El Abismo de Vasíliev

Capítulo 02

2

Serpiente azul

Sus palabras me dejaron aturdida. —¿qué tipo de persona se iba a manchar de sangre la ropa tan a menudo?— sopesé para mis adentros.

Lo miré un poco extrañada, a pesar de las palabras que había dicho las esquinas de sus ojos se arrugaron mostrando una leve sonrisa.

—Soy una especie de policía, así que es normal que eso suceda. Puedes quitar esa expresión de susto de tu rostro — dijo mientras arreglaba su camisa.

Una risa nerviosa salió de mis labios, varios recuerdos llegaron a mi mente. Sabía de muchas razones por las que alguien terminaba con sangre en la ropa.

Ajusté mi bolso en los hombros, se me hacía tarde para llegar a la charla.

—Discúlpame por haberte tirado el café encima. Me tengo que ir, llegaré tarde a la charla de tu amigo — Dijo moviendo mis pies hacia el pasillo.

Gabriel murmuró otra disculpa y ajustó los papeles en su mano.

Sentí que aún me estaba mirando, por lo que me giré en su dirección y lo encontré con una sonrisa socarrona en su rostro.

—Por cierto Lena, cuando quieras tomarme una foto con gusto puedo posar para ti sin camisa. Fue un gusto conocerte — dijo con voz ronca antes de salir caminando hacia el pasillo contrario.

Sabía que ya no me estaba mirando, y lo agradecía, ya que podía sentir mis mejillas arder. La peor o mejor parte fue que me lo imaginé sin camisa mostrando los tatuajes que no había podido descifrar.

Seguí el camino hacia el auditorio. Sara estaba recargada en la pared hablando con un chico, que pude reconocer como uno de los compañeros de clases.

Me coloqué frente a ella haciendo que dirija su mirada hacia donde me encontraba.

—¿Por qué demoras te tanto?, estaba a punto de ir a buscarte — curioseó mientras jugaba con su cabello. Claro estaba que le coqueteaba al chico rubio.

—Sucedió que por salir corriendo detrás de ti he tropezado con el chico del metro y tiré el café sobre su camisa. — reproché mientras me iba haciendo un espacio entre los pupitres del salón.

Minutos después la charla dio inicio. El literario Fernando Rojas empezó hablando sobre como comprender los estados de ánimo del protagonista dentro de las palabras reflejadas en diversos libros.

El resto del tiempo me quedé ensimismada en la conversación, cada cierto tiempo levantaba una mano para preguntar algo sobre los escritores.

En algún momento vi mis pensamientos alejarse e ir directo hacia Gabriel Reed y el negro casi abismal de sus ojos . Algo me decía que ese nombre no lo iba a olvidar muy fácilmente.

Cuándo el expositor hubo terminado se quedó aclarando algunas dudas por parte de varios alumnos. Pero para ese entonces yo me encontraba caminando fuera de la sala con Sara pisando mis talones.

Cuando llegamos al final del pasillo principal decidimos pasar hacia la cafeterías a comer algo, ya que a ambas no nos alcanzó el tiempo para desayunar como es debido.

Coloqué mis cosas sobre la mesa y revisé el menú, ya me lo sabía de memoria pero siempre lo revisaba esperando encontrar algo nuevo. Obviamente hoy no era el día. Cuando el mesero se acercó a tomar la orden ambas escogimos una hamburguesa con papas y una limonada.

Estaba revisando algunas cosas en el celular cuando sentí la mirada insistente de Sara. Levanté la vista y me la encontré observándome con una sonrisa macabra en su rostro. Rápido comprendí que era lo que tenía en mente.

—¿Sucede algo Sarita? —dije aparentando confusión. Ella reposó su barbilla en el dorso de sus manos y entrecerró la mirada hacia mi.

—¿Porqué no me cuentas más a fondo qué fue lo que sucedió hoy con el chico que chocaste?—me pregunta observándome de la misma manera.

Ya conozco lo suficiente a Sara para saber que hará un escándalo de lo que sea que tenga que ver conmigo y con un chico. Así que con mucho cuidado le conté lo sucedido.

—Yo que tu le llamaba para agendar esas fotos, al parecer le agradaste de más — chilló mientras me guiñaba un ojo.

—Seguro que lo dijo bromeado. Me hubieras visto, estaba que me desmayaba de la pena, nunca nadie me había visto robándole una foto. Me sentí una acosadora total — farfullé mientras tapaba mi rostro con las manos.

El mesero se acercó interrumpiendo nuestra conversación para dejar la comida sobre la mesa. A lo que Sara y yo pronunciamos un –gracias– al unísono.

El hambre pareció hacer a Sara olvidar la conversación, por lo que no preguntó más acerca de Gabriel. Cosa que agradecí.

Poco después de haber devorado las hamburguesas salimos de la cafetería. Los ventanales de la Universidad nos dejó ver que la tarde estaba a punto de ser consumida por una lluvia voraz.

Me acerqué a tomar un poco de agua del dispensador que estaba frente a las oficinas de los profesores. Cuándo recordé que debía de llamar a mi padre después de que ayer estuve ignorando sus llamadas.




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