Egoist [one-shot]

e g o i s t

El ruido ajeno a su alrededor parecía un eco golpeando en su cabeza, podía oír el parloteo de las personas pero muy poco le importaban como para prestarle atención e incluso juraría que en su silencio era capaz de escuchar el tintineo de las tazas lavadas en la cocina de la cafetería.

"Rosy" continuaba siendo su escape, cuando su hogar se convertía en un agujero que le absorbía la imaginación, la cafetería de su hermana se transformaba en su lugar seguro. Y poco estaría decir que prefería pasar toda la tarde de los Jueves en ese lugar, sin duda pagaría cuanto fuera cada cuarto día en la semana con tal de relajarse.

HyeJoo solía sentarse en la mesa final a la izquierda de la entrada, pegada al gran ventanal que le permitía observar la vida monótona de miles desconocidos y de alguna extraña manera, esa era su forma de comenzar un nuevo escrito sobre la desconocida vida de dos personas enamoradas que iban tomados de la mano con sonrisas empalagosa. Ella sonrió ante la imagen en la esquina de frente, con algo calentito en su pecho notando como aquellos seres desconocidos se miraban como si fueran el mundo del otro.

Ah, el amor era así cuando golpeaba.

El amor te hacía creer que ese otro ser iba a ser tu otra mitad, la tan y tonta media naranja que todos buscan, corren ante la ilusión de que tal vez está persona tenga amarrada en su dedito meñique el hilo rojo que les une, ese sentimiento que crece en el alma haciéndote creer que esa otra persona es tu mundo, tu galaxia, tu vía latía. Que el corazón te palpitaba solo por esa persona y nadie más.

Y HyeJoo no culparia al amor cuando se acaba, porque es solo la ilusión que es prendida entre promesas silenciosas como si fuera el foco de luz que faltaba pero que así como llegaba podría acabar. Duraba tal cual una lamparita de luz, su tiempo perfecto. Porque ella creía que cada amor tenía su tiempo, que acababa cuando debía y era el círculo de la vida del amor.

Tan simple que es confuso.

Tal vez ella podría creer en qué hay amores que no acaban ni siquiera después de que las personas mueren, sino que les acompañan en alma hasta posarse en nuevos frascos llamados cuerpos en otra vida y otro tiempo para volver a encontrase; por supuesto que ella podría creer en eso, si no fuera porque le rompieron en el corazón con tanta crueldad. Y no culparia al amor, porque no es su culpa la ilusión, la culpa es de la persona que le prometió en palabras hasta la luna y ahora esa enorme estrella brillante en el cielo por la noche parecía burlarse de ella cuando su departamento está en oscuras, cuando sus orbes oscuros le miran fijamente en la soledad de su pequeña casa recordando como aquella persona le revivió el alma para apagarla tan rápido.

HyeJoo llamaba a esa persona Vanilla, porque su colonia favorita era de aquel aroma y para ella era la cosa más dulce que hubiera saboreado. Vanilla se le había pegado al alma cuando después de meses conociéndose encontró ese peculiar sentimiento desconocido y que no había notado jamás, y HyeJoo no tenía idea cómo reaccionar ante el golpeteo de su corazón al pecho y los nervios a flor de piel, ni tampoco sabía cómo manejar los sonrojos en su mejillas cuando Vanilla le sonreía bonito o sus sonrisas inconscientes cuando lograba hacerle reír de la manera más dulces. Y es que diablos, HyeJoo también cayó tan pronto porque solo tenían cinco meses conociéndose donde le adoro como si fuera un dios en su presencia y mereciera ofrendas, que iba a saber ella que está persona tan sublime era como el hielo congelado en el fondo del refrigerador que cuesta sacar.

Cuando Vanilla le sonreía, ella sentía ser bendecida por el mejor regalo.

Suspiró, con pesadez, recargándose en el respaldo de su silla y volviendo la vista fija al cuaderno abierto en hojas en blanco sobre la mesa, ni siquiera reaccionó cuando alguien se sento en la silla de frente.

— ¿Estás en este radio, Hye? — una suavecita voz canturreo y la sonrisa en el los labios de HyeJoo no tardó en aparecer, levantando la vista a la castaña que le sonreía bonito con sus ojos cerrados y arruguitas a sus lados. — ¿Te traigo otro café? — HyeJoo asintió volviendo su mirada a su libro limpió, escuchando el golpeteo de las manos ajenas en la mesa. — No te sobre esfuerces, las cosas no salen bien de esa manera. Tan solo déjalo fluir, como una pluma..

— SooYoung unnie.. — le llamó en un susurró, ganándose una mirada brillosa de la castaña. — También quiero un pedazo de la tarta de queso.

La sonrisa de SooYoung vaciló poquito pero no retuvo la suave risita; — Supongo que no me escucharas como siempre, al menos puedo decirle a Haseul unni y Jiwoo-ah que lo intente.

HyeJoo observó como SooYoung caminaba a la cocina y suspiró pesadamente una vez más, le era agotador tener tantas personas sobre ella incluso si eran sus mejores amigas con las mejores intenciones pero ella solo quería estar en soledad.

Y no era tan malo porque no había pensamientos depresivos, ya no más. Ya no pensaba en cuanto Vanilla le rompió el corazón cuando le privó de sus sonrisas y sus ojos galácticos, ni tampoco cuando simplemente se alejó sin decir un adiós o una razón aparente; ya no pensaba en eso, al menos no tanta frecuencia.
Sólo pensaba en cómo todo lo sucedido le había paralizado la vida porque cuando volvió a sus cabales dos meses atrás tomar una hoja y un lápiz para escribir lo que sea era imposible, como si hubiera perdido la habilidad de escribir.

Tal vez era porque durante ocho meses se dedicó a escribirle cortos versos a su amada persona pero que jamás logró enseñar. Como ese al cual había buscado entre su cuaderno y que ahora acariciaba cada letra con la yemas de los dedos, la tinta seca del lapicero negro indicaba su paso en el tiempo.

"Tú cabello huele a vainilla, tan dulce y embriagante que a veces me pregunto si duermo a tu lado o en un jardín de vainillas."




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