Egoísmo y cobardía

En una noche sin luna, los insectos se sienten atraídos por la luz

CHARLOTTE

 

El lugar estaba lejos, sin duda. No sabía hacia donde me dirigía, pero el taxista me había dicho que la ubicación era un parque ecológico.

Parque… ecológico. No se me ocurrió alguna idea de que podríamos llevar a cabo en ese lugar. De hecho, sí, pero nada que yo llevaría a cabo con ese hombre.

Al estacionarse el auto. Lo hizo en la avenida, a un lado de una estructura arquitectónica de cuatro torres en forma de rectángulo. Las dos del medio más grandes que las dos que estaban a cada lado de ellas.

En frente de ellas, visualicé un cuerpo alto y delgado. Era la anguila con patas. Desvié mi mirada hacia el conductor.

—Señorita, esta es la ubicación. —El hombre apagó el auto y me miró a través del espejo retrovisor. Con una satisfacción indescriptible pronunció el valor de la tarifa.

—¡¿Qué!? —Me mostré incrédula. —. ¿Acaso me ha traído a las playas de Cancún?

—Estuve conduciendo por más de una hora, señorita. —Se defendió.

Estuve consciente de eso, pero de igual manera, continué pensando que era un valor absurdo. Con razón toda la ciudad se había estado cambiando a Uber.

Mientras más me negaba a pagar, mi atención fue llamada por algunos golpes a la ventana. Dirigí mi mirada hacia la derecha y visualicé al riquillo. Con su cuerpo inclinado mientras impregnaba una sonrisa en todo el cristal.

Bajé la ventana y él me saludó.

—Qué bueno que llegas —Sonrió. —. Bájate.

—No hasta que me cancele la tarifa. —El taxista aseguró el auto. La anguila con patas dirigió su mirada hacia él de forma intimidante.

—Tiene que escuchar esto… —Hablé. Él dirigió su atención hacia mí y le conté el precio de la tarifa.

—¿¡Acaso vino con concierto de Juanes incluido!? —Se sorprendió. Su comentario me causo un poco de gracia.

—Eso marca el taxímetro, jefe. —Señaló el hombre.

Era más que evidente que nos estaba estafando.

—Bien, da igual. Solo es dinero. —El riquillo se resignó y sacó su billetera. —. Gracias por traerla a salvo —Le pasó más de lo acordado. El hombre sonrió y le quitó el seguro al auto. —. Quédese con el cambio. Ven Charlotte, se nos hace tarde. —Abrió la puerta antes de que yo pudiera discutir.

¡Con ese dinero hubiera podido comer todo ese mes!

—Espero que puedas comprarte una nueva nariz con todo eso. —Peleó la anguila con patas antes de cerrar la puerta.

El hombre pareció no importarle el comentario, pues era verdad que se había hecho el mes con nosotros. El auto se puso en marcha y se alejó de nuestra posición. Yo dirigí mi mirada al perfil sonriente del riquillo.

—¿Qué le causa gracia? —Discutí. —. Le acaban de robar y usted sonríe. ¿También es así cuando le ponen los cuernos?

—Nadie me ha robado —Aclaró dirigiendo su atención hacia mí. —. ¿Sos tan ingenua que no puedes imaginar que pasa por mi mente?

—¿A qué se refiere? —Me preocupé.

—Le he pagado con billetes falsos, Charlotte —Reveló él sin algún tipo de remordimiento. —. Siempre llevo conmigo un par.

A ver, primero me sentí bien porque, vamos, el hombre nos quería estafar.

Pero eso no quiso decir que no supiera que estaba mal.

—No me veas así —Se encogió de hombros. —. Le pagué lo justo. No todos los billetes eran falsos.

Sentí mis penas alivianarse un poco. Solo un poco.

—Ven conmigo —Me tomó por el brazo un poco más arriba de la muñeca.

El lugar estaba iluminado por los alumbrados en los postes y frente a nosotros, una gran reja hecha con barrotes de hierro se hizo presente. Frente a la reja, dos hombres con uniforme de vigilante nos observaron.

—Ya puedes abrir. —Decretó la anguila con patas.

Los dos hombres le sonrieron. El riquillo continuaba sin soltarme del brazo y pasado unos segundos, la puerta empezó a abrirse hacia los costados.

Los arboles altos que estaban separados del sendero de concreto se hicieron más visibles, sus ramas y hojas eran iluminadas por la sutil luz de la luna.

Era algo extraño lo que sucedía, me sentí a punto de ingresar a un ritual.

A ver, ¿Dónde estaba la cabra?

—Ingresemo…

Me solté de su agarre impidiendo que me arrastrara. Él se dio la vuelta y me observó confundido.

—¿Qué ocurre?

—Eso le pregunto yo —Lo observé fijamente. —. ¿Qué es esto?, ¿Qué va a hacer?

Él sonrió.

—Nada —Pronunció con confianza. —. Ya sé cómo funciona esto. Primero te muestras firme, me rechazas y te vas —Continuó sonriente. —. No puedo decirte que va a pasar, Charlotte. Tendrás que confiar en mí y averiguarlo por ti sola —Se dio la vuelta y se adentró hacia el sendero. —. Sé que tu curiosidad me apoyará. —Fue lo último que dijo.

Y ciertamente, acertó. Me sorprende que en pocos días ya hubiera descubierto mi punto débil.

Los hombres en frente de mi me observaron con incertidumbre. Esperando por mi más aclamada decisión.

Hice de mis manos puños, cerré mis ojos con fuerza, y en el único movimiento no planeado, pisoteé el concreto con fuerza dejando salir mi ira. Con sentimientos mezclados empecé a seguir el extraño caminar de la anguila con patas hasta cruzar la reja. No me atreví a mencionar palabra alguna, y a mis espaldas segundos más tardes, un sonido peculiar me avisó de que la puerta había sido cerrada.

Ojalá esos golpes en el rostro continúen doliéndole, pensé.

Los minutos trascurrieron y la anguila con patas continuó caminando sin darse la vuelta. Banquetas que dividían al césped del concreto continuaron marcando el camino. El sonido calmante del viento meciendo las hojas llegó hasta lo más profundo de mis sentidos, y mi vista se perdía a los lados ante tanta naturaleza.

Era un lugar bello, e imaginé que no sería lo mismo de día. La luz de la luna resaltaba con peculiaridad el característico verde en varios tonos. El olor a césped también lograba hacerse un lugar ante tanto espectáculo, pero algo que no me esperaba comenzó a destacar ante mis ojos. Pequeñas luces parpadeaban a los costados, en frente y detrás de nosotros. Colores como el amarillo, verde y rojo pálido empezaron a mezclarse entre el ambiente. Volando por encima de nosotros, dándole color al cielo oscuro. Al llevar mi vista al frente, noté que pequeñas cercas empezaron a presentarse ante nosotros dividiendo el camino en varias secciones. El sendero cambió haciéndose un poco más amplio. Un lago se hizo presente llamando mi atención y empecé a observar hacia los costados observando que se dividía entre los dos laterales del sendero.  



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En el texto hay: romance, drama, jefe y secretaria

Editado: 29.03.2021

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