El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 8

Capítulo 8

Dalia

Siempre me han gustado los cristales. Son tan hermosos y delicados a la vez.

Y cada vez que se me caía uno, decidía comprarme otro. No me gustaba perder el tiempo sabiendo que un cristal roto no volvería a ser lo mismo.

Ahora, soy capaz de colocar semejanzas entre un cristal y una persona.

Pero solo hay una diferencia, entre dos cosas que no son lo mismo después de romperse: "Un cristal roto no puede decidir si seguir adelante o no, en cambio, una persona rota se lo cuestiona, primero, a sí misma".

Ahora, me siento como un cristal roto. Solamente, que sin la necesidad de cuestionarse nada.

Después de una pelea, no soy la misma. Nadie lo es.

Pero después de varias peleas, y luchas mentales gracias a ellas, tampoco soy la misma y estoy más lejos de estar cerca de serlo.

Sin embargo, después de ahora no creo tener más peleas. Hay muchas cosas que no entendía antes, ahora solo se resumen en oraciones:

Ella no mintió cuando dijo que tendría el mismo destino que mi padre y todos a los que amaba.

Me preocupaba tanto por tener a un chico a quien llamar "novio" que decidí ignorar todas las señales (traición de parte de Jack y mi amiga Kat).

Por culpa de mi terquedad de no escuchar y obedecer a mis instintos Jack terminó conmigo, después de comprobar que a quién él quería no era a mí. Si no a Kat. Una de mis amigas.

Una traición jamás se olvida. Y el motivo por el que Kat y yo dejamos de hablarnos, tampoco.

Es el mismo motivo.

Mi mamá decidió hacerle venganza a mi papá. Se fue con el hermano de él (quién es mi tío) y ambos unieron fuerzas para quitarle la empresa y propiedades.

Y después de todo eso, dejó de ser la mujer ejemplar que yo creía tener.

Bruno, era más que el guardaespaldas de papá. Era mi segunda figura paterna cuando él no estaba. Es decir, la mayoría del tiempo.

No merecía morir...

Sophie tampoco.

De papá no estoy segura.

¿Y yo? Soy la única que falta.

—Shh —me susurra.

Shh. Si estás en la biblioteca de tu escuela.

Shh. Si estás en un cine.

Shh. Si se acerca la persona de quién escuchaban rumores.

Shh. Si estás acosando a tu amado no correspondido.

Shh. Si estás dentro de un laberinto en una cueva, huyendo de oficiales que buscan matarte.

Ah no. Eso no se ve todos los días ¿verdad?

Yo lo estoy viendo ahorita.

—¿Qué pasa si uno viene hacia nosotros? —digo en un susurro.

—No lo harán —asegura.

Pero no estoy tan segura.

Los oficiales saben utilizar la inteligencia.

—Hay una luz allá. Iremos en esa dirección, y no olvides su rostro. Será necesario traer refuerzos y empezar la búsqueda —los escucho decir.

—Vamos —me dice, y toma mi mano para rápidamente guiarme a la salida de la cueva.

Observé a los oficiales adentrarse en el camino contrario al que nosotros estábamos.

Después de todo, que John haya lanzado un trozo de tronco con fuego de la fogata que él había hecho anteriormente... y lanzarlo en dirección opuesta a nosotros, fue una muy buena idea.

—Al no dormir en el interior de la cueva —comencé diciendo—, ¿será en la playa?

—No sé.

Lo observo llevarse sus manos a la cabeza, y pasar sus dedos sobre su cabello. Muchas veces.

—Esperaremos. Aquí.

—Entonces, los saludas por mí ¿Ok? —cierta pizca de furia está en su voz.

—No se quedarán aquí, ellos volverán por donde vinieron. Nos esconderemos y esperaremos. Mañana nos iremos antes que ellos vengan.

—Es una estúpida idea. Ni siquiera sabes, si montarán guardia justo aquí —se acerca más, permitiéndome ver su rostro lleno de furia.

Siempre me dio miedo estar cerca de mi papá, cuando él estaba enojado.

El mismo temor me atormenta, ahora.

¿Si me intimida? Sí. Es un desconocido furioso.

Pero no es razón para que él lo sepa, simplemente, hay algunas cosas que es mejor que queden guardadas. En nosotros.

—Al menos lo intento. No me descontrolo y sacó lo peor de mí —dije.

Ahora ese fue mi turno. Camine hacia las rocas que acompañan los extremos de la cueva.

Me siento detrás de una de ellas, y lo único que soy capaz de pensar es mi papa.

Aun muerto, no deja de estar en mi mente. Y mi presente.

La reacción de John... verlo enojado, fue como si estuviera frente a mi padre. Y jamás me gustó sentirme así.

Flexiono mis piernas, las rodeo con mis brazos y hundo mi cabeza en ellas.

Escucho pasos acercarse, levanto mi cabeza para volverme a encontrar su intenso azul evaluándome.

—No tenías que quedarte, sabiendo que es una estúpida idea —le reproché.

—Hago cosas estúpidas, todo el tiempo. No significa que contigo sería la excepción —dice tranquilo. Un poco más tranquilo de lo que estaba antes.

—¿Esa es tu excusa? Te enojas, me gritas, y luego vienes a decirme que haces cosas estúpidas todo el tiempo.

—Si. ¿Y? ¿Qué es lo que quieres que te diga?

Ni yo lo sé.

—Probablemente un "perdón por gritarte, no era mi intención". Pero es eso—

Me detengo al sentir como de un solo impulso su mano está sobre mi boca.

Su mirada tensa, fija y atenta hacia la salida de la cueva.

Sus nervios son claros.

Pero lo cerca que esta me pone muy nerviosa. Nerviosa, no del mismo modo en el que me puso cuando me gritó.

O cuando lo vi por primera vez.

Nerviosa de una manera «similar» en la que solo creí sentirme cuando veía películas románticas.

Está demasiado cerca.

Seguro esa fue la razón por la que alejé su mano de mi boca. Me quedé viendo por unos segundos, y volví mi mirada hacia donde él la tuvo desde un principio.




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