El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 9

Nota de la Autora: Hoy estaría cumpliendo 32 años de edad uno de los mejores DJ's. Revoluciono la música y por hizo de sus fans a los mas felices.

Una leyenda jamás muere. 

◤ AVICCI (1989 - 2018). 

Ahora, disfruten la lectura y música. 

Los quiero mucho,

Ligia M. 

Capítulo 9

Dalia

A lo largo de los años, he aprendido cosas que no se enseñan o se aprenden en el colegio.

Una de ellas, en definitiva representa a John en estos momentos:

«Hay una delgada pero importante línea de diferencia entre querer compañía, y querer a alguien (en específico) como compañía».

Dirijo mi mirada al suelo al notar como la suya está sobre mí. Vuelvo a tomar otro sorbo de mi copa de vino blanco, y me detengo al escucharlo decir:

—No creo que debas lamentarte por haber sobrevivido a ese accidente. Muchas personas, desearían estar en tu lugar ahora —me explica—, dime una razón —se sienta frente a mí, en uno de los bancos—. Dime una razón por la que no quisieras estar aquí, justo ahora.

—Mis pensamientos —dije con mi vista sumergida en la nada.

—Dime al menos uno —volvió a decir.

—Mi papa me cuido por varios años e intentó protegerme—

Fui interrumpida: —Ese no es un pensamiento malo. Es bueno saber que extrañas a un ser querido.

¿Es este John?

Reí, y dije: —Mi papá intentó protegerme, pero jamás lo hizo. Él me protegió ante todo y todos, pero siempre fue el mismo de quien me tenía que proteger. Y ahora que ya no está—

—¿No lo extrañas, verdad?

Meneo la cabeza, —«mujer hermosa» significa mi nombre: Dalia. Pero no extrañar al primer hombre al que le importe, me cuido y me quiso —hago una pausa mientras vuelvo a llenar mi copa con más vino blanco. Probablemente disminuya el riesgo de mis lágrimas deslizarse. Y continuo:

—No extrañarlo, me hace sentir un repugnante monstruo —confesé.

Volví al sofá en donde estaba, deje la botella de vino sobre la mesa y un consumible silencio en la cabaña.

No soy una «mujer hermosa» ni por dentro. Ni por fuera.

Lo que hace recordar, que aquí hay baño.

Deje mi copa sobre la mesa, y camine dirigiéndome al pasillo.

Vi la puerta del fondo, a la derecha. Suele ser donde están los baños.

Gire la manecilla, pero como la buena suerte está de mi lado (noten mi sarcasmo) esta está con llave. Observe las de las demás puertas, todas tienen el mismo diseño de manecilla.

Fui girando una a una, ninguna se pudo abrir.

El llavero. Pensé. Volví a la entrada, cerca de la sala de estar, y tomé el llavero.

Conté las llaves: 7 en total.

Una de la cabaña. Una para cada habitación (2). Una para el baño. Una para el despacho de mi padre.

Las 2 faltantes las noto muy pequeñas. No entiendo que es lo que abren, pero vuelvo a dirigirme al pasillo y colocó cada llave sobre la manecilla del baño.

Cuando encuentro la que sí pertenece, abrí la puerta.

¡Genial! La ducha y la bañera estaban limpios. Significa que Bruno limpio cada rincón de esta cabaña.

Abrí el «pantry» que está debajo del lavado de manos. Hay toallas, jabones faciales y de cuerpo, shampoo y un botiquín de primeros auxilios. Bruno pensó en todo.

Salgo del baño, victoriosa de saber que podré bañarme en algo mejor que un río con serpiente que parece un alga marina. Ilusa de mí.

Abrí la habitación del frente, repitiendo el mismo proceso de las llaves.

Una habitación decente. Pensé.

Eso fue lo que observe, sábanas limpias y dobladas, cajones con ropa extra a la que deje dentro del auto, un closet vacío, ventanas de tamaño mediano con suficiente luz nocturna.

Me adentre en la habitación, dirigiéndome al baño. Había olvidado que cada habitación tiene su propio baño.

Pensé que las 2 llaves pequeñas y restantes serían las de los baños de las 2 habitaciones. No fue así.

📌

—Tu usaras esta habitación, y yo esta —dije señalando a la habitación que estaba frente a la suya—. Tu habitación tiene un baño, así que no tendrás que levantarte y hacer ruido en el pasillo.

—¿Y esa que es? —pregunta.

—Otro baño.

—¿Y esta? —dice acercándose a la puerta del despacho de mi padre.

—Aquí no entras ¿entendido?

Asiente.

—Entonces —me evalua—, ¿ya?

—¿Ya, que?

—¿Ya? ¿Buenas noches?

—Si. Ve —dije esperando a que entrara a su habitación.

Y lo hizo. Esperé a que cerrara su puerta.

Estoy consciente que estoy cansada, pero después de haber hablado con John no creo poder dormir.

Es decir, hablé con él para «desahogarme» y poder conciliar el sueño.

Abrí la puerta del despacho de mi padre. Un olor a libros viejos llega a mi nariz.

Observé el escritorio, la silla sobre la que se sentaba. Mi fotografía (cuando era bebé) enmarcada en un cuadro enorme al centro de la habitación.

Estantes de libros, otro rincón de bebidas de licor. Si el despacho de mi padre, era su segunda casa. Una más pequeña.

Camino a la silla, y me siento sobre esta.

¿Lo hago o no lo hago?

Ni siquiera me detengo mucho a pensarlo. Abro folders de los documentos que tenía.

Muchos títulos aburridos, excepto esté: «Solicitud de Divorcio».

Observe la firma de mi mama. Solo faltaba la de él. ¿Por qué no lo había firmado?

Seguí observando más papeles, más papeles.

Deje de hacerlo cuando uno de estos cayó al suelo. Observó que «Informe Trimestral Junio» tiene garabateado a toda prisa: «29 2934 2934 29 29344567890»

Se que son números mal hechos. Pero son de él, son de mi padre.

Abro los cajones, encuentro un pequeño sobre:




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