Egoísmo y cobardía

Un ultimo adiós

FREDRIK

 

Los pasillos de la clínica estaban casi desolados, fríos, sin animo. Las enfermeras que me veían correr trataron de detenerme, pero en mi mente solo estaba centrado en encontrar la habitación en donde se llevaría a cabo la cirugía.

Muchas veces me había preguntado el por qué era tratado de esa manera. Alejado de todo contacto con él, sin la oportunidad de haber pasado un solo día a su lado.

¿Ni si quiera me quería informar de algo tan importante?

Al final del pasillo, visualicé a un guardia de seguridad que se preparaba para mi llegada, y encima de su cabeza estaban escritas unas palabras sobre un letrero. Era la sala de espera.

Ralenticé mi paso sintiendo que tras mi arribaban más hombres intentando detenerme.

—Tengo que pasar… del otro lado está mi padre. —Pronuncié con dificultad por mi falta de aire.

—Tiene que presentarse en la recepción como todos, señor. —El hombre instaló una de sus manos sobre mi pecho para impedirme el paso. Era bajo de estatura, pero robusto.

—No, no… no lo entiendes. Ya va a entrar a cir…

—Venga con nosotros. —Percibí como intentaron tomarme del brazo. Hice un movimiento tosco y me zafé de su agarre.

—Solo déjenme pasar. —Volví a hablar. Él hombre frente a mí se mantuvo estable.

Intenté pasarlo, pero él devolvió mi cuerpo de un impulso. Atrás de mi me tomaron dos guardias de seguridad por mis brazos y empezaron a halarme hacia atrás.

—¡Déjenme seguir! —Opuse resistencia. pretendí ir adelante, pero sus fuerzas sumadas eran mayores que la mía.

Detrás del hombre en frente de mí, se abrió la puerta. La persona que se mostró ante nosotros fue un rostro conocido para mí. Bastián.

—Caballeros. ¿serían tan amables de permitirle paso?, él joven es el hijo del hombre que esta allá dentro.

Los hombres sujetándome dejaron de ir hacia atrás, sin embargo, no dejaron en libertad mis brazos. El guardia en frente de Bastián se dio la vuelta para observarlo.

—Lo entiendo, señor. Pero tiene que presentarse en la recepción como todos.

—Ya he llamado a informar. Si gusta lo puede comprobar por usted mismo. Pero ahora no les prive minutos a estas dos personas. —Bastián se mostró calmado, sereno.

El hombre en frente de Bastián habló por el radio. Después de un par de segundos más les ordenó a las dos personas que me sujetaban que me soltasen.

—Siga, por favor.

Pasé a su costado sin dirigirle la palabra y crucé la puerta junto a Bastián.

—Siga por el pasillo, joven Fredrik. Su padre ya debió haber ingresado.

—Gracias por haberme avisado, Bastián.

—No me agradezca, debí habérselo dicho antes. Pero no pude imaginar que su padre se operaria justo cuando usted no estuviera… Me alegra que haya tomado la decisión de haber viajado hoy joven Fredrik. Si no fuera por su registro de viajes no me hubiese atrevido a avisarle…

Puse una de mis manos sobre los hombros de Bastián en señal de agradecimiento, y después troté a través del pasillo. La luz ahorrativa le dio un toque opaco al pasadizo. Las paredes de color blanco no me alentaron y el singular olor de los medicamentos me envolvía en una esfera de recuerdos.

Hasta entonces, había creído que mi padre no me importaba, hasta que lo vi a punto de ser dormido por la anestesia.

—¿¡Que hace acá!?, ¡está prohibido el ingreso de los familiares!

La enfermera apartó la máscara de su rostro.

—¡Le solicito que deje el quirófano, por favor!

—Está bien, es mi hijo —Interrumpió. Guardó silencio por un par de segundos observado mi rostro, pareció titubear y volvió hablar—. ¿Podrían darnos un par de minutos?   

El cirujano dudó.

—Estábamos a punto de comenzar… eso no será posi…

—Por favor, podría ser la última vez que lo vea. —Se sinceró. Para mi sorpresa, era la primera vez que lo escuchaba mencionar aquellas palabras.

El cirujano dejó el bisturí sobre la platera de metal y se resignó a no acceder a su petición.

—Aunque sea una intervención complicada no lo dejaré morir —Apartó el tapabocas de su rostro. Y su acento me pareció inusual. Su español era bueno, pero algo me decía que no era nativo. —. Vayamos por un café, yo invito. —Se dirigió al resto del personal.

Las personas accedieron dejándonos solos en el quirófano. Yo permanecí observando a mi padre, quien permaneció observándome de igual manera. Con la postura de su cama un poco alzada y vistiendo la característica bata de hospital.

—¿Qué haces acá?, no recuerdo haberte dicho que podías dejar tus responsabilidades de lado.

—¿Qué haces vos en este lugar?

Él permaneció en silencio.

—¿Por qué operarte cuando yo no estuviera en el país?, ¿Por qué… no decirme nada? —Me alejé un poco de la puerta. —¿Tanto me odias?

—Fredrik, no puedo demandarte que me entiendas. Poseo mis razones para actuar de esta man…

—¿Qué razones? —Interrumpí. —. El cirujano comentó que era una cirugía complicada. ¿Qué… que tienes? —Él permaneció en silencio. —¿¡Cuáles son tus estúpidas razones para dejarme solo!?

Aunque no lo noté en ese entonces, ahora sé que, desde que había corrido a la clínica, empecé a seguir los consejos de Charlotte.

Por más que mi vida hubiera estado llena de su completo rechazo, ni un solo día dejé de pensar que habría de tener sus razones. Algún motivo que lo impulsara a haber actuado de tal manera.

Y que, aunque fuera tratado de una manera tan fuerte, era imposible que su hijo no le importara.

—Un padre hace lo que tiene que hacer. —Comunicó con su rostro inexpresivo, pero con sus ojos cristalinos.

—¿Dónde…? —Guardé mis manos dentro de mis bolsillos. —¿Dónde estabas en mis cumpleaños?, ¿Dónde estabas cuando aprendí a tocar el piano?, ¿Cuándo me embriagué por primera vez?, ¿Dónde…?



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En el texto hay: romance, drama, jefe y secretaria

Editado: 29.03.2021

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