El Acuerdo

Capítulo 8

Danielle se acerca a la recepcionista, con una enorme sonrisa.

—Buenas tardes señorita, vengo a ver a la señora Dalia Harper.

—Su nombre por favor.

—Danielle Harper —la recepcionista verifica en su computador, levanta el rostro hacia ella.

—Lo siento señorita Harper, usted está en la lista de las personas que no pueden visitarla.

—¿Qué? —los ojos de Danielle brillan por las lágrimas, su padre le había prometido que podría ver a su abuela si se casaba con Lex.

—No puede verla —ella asiente 

—¿Puede entregarle esto? Son artículos que le gustan a la abuela —le enseña la bolsa a la recepcionista.

—Lo siento, no se le puede entregar nada que venga de usted.

—¿Porqué no? Soy su nieta.

—Le pido que se retiré.—Se mueve con el corazón cayéndose a pedazos, necesitaba ver a la abuela, saca su móvil y marca el número de su padre.

—Estoy ocupado Danielle ¿Qué quieres?

—Papá, estoy en el asilo, creo hay una confusión, no me dejan ver a la abuela... —la interrumpe molesto.

—¿Por eso me has llamado? 

—Prometiste que si me casaba con Lex, podría verla —Danielle apreta con fuerza el móvil.

—Cambie de opinión, estoy ocupado Danielle —terminando la llamada.

Las lágrimas ruedan por las mejillas de Danielle, una vez más había confiado en su padre y la había defraudado, camina con la cabeza baja hacia el auto que ha enviado Lex, al subir se acurruca en un rincón, estaba feliz porque vería a su abuela, pero todo ha sido un sueño.

Los dedos del secretario vuelan escribiendo el mensaje a su jefe.

La señora Wells ha salido llorando del asilo, ni cinco minutos estuvo adentro.

Gustavo espera la respuesta de su jefe.

Llévala a casa, quiero informes sobre lo que paso en el asilo.

El guarda su móvil en el interior de su saco y empieza a conducir, no dejaba de mirar a la joven que seguía en el rincón del auto, sus hombros se movían producto del llanto.

Preciona el comando y se abre el portón del elegante edificio donde vivían, al estacionarse, se gira hacia ella.

—Señora Wells, hemos llegado —ella busca un pañuelo de papel en su bolso, se limpia el rostro, al incorporarse se da cuenta que están en el estacionamiento subterráneo del edificio y no en casa de sus padres.

—Creo se ha equivocado, en este momento me dirijo a casa de mis padres.

—Lo siento, son órdenes de su esposo, debo asegurarme que entre al departamento.

Danielle cierra los ojos y se soba la cien, su madre se pondría furiosa si no llegaba.

—Por favor...

—Señora Wells, es mejor no llevarle la contraria al señor Wells.

Danielle baja del auto, rápidamente el secretario toma la bolsa.

—¿Paso algo en su visita? —ella no responde, una lágrima recorre nuevamente su mejilla.

Subieron por el ascensor, al llegar ante la puerta del departamento.

—Señora Wells, no salga de casa.

Ella abre la puerta.

—Gracias Señor Gustavo —él le entrega la bolsa, se despide y rápidamente baja las escaleras para llegar al auto, le informa a su jefe que ella ya está en casa y se dirige hacia el asilo.

****

—Señor Donavan —Clementine Harper le entrega la copa al hombre mayor, este rondaba en los sesenta años, era un hombre con una mirada perspicaz.

—Gracias Señora Harper 

—¿Todo bien con los negocios que deseaba cerrar?

—Por supuesto —da un trago a su bebida, luego saca su reloj de bolsillo —¿Su hija no llega?

Clementine se mueve incómoda en el sillón.

—Algún atraso debe de tener.

Hilario Donovan además de haber llegado a hacer negocios, también llevaba el propósito de buscarle una esposa a su hijo, habían hablado maravillas de la belleza de las señoritas Harper, busco a la familia, pero los padres indicaron que las hijas ya estaban comprometidas, el hombre lo aceptó de buena gana, les dijo que él era chapado a la antigua y creía en las dotes por la novia, los ojos de los padres se abrieron de par en par al escuchar la cantidad, el señor Hilario les mostró una foto de su hijo, por supuesto que no iban a sacrificar a sus dos hijas, pensaron en Danielle, su matrimonio con Lex no les había traído ningún beneficio, la divorciarian y la casarian con el adefesio de Harry Donovan. No dudaron en ofrecerles a Danielle para esposa de su hijo.

—Llamaré a mi hija, disculpe todo el inconveniente —Clementine se levanta del elegante mueble, toma su móvil y se aleja de la sala.

*****

Lex entra a la habitación, Danielle esta recostado echa un ovillo.

—Danielle —ella se sienta en la cama.

—Debes venir cansado, te prepararé la cena.

—¿Porqué has llorado? —ella desvía la mirada hacia sus pies.

—No pude ver a mi abuela, supongo alguna confusión.

Lex no responde, el móvil de Danielle empieza a sonar, el nombre de mamá en la pantalla se hace presente, ella va a contestar, pero él la detiene.

—Ponla en altavoz —Danielle no podía negar que Lex le causaba temor, era un hombre frío, y honestamente no lo conocía bien, no sabia de lo que era capaz.

—¡Danielle ¿Dónde se supone estás?!

—Mamá... estoy en casa...—se escucha el bufido furioso de la mujer al otro lado.

—¡¿Eres una estupida?! ¡Fui clara que a las 6 te quería en cssa!!

—Es mi culpa —la voz fuerte de Lex hizo que Clementine retirará el móvil de su oreja para verificar que llamaba a su hija —Veo que es una cena importante, Danielle y yo llegaremos en media hora.

—¡Tú no estás invitado! —responde furiosa —¡No quiero andar detrás de ti, cuidando mi vajilla de plata!

Danielle mira a Lex, su mandíbula se ha presionado fuerte, un nervio salta en ella.

—Danielle no irá a ninguna cena, señora Harper.

—¡Tú no decides sobre mi hija!

—Es mi esposa y desde que salió de su casa, usted perdió todo derecho sobre ella. No confío en usted y su esposo, si yo no estoy presente en alguna actividad que ustedes hagan, Danielle no irá —extiende su mano y termina la llamada.




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