Egoísmo y cobardía

Inesperados sucesos

CHARLOTTE

 

Al ingresar a la cocina, mi mente continuaba pensando acerca de las anteriores palabras. Las cuales, decidí ignorar completamente de un solo grito.

No le había creído que tenía una fundación, por el mismo motivo se vio en la obligación de enseñarme el lugar. No había que correr alrededor de un pensamiento innecesario.

—Espero que las croquetas de pollo te gusten —Comentó la mujer abriendo una bandeja.

¡Dios bendiga este lugar!

—Ayúdame organizando la mesa, por favor. —Solicitó.

—¡Claro! —Tomé un par de platos que ya tenían la comida servida, me di la vuelta y caminé al fondo del cuarto. Dejé los platos sobre la mesa y planché el mantel con mis manos.

Odio que las cosas estén desordenadas, o simplemente arrugadas.

Empecé a acomodar los platos en cada asiento y después fui por los cubiertos. La mujer ya no se hallaba en la cocina y me vi en la obligación de aplaudir su habilidad como ninja. Observé expectante por la puerta, y al no notar a nadie, pude robarme una de las croquetas que restaban en la bandeja.

¡El sabor fue glorioso!, solo le hacía falta salsa rosada.

—¿Robándole la comida a niños sin padres? —Su voz baja causó que diera un pequeño saltito. —Sos una persona adulta que trabaja. Deberías avergonzarte —Sonrió de una manera irónica.

¿En qué momento apareció?

¡Dios!, mi avaricia pudo más que mi pensamiento racional.

—Tengo hambre —Hablé con mi boca llena. —No puedes culparme por sentir hambre.

El rostro de la anguila con patas estaba cansado, respiraba por su boca, lo que hacía que pudiera detallar la figura de sus labios con más precisión. Su peso estaba apoyado al marco de la puerta, su cabello estaba revuelto y su cuello desprendía gotas de sudor.

—¿Y los niños? —Pregunté antes de tragar.

—Lavándose las manos. —Indicó ingresando a la cocina. Me aparté de su trayectoria y él abrió la llave del agua.

—Permítame alcanzarle un v… —Mis palabras fueron calladas por la acción vista. Él pegó su boca a la llave y bebió directamente del grifo.

Que gesto poco elegante para una persona de su estatus.

—Llenará eso de gérmenes. —Opiné. La verdad era que, no pensaba beber agua después de ver esto. Tal vez se me hubiera pegado lo infiel.

Él me observó de reojo mientras continuaba bebiendo.

Desvié mi vista y la dirigí hacia la puerta. Sonreí al ver la acción que mis ojos podían presenciar.

—¡Busca un vaso! —Las palabras de la mujer se alzaron ante todos antes de que lanzara una chancleta, logrando impactar el perfil del riquillo, tanto con exactitud como con fuerza.

¡Que puntería mi señora!, les hizo honra a las mujeres colombianas.

—¡Si quieres tomar agua sin usar un vaso tírate a un rio! —Regañó la mujer.

¡Y que buena idea!, la apoyo.

El riquillo cerró la llave y tomó la chancleta.

—Tenia sed —Informó mientras reía. En su rostro se desplegó una sonrisa alegre, que iluminaba y me daba la sensación de ser sincera. Ocultaba los sentimientos que, creí extinguidos en esta persona. Amor y gratitud. —. Aún seguís con esa puntería milagrosa. —Le lanzó la chancleta a la mujer. Ella la atrapó y la puso de nuevo en su pie.

Tras la espalda de la mujer, aparecieron los insensibles corriendo hacia la mesa.

—Estos niños me hacen practicar. —La mujer empezó a caminar mientras se apoyaba de su bastón.

Observé al riquillo de reojo. Aquella sonrisa seguía en su rostro. Arrugué mis labios y los moví de un lado a otro.

Mentiroso.

—Siéntense. —Ordenó la mujer. Desvié mi mirada y caminé hacia la mesa.

¿Las personas de este tipo, también podían sonreír de una manera tan sincera?

Quizás era buen actor.

Abrí mis ojos y empecé a buscar el plato que tenía más croquetas. Mis pupilas se movían rápidamente, y después de visualizar mi objetivo, tomé asiento.

La anguila con patas se sentó a mi costado.

—Fredrik, ¿puedes dar las gracias —Solicitó la mujer antes de que yo cogiese una croqueta.

Atrasé mi mano rápidamente y la junté con la otra en forma de plegaria.

¡No sabía que hacían este tipo de acciones previas!

—Gracias, Señor, porque, de nuevo, hemos podido alimentarnos con los dones que tú generosamente nos das. Señor, que no haya más hambre en el mundo. Te agradezco, Señor, esta alegría de la mesa: el alimento y la compañía de todos los que me rodean. Bendice siempre este hogar, a esta familia y a quienes no tienen ni hogar ni pan. Amén.

—Amén —Respondimos todos en la mesa.

Sorprendida, tal vez estaba de ese modo. Había sacado muchas conclusiones de esta persona, pero imagino que después de todo, no puedes conocer a alguien en un par de días.

Empecé a comer y a observar todos los rostros en la mesa. A pesar de no tener una familia biológica, o tener necesidades personales. Los niños estaban con una sonrisa en su boca mientras comían. Dirigí mis pupilas hacia un costado y observé a la anguila con patas.

Fue la primera vez en dos días que lo vi de ese modo. Con una sonrisa en su rostro sin la necesidad de observar lascivamente a una mujer. Con su cabeza baja y enfocada en su comida.

Me repetí que solo era buen actor.

 

[…]

 

Al terminar de comer, el riquillo se ofreció a lavar los platos junto a los niños. Yo, mientras tanto, lo esperé en la puerta junto con la mujer. Cruzando un par de palabras, nada relevante. Preguntando acerca de mi trabajo, yo preguntándole acerca de la responsabilidad de tener tantos niños a su cuidado.

El día se había oscurecido un poco, las nubes negras ya ocultaban el sol, y el frio característico de la ciudad se hacía más notable.

—Lamento haberlas hecho esperar —Habló el riquillo al llegar. Todos los niños se hallaban a sus costados.



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En el texto hay: romance, drama, jefe y secretaria

Editado: 29.03.2021

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