El Abismo de Vasíliev

Capítulo 01

1

El chico del tren


Una noche de fuerte lluvia acechaba en Madrid, los tenues colores grisáceos del cielo opacaban las calles y a los transeúntes. Tomé la caliente taza de café entre mis manos y la llevé hacia los labios, pude sentir el calor recorrer todo mi cuerpo en cuestión de segundos.


Un suéter de gruesa tela color rojo y una manta de piel falsa cubrían mi cuerpo mientras reposaba sentada en el borde acolchado de la ventana, las trasparentes gotas de lluvia resbalaban por el vidrio haciendo su camino hasta el final del bordillo de la ventana.

Mi celular llevaba más de treinta minutos sonando, apostaba a que era mi padre, pero aún siendo otra persona no tenía el ánimo para contestar una llamada en este momento. Dejé la taza de café en el borde de una mesa y miré hacia las calles, me gustaba observar a las personas que caminaban por las aceras, siempre trataba de leer su rostro e imaginar como supondría que es su vida. Aunque había muy buenos actores encargados de disfrazar su rostro con falsas sonrisas y vestimenta de alto valor para así camuflar sus penas y tristezas. Y ¡vamos! Que yo también era muy buena en hacer eso.

Desde que me mudé a la maravillosa ciudad de Madrid he aprendido a estar sola la mayor parte del tiempo, no tenía a mi padre cerca, no tenía hermanos ni familia en este lugar, mi madre murió cuando yo nací, así que nunca pude saber cómo fue ella, nunca vi una foto suya ni un objeto que fuese de su posesión, cuando estaba pequeña la extrañaba tanto que me imaginaba su rostro en los sueños. Pero luego de un tiempo dejé de soñar con ella, empecé a crecer y aceptar que nunca la conocería.

Cinco años habían pasado desde que me fui de casa, mi padre tiene una empresa bien colocada en Italia. Cuando las personas preguntan en qué trabaja siempre digo que es un empresario muy importante, le fue muy bien con su negocio propio. Pero la verdad no es esa.

Cuando era una niña de unos ocho años empecé a darme cuenta del verdadero negocio de mi padre. No era un dueño de un restaurante, no era un agente de vienes raíces, tampoco era un cirujano muy exitoso, él era un sicario, el mejor de Italia, por no decir que del mundo.

 

No estaba de acuerdo con lo que él hacía, pero ya estaba muy metido en ese oscuro mundo, no había forma de que se alejara de los problemas.

Él se encarga de asesinar a las personas que están interfiriendo en los planes de alguien, ese alguien se puede sustituir por personas de la política, narcotraficantes o simplemente personas con mucho dinero y poder.

Todo eso no lo hace él directamente, tiene hombres trabajando para él, incluso una que otra mujer. Y como toda causa tiene su consecuencia, cuando cumplí dieciséis años estaba celebrando mi cumpleaños junto con mi padre y algunas personas de la familia. En un momento imprevisto la casa fue interceptada por un grupo de hombres lanzando disparos por toda la casa. Aunque nadie salió herido, para las personas que estaban allí ese día yo había muerto de un disparo.

Esa fue la historia que mi padre contó, así les hacía creer que habían acabado con mi vida.

Pero la historia fue otra, me cambié el nombre, me cambié el color de cabello y me fui a vivir a España. Donde nadie tenía idea de quién era yo. Dónde podía salir a las calles sin el miedo de ser asesinada por algún enemigo de mi padre. A estas alturas de mi vida ya era resiliente a mi nueva etapa. Pero seguía estando sola al enfrentarme ante el mundo.

Gregory, mi padre, compró un departamento y lo condicionó para que estuviera cómoda. Le veía muy pocas veces al año. En ocasiones viajaba a Venecia para visitarle. Aunque habían ocasiones que me tenía que devolver hacía España apenas llegando por algún incidente sucedido con él.

Habían cosas sobre él que nunca logré comprender, una de ellas fue el por qué nunca me quiso hablar de mi madre. Pero sabía que habían muchas cosas que me ocultaba y que en algún momento iba a descubrir.

Me puse de pie y avancé hacia la mesa de noche, tomé la cámara en mis manos y me dirigí de nuevo hacia la ventana, la abrí con cuidado y enfoqué el lente en dirección a la última fila de departamentos del edificio del frente y al cielo nuboso. Cuando pensé que la ubicación era perfecta hice aparecer el sonido del disparador.

Mientras colocaba la cámara sobre la misma mesa, una larga y esponjosa cola se paseaba por mis piernas. Miré hacia abajo para ver a mi fiel compañera mirándome a los ojos.

-¿Qué sucede señorita Tiffy? -dije tomándola entre mis brazos mientras mis dedos divagaban sobre su cabeza. Esta comenzó a ronronear desesperada.

Caminé con ella hasta la pequeña zona de cocina que disponía, tomé una bolsa con comida para gato y llené su tazón.

Tiffy era una gatita angora de cinco meses, la encontré en un callejón detrás de un cine una noche que salí a ver una película con Sam, la encontramos dentro de una caja de cartón temblando de frío y con su hermoso pelaje color negro completamente empapado, si bien no tenía mascotas, mi corazón me impidió dejarla allí desamparada, así que la hube traído a casa conmigo esa noche. Ahora se ha vuelto en mi fiel compañera.




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