Egoísmo y cobardía

Egoísmo y cobardía

CHARLOTTE

 

A ciencia cierta Bogotá era una ciudad de clima frio, sin embargo, lo de aquel día ya era absurdo.

¿Era yo o el aeropuerto estaba colmado de una intensa frialdad esa vez?

Tal vez todo eso se debió a lo que representaba ese lugar. Personas llegaban y se iban, familiares se despedían y parejas se separaban, en ciertos casos, para siempre.

Desde que llegué fui espectadora de diferentes shows. Primero una niña no quería llevar su maleta. Formó un escándalo inimaginable que, al final, se le compró un helado y se le calló pasándole un teléfono celular. En primer lugar, si yo hubiera sido su madre, ya estaría en el primer vuelo hacía África.

El segundo espectáculo fue cuando registraba mis maletas. A un hombre se le acusó de querer traficar. Los perros detectaron algo en su maleta y de inmediato empezaron a ladrar. Hubo todo un revuelo cuando abrieron su maleta y encontraron polvo blanco. El rostro del hombre demostró cuan asustado estaba, y después de hacer la prueba de cocaína, resultó ser harina para arepas. Hubo todo un caos porque desde un principio, el hombre quería jugarles una broma a los trabajadores del aeropuerto. Lo último que se supo de él fue que su vuelo se retrasó dos días.

Y el ultimo, y menos esperado ocurrió un par de minutos antes de abordar. Fue una de las escenas más conmovedoras y cómicas que pude presenciar. Un adolescente delgado atravesó la seguridad para despedirse de su novia. La cosa es que, cuando se abalanzó sobre la chica, esta resultó ser un hombre de cabello largo con un buen trasero. Uno diría que, ¿Cómo se puede confundir algo así?

Según lo que escuché y recuerdo. El hombre era un actor de teatro, y a último minuto se le presentó un inconveniente que lo hizo viajar de inmediato, por consecuente, no tuvo tiempo en cambiar su ropa.

La explicación les hizo gracia a muchas personas, sobre todo a mi porque al final, la novia del adolescente desesperado ya había abordado.

¿Qué les puedo decir?, soy amante de las comedias trágicas.

Levanté mi vista y observé el letrero que informaba el siguiente avión en partir. Era mi turno de dejar el país e irme a probar suerte en otro lado.

Cada vez que lo pensaba, más me convencía en que había actuado de un modo inmaduro durante mucho tiempo. Al morir mi padre, decidí quedarme en el país mientras mi madre se marchaba. Todo esto por un sueño que ya perdió importancia para mí. Hace un par de años, deseaba, con toda la fuerza de mi corazón, que mi padre me viese nadar en estadios Olímpicos. No fue hasta que murió que supe que aquel sueño había sido implantado por la presión social que ejercían en mí. Toda mi etapa escolar se me conoció por mi destreza al nadar, me decían que concursara en diferentes eventos y que participara en elecciones nacionales. Lo hice, sin embargo, no lo deseaba.

No fue hasta que abandoné todo eso, que supe que aquel no era mi camino. Mi padre murió cuando yo concursaba en las nacionales. Él no poderme despedir de él me marcó de por vida, más que todo porque quería ser aceptada y admirada. Me di cuenta de cuan ridículo era ese pensamiento.

No creo que mi sueño sea ser publicista, ejerzo la profesión porque es algo que se me da fácil y me entretiene, más no me apasiona. Hasta el día de hoy continúa siendo de igual manera. Creo que por eso suelo admirar mucho a los artistas, ellos ya encontraron algo que los motivaba a levantarse todos los días.

En cambio, yo, Charlotte, sólo me motivan las croquetas de pollo sobre la mesa.

Una voz se presentó en el altavoz. Una que nos informaba que mi vuelo ya estaba listo para ser abordado.

Respiré profunda y calmadamente. Aunque aquella última semana fue de locos, supe que extrañaría a Bogotá, a mi país.

Me paré de mi asiento con boleto en mano. Aún seguía pensando que era una locura ir a Irlanda. Me tendría que acostumbrar a un nuevo idioma, nuevas costumbres, nueva comida y nuevas personas. Yo, a la que siempre se le han dado difíciles los cambios. Estaba a punto de lanzarme al precipicio. Digamos que, era un aspecto bueno que podría hacerme mejorar.

—Bien. —Me animé para dar el primer paso. Un par de personas ya estaban pasando por la zona de metales.

Volví a tomar aire, y al dar el primer paso, mi nombre fue pronunciado a lo alto.

—¡Charlotte!

Ay no. No, no, no.

Giré mi cabeza hacia de dónde provenía la voz, la puerta. Ahí intentando pasarla estaba la anguila con patas, forcejeando con la seguridad.

El forcejeo se detuvo para que después Fredrik comenzara a dialogar. No sé qué fue lo que dijo, pero los dos hombres le permitieron el paso después de unos segundos.

¡Ay no!, aquí venia la típica escena del aeropuerto. ¿Qué seguía?, ¿Decirme que no se casará con Raquel por mí?

¡Sí, claro!

Cuan equivocada estaba.

—¿Por qué no me dijiste nada? —Fue lo primero que dijo al llegar. Estacionándose a unos centímetros de mí.

—¿Por qué debería haberlo hecho? —Aunque, al principio intenté pensar en situaciones cómicas, no pude evitar que mi corazón se acelerara.

—¡Porqué! —Sacó las manos de sus bolsillos y guardó silencio. —. Porque no te puedes ir sin despedirte.

—Claro que puedo —Aclaré. —Usted y yo ni amigos somos.

—Volvimos a lo de ''usted''

—Usted debería volver —Pronuncié. —. Ya estaba por abordar.

—¿A dónde te vas?, ¿Por cuánto tiempo?, ¿Volverás?

—¿No le parece estúpido preguntarle eso a alguien que sólo fue su entretenimiento? —Discutí.

Fredrik guardó las manos en sus bolsillos de nuevo.

—Yo no deseaba decirte eso...

—Pero lo dijo —Recordé. —. Pero, ¿sabe?, no es como si me importara. Después de todo ni amigos somos.

—Pareces molesta. —Sonrió.

—Solo estoy decepcionada —Esclarecí. —. Pensé que usted era diferente. Que todo lo que me había dicho Verónica era cierto...



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En el texto hay: romance, drama, jefe y secretaria

Editado: 29.03.2021

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