El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 10

Capítulo 10

John

No la conozco. Pero algo en mi, dice que necesito hacerlo. 

No somos diferentes para que podamos complementarnos. Y tampoco somos semejantes para sentirnos identificados.

Pero al observar cómo rompía en llanto, por un ultrasonido de quien fue alguien en su vida…  también me rompió

Me trajo un doloroso recuerdo del que creí que ya estaba en el olvido. Uno de muchos. 

Recordé a mi madre, hace más de 10 años, cuando yo tenía 9 años ella estaba con 2 meses de embarazo. 

En ese entonces, y ahora también, no entendía cómo era eso. Pero la alegría de mi mamá, era empalagosa. 

Hubo un día, que mamá decidió visitar a la abuela. Darle la noticia en persona, y yo fui con ella. La abuela vivía en un pequeño pueblo, a las afueras de la ciudad. 

Ella tenía propiedades y seguía con el legado de su familia. Legado que mi madre rechazo a continuar, por sus estudios y sueños. 

Cuando llegamos nos acomodamos, pues planeábamos quedarnos un par de días. La abuela había salido, y yo estaba acomodando todo en lo que sería mi habitación. 

Observe a mamá, dirigirse a los establos. Ella ya tenía su ropa para montar.

No le di importancia y ahora veo lo idiota que fui. Al poco tiempo, escuché a una ambulancia muy cerca. 

Dejé de hacer lo que hacía y vi como la ambulancia estaba en los establos. Donde mamá estaba. 

Mamá se había caído de uno de los caballos, y no importaba que tan pronto logrará llegar a la clínica del pueblo…  porque lo que todos presentimos se volvió una oscura realidad. 

Cuando la vi consciente, en la camilla pude ver como toda ella se detuvo cuando escuchó al doctor decirle: «Lo siento mucho, por su pérdida».

Ese momento, quedó capturado en mi mente. 

Y esta noche, ver a Dalia así…  fue limón en la herida que al parecer, no estaba cicatrizada. 

Mis lágrimas amenazaban con salir, de la misma manera en la que estaba acostumbrado a hacerlo antes.  

Solo con una desigualdad: «No me siento culpable»

Con mi mamá, hubiera evitado que ella fuera a montar con su embarazo. Con Dalia, lo único que puedo hacer es dejarla llorar. 

Escucharla si está dispuesta a hablar. 

Y quedarme con ella. Al menos, hasta que se duerma completamente. 

Lleva 2 minutos llorando, recostada con la toalla que le ofrecí en su rostro. Hasta que se detiene. 

Ya no la escucho llorar. 

Me acercó para quitarle la toalla de su rostro y observar si se quedó dormida, pero inmediatamente me alejo cuando se dio la vuelta. 

Se durmió. 

Suelto un pequeño suspiro de alivio, al observarla dormir abrazando la toalla. 

—¿Dalia? —susurro en caso de que no esté dormida profundamente. 

No hay respuesta. 

Observo el espacio restante en la cama. Es mediana, y Dalia no abarca más de la mitad, lo que significa que podría descansar en el otro extremo. 

Pero soy un extraño para ella, y ella lo es para mi. 

La luz de la luna llena que pasa por el vidrio de la ventana me permite ver un sofá individual. En el extremo de la habitación. 

Eso será lo mejor. Pienso. Voy a la habitación en la que Dalia debería estar durmiendo y tomé la almohada y la sábana que está sobre la cama.

Vuelvo y observó a Dalia. 

Luce como una pequeña niña. Tan vulnerable y adorable, a la vez. 

Dejo la almohada y las sábanas sobre el sillón y me dirijo a la cama para extender la sábana sobre ella.

Las noches son frías, no creo que merezca saberlo. 

Vuelvo al sillón y la sigo observando. 

No se por cuanto tiempo mas tenga que estar ayudándole, no sé. Pero está claro, que su rostro no desaparecerá de mi mente. 

Su curiosidad. Su terquedad. Su vulnerabilidad. Su mirada. Sus rasgos faciales. Sus ojos oscuros. Su cabello libre. 

Nada de ella desaparecerá. 

Y eso me hace sentir feliz, porque después de los 7 meses que he estado atrapado aquí…  si me quedare con un exquisito recuerdo: 

Dalia. La extraña, será mi lindo recuerdo. 

Irónico.

Me acomodo en el sofá, y por fin, en mucho tiempo pude sentir más que el calor de mi vieja chaqueta. 

📌

Abruptamente, salgo de mi ciclo de sueño que tanto quería cuando escuchó pasos en el pasillo. 

El único pasillo de esta cabaña, es delator. Cualquier paso, traspasa las paredes de la habitación. 

Fue por eso que supe que Dalia no estaba en su habitación. 

Y ahora ya no está en la cama. 

Seguramente, se despertó y decidió ir a dormir a la otra habitación. 

Camino hacia la cama, y me acuesto al lado contrario del que Dalia estaba. Me doy la vuelta para evitar la luz que traspasa la ventana, y evitar los rayos solares de la mañana. 

No puedo dormir. 

Ya estaba dormido, y me desperté por el ruido del pasillo. Ahora ya no vuelvo a lo mismo. 

Me doy la vuelta, con el propósito de recuperar el sueño. Y aun en la oscuridad, con la poca luz que entra por la ventana puedo volver a ver su rostro. Esta vez, más cerca.

No sentí en qué momento volvió. 

Pero siento el anhelo de acariciar su rostro. Siento el afán de ser quien la despierte y que se desahogue. Que llore, que diga todo lo malo que tenga que decir, que sienta un peso liberado…  todo con tal de que no vuelva a sentirse culpable por algo que estaba fuera de su control. 

Con tal de no volverla a llorar. Así, yo tampoco lo volveré a hacer. 

Como lo hice…  Hace unos momentos. 

Fijo mi mirada en ella por unos segundos, y logró resistir el anhelo de acariciar su rostro cuando observo sus labios susurrarme: 




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