. Si señora —Contesté.

Era mi primer día de trabajo y ya poseía problemas.

Para empezar. Mi oficina es la sala de espera que solía ser una oficina, pero la convirtieron en sala de espera para las entrevistas —Eso me informó el riquillo —, no es que sea un problema en sí, pero hay demasiada luz por la mañana. El segundo problema, fue que el riquillo también espera que yo cumpla mi trato.

El tercer problema es debido al segundo, y es que... ¿Cómo voy a hacer para cumplir mi palabra a las dos personas?

El cuarto y último, pero no menos importante. Es que esta mañana que fui a hacer café, no había. Por consecuente aún estoy medio atontada.

—Cualquier cosa me escribís. Ya tenés mi numero —La peli negra me volvió a sonreír y caminó hacía el ascensor para después marcharse.

Cerré los ojos y pretendí calmar el dolor de cabeza que estaba a punto de empezar.

—Ven a mi oficina —Ordenó el riquillo por el intercomunicador.

Hice sombra en mis ojos situando mi mano sobre mi frente y me puse de pie.

¿Ya empezará a ejercer su cargo cómo el empleador?

He visto muchas telenovelas, y es muy probable que el primer día el empiece a demostrar su deseo carnal hacía mí.

Si es de ese modo, ¿Debería hacer algo al respecto...?

Tomé un portavaso que se hallaba sobre el escritorio. En el peor de los casos, tendré que usarlo como navaja.

Caminé por el pasillo y antes de entrar a la oficina, llamé a la puerta.

—Disculpe... —Abrí la puerta e ingresé a la oficina. Mi vista quedó perdida en el nuevo objeto en la oficina.

Al fondo de la habitación se hallaba un armario igual de ancho que el cuarto. Llegaba de pared a pared. Y ni hablar del alto.

—¿De qué hablabas con Raquel? —Preguntó. Dirigí mi vista hacía él.

Confuso, enojado, inquieto y con mucho terror. Así lo observé.

—De nada en particular. Me decía que estuviera pendiente a usted. Que le informara si sale o algo así...

Su rostro se apaciguó un poco. Dejó la pluma sobre la mesa y apoyó sus codos sobre el escritorio.

—Claramente no lo vas a hacer —Su voz fue demandante.

Aquí viene mi dilema, sí.

—Imagino que no habrá algún problema si le digo que usted salió...

—Si hay un problema. —Apoyó sus manos sobre el escritorio y llevó su silla hacía atrás. —Tu y yo hicimos un trato.

¿De qué está hablando el animal salvaje?

—¿Disculpe...?

Me hallé confundía. Él y yo no habíamos cruzado palabra alguna desde ayer.

Y las únicas palabras relevantes que logro recordar son:

''¡Por favor no le digas nada a Raquel!''

—Acepté pagarte de más para que te volvieses mi cómplice —Sonrió dándose la vuelta. A paso lento, caminó hacia el fondo de la habitación.

—Yo en ningún mo....

—Te seré sincero, Lavagirl. —Ironizó. No era la primera vez que alguien me llamaba de ese modo. Mi característico cabello de color rojo era muy llamativo, y aunque no lo parezca, es natural. Y de igual modo, el color de cabello de “Lavagirl” era rosa. —Raquel puso su confianza en ti, lo cual no había pasado con nadie. —Abrió el gran armario dejándome a la vista muchos trajes de paño y un par de camisas informarles. —No estoy diciendo que ella crea en ti, pero puede hacerlo. ¡Esto es una mina de oro! —Empezó a desvestir su chaleco y camisa. —Quiero trabajar contigo de par a par, de codo a codo. Como si fuéramos compañeros de toda la vida. Como si fuéramos militares retirados. —Al desvestir su camisa. Noté su espalda. Era una espalda masculina, y pude notar que no era tan delgado. Había marcas de ejercicio. —Quiero que me encubras, que mientas por mí. Que seamos panas —Eligió una camisa negra. —¿Qué dices?, ¿Me ayudar...? —Se dio la vuelta.

—No señor. —Interrumpí.

Sus pectorales y abdomen estaban marcados. Seguramente si fuese una adolescente fan de One Direction, ya estaría con las piernas abiertas.

—¿Que dices? —Habló.

—También soy mujer. Me han engañado y sé lo que se siente. No ayudaré a que eso le suceda a otra persona. —Me excusé.

La verdad era que, me había decidido por Raquel.

¡Cuernos unidos jamás serán vencidos!

—¿No me ayudarás...? —Su voz fue confusa, y al mismo tiempo intimidante.

—No lo creo.

A ver, sé que esto pintaba mal. Estaba consciente de ello, pero, vamos. Tenía un secreto entre labios, si lo dominaba bien, podría ser que hasta llegara aumentar mi sueldo a punta de amenazas.

—Bien. Estás despedida —Empezó a vestir su camisa.

¿Despedida?

—Eh, disculpe. ¿Qué dijo?

—Estás despedida. Despedida estás, ¿Entiendes o no? —Empezó a abotonar su camisa.

¿¡Acaso al pendejo se le olvido lo que sabía!?

—Disculpe… yo sé lo que sucedió el día de ayer... —Pretendí defenderme.

Él, al escuchar mi comentario empezó a caminar hacia donde me encontraba, al lado de la puerta.

Su camisa estaba con un par de botones por abotonar, dejando a la vista sus pectorales que pretendían ocultarse con la tela.

Realmente, parecía un actor mexicano con la camisa de ese modo.

—Sé que lo sabes.

Se detuvo en frente de mí. Cerró la puerta fuertemente y dejó su brazo de ese modo, su mano apoyando a la puerta, mi espalda contra la pared, y el en frente de mí.

Me había arrinconado.

—No es la primera vez que engaño a Raquel, ella lo sabe, me ha visto muchas veces. —Sonrió. Su cabeza se encontraba inclinada para poder observarme.

Apreté mi mano con fuerza y me preparé para usar el portavaso en cualquier momento.

¡Jugador de golf es asesinado por un portavaso!, ya me imagino los titulares de mañana.

—Creo que, la única manera que no le informes a Raquel sobre mí, es que tú seas esa persona que está conmigo. —Empezó a acercar su rostro hacía mí.



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En el texto hay: romance, drama, jefe y secretaria

Editado: 29.03.2021

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