El abuelo volvió hambriento

¡Fuego!

Ricardo empezó a sentir una picazón en la nariz, estornudó y enseguida reconoció olor a humo, dejó la novela de lado y como perro siguiendo un rastro, comenzó a esnifar el aire.

—¡Que olor a quemado! —dijo en voz alta.

Seguidamente se incorporó en la cama, se calzó las pantuflas de patito (sabía que eran algo infantiles, pero le encantaban, nunca tenía frío en los pies con esas pantuflas), se acercó a la puerta de su cuarto y comenzó a divisar humo negro proveniente del living, tras una corta carrera se encontró en la puerta del living en segundos. Allí quedó estupefacto observando la escena.

—¿Eh? ¡¿A-abuelo?! —dijo Ricardo incrédulo— ¡¡Pero!! ¡¡¡Fuego!!! —gritó sin saber si estaba más sorprendido por el fuego, o porque ahí mismo delante de él, estaba parado su fallecido abuelo.

—¡Dónde mierda está el botón del porno! —gritó el viejo, sin prestar la menor atención ni al fuego, ni a su perplejo nieto que lo miraba con la boca abierta.

Ricardo cayó en la cuenta de la urgencia que se le presentaba, el sillón estaba casi todo prendido fuego, en cuestión de segundos tomaría la alfombra, las cortinas, los muebles y sería el final de su hermoso decorado (que había elegido cuidadosamente con estilo moderno y en mil quinientas cuotas, de hecho todavía lo estaba pagando). Salió corriendo hacia su cama con intención de traer una frazada e intentar apagar el fuego.

—¡Abuelo! ¡Llame a los bomberos urgente! ¡Marque 911 y avise que nos incendiamos! —gritó a la carrera mientras iba en busca de la frazada.

Ricardo volvió casi instantáneamente y comenzó a apagar el fuego. Intentaba ahogarlo con la frazada aventándola sobre el fuego como si mandara señales de humo a una tribu vecina. Miró de reojo al abuelo y seguía con el control remoto en la mano cambiando canales, indiferente.

—¡¡ABUELO!! ¡Llame a los bomberos por favor! ¡Nos prendemos fuego! —Desesperado le gritó a su abuelo. Mientras seguía atacando el foco de incendio a "frazadazos".

—¡Uff...! Bueno, ahí va che. —Masculló el viejo con desprecio— Igual tu tele de mierda, no tiene porno, ¡ta' que lo parió! —Agarró el teléfono y llamó finalmente.

En minutos se escuchaba ya la sirena de los bomberos que se acercaban, Ricardo casi había apagado todo el fuego, quedaba un solo cuerpo del sillón prendido aún. Afuera chirriaron los frenos del camión autobomba y por la ventana entraban los destellos de las luces de la sirena del camión. Había mucho humo en el ambiente.

—¡Ya casi lo apago abuelo, tranquilo! —Animaba Ricardo a su abuelo.

—Tengo hambre, ¿que tenes pa' comer? —preguntó impasible el viejo.

—Ehh...no sé, ahora vemos en la cocina abuelo —contestó bastante sorprendido Ricardo, mientras apagaba el último resto de llamas de su sillón. La frazada había sido efectiva (algo chamuscada quedó claro, pero sirvió).

—¡¡¡PLUM, PLUM, CRAACK!!! —se escuchó súbitamente, al tiempo que la puerta de calle era totalmente derribada a patadas por un bombero. Cayó la puerta estruendosamente al piso y entró, manguera en mano, un bombero a los gritos.

—¡Tranquilos ciudadanos, los salvaremos! —declaró emocionado el bombero.

—¡NO, no, ya está, ya lo apagué amigo! —aseguró Ricardo, al entusiasmado bombero.

—¡Tranquilo ciudadano, aseguraremos el área! ¡Pepe! Abrí nomás —gritó el bombero a su compañero que estaba al mando del autobomba, inmediatamente saltó un chorro de agua a presión que fue a dar, en primera instancia y con extrema fuerza, a la humanidad atónita de Ricardo. Este voló como ciclista atropellado y fue a dar contra la pared del living, de rebote y por la vibración del golpe en la pared, se le cayó un estante con un adorno tipo "bola de nieve" en la cabeza. Tremendo impacto lo atontó por un segundo.

—¡Ay! —se lamentó Ricardo, mientras un punzante dolor le atravesaba el cerebro.

—¡Siii!, así fueguito, tomaa, te voy a ahogar fuego de mierda, toma... —gemía el bombero, mientras rociaba todo el living de Ricardo, la televisión comenzaba a largar chispas, los muebles encharcados de agua crujían, todo estaba mojado y seguramente inservible ya.

—Pero, ya se apagó amigo. ¿Hacía falta...? —se lamentó Ricardo, cuando se recuperó del golpe mientras observaba su destruido y mojado living. Sin contar la puerta claro que directamente habría que reemplazarla por un trapo o una lona colgante, hoy al menos. La escena era bastante abrumadora. "Cuantas cuotas me quedaban...", pensó Ricardo mientras se le escapaba un lagrimón del ojo derecho. Otro dolor punzante, esta vez le atravesó el pecho repentinamente.

—¡Pepe! Cerrá nomás —gritó el bombero a su compañero de afuera. Ni bien cesó la salida de agua de la manguera, comenzó a enroscarla silbando bajito.



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En el texto hay: demonios, humor negro, accion

Editado: 24.01.2019

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