El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 15

Capítulo 15

Dalia

Puedes borrar el historial de tu dispositivo, sí, pero el de tu memoria jamás.

Puedes olvidarlo, pero siempre lo volverás a recordar. Simplemente lo que queda en la mente, jamás podrá irse.

La pesadilla de anoche, mi mamá y mi tía discutiendo hasta que veo a mi mamá desvanecerse. Gritar a más no poder, y luego irse de mi vista.

Se sintió tan real.

Luego, el sueño de John y yo en una habitación. Lo recuerdo a la perfección.

La habitación en la que soñé que estábamos, tenía una vista a la ciudad. Una hermosa vista del amanecer en la ciudad. Yo estaba en una cama dentro de las sábanas blancas, mientras él se vestía.

—Dime que no viste nada, por favor —lo escucho suplicar.

Me volteé para no seguir viéndolo, a él y a su amiguito.

—No,no vi nada.

Sí lo había visto, fue un rápido vistazo a todo él.

—Menos mal —lo escucho decir mientras suelta un suspiro de alivio, el cual lamentaré arruinar.

—Bueno tu me dijiste que dijera eso, pero en realidad sí ví.

—¡Dalia! —Volvió a exclamar.

—¿Qué? No es mi culpa que me haya despertado mientras te vestías.

—¿Por qué te despertaste así? —Voltee a ver, estaba apoyado sobre el marco de la habitación, tenía una camiseta gris que permite dejar sus brazos descubiertos y un pantalón azul oscuro.

La ropa que tiene él, es una de las que estaban guardadas en los cajones de la habitación. Era de Bruno, el guardaespaldas de papá. Pero en él, él luce muy bien en esa ropa.

—¿Otra pesadilla? —Preguntó sentándose a mi lado, en el borde de la cama.

¿Fue pesadilla? No sé qué pudo significar este sueño, no tengo alguna idea pequeña… pero solo fue eso. Una imagen que mi mente creó mientras dormía.

Una imagen sin significado.

—Fue un extraño sueño, no una pesadilla —dije observando su cabello.

Está desordenado y húmedo. Cuando lo vi por primera vez lo tenía oscuro. Y fue por eso, que su mirada azulina impactó en mi mente.

El oscuro de los cabellos cayendo sobre su frente, hacía que sus ojos brillaran. Y jamás había visto el brillo de los ojos en un extraño, en medio de la nada.

Ahora su cabello luce con mucho brillo, debe ser lo limpio que quedó porque acaba de salir de la ducha o los rayos solares que traspasan en la habitación.

E inclusive, un poco de ambos. Sé que la imagen de su rostro jamás se irá.

Porque no lo hizo antes, tampoco lo hará en un futuro. Cercano o lejano.

—Te diré lo que es extraño —hace una pausa, mientras baja la cabeza dándose pequeñas sesiones de risitas y la vuelve a levantar—. Es extraño que te hayas despertado, justo cuando estaba vistiéndome. ¿Lo hiciste a propósito?

—No lo hice a propósito. Estaba dormida —y no estaba mintiendo.

Siento la pena consumirme, a fuego lento.

—No es mi culpa —me levanté de la cama, dirigiéndome al baño de la habitación, buscando alguna toalla para bañarme—. Creeme si hubiera sabido que te estabas cambiando, hubiera huido. Hubiera salido corriendo antes de que contaminaras a mi pobre mente.

—Creeme, a tus 22 años tu mente está lo suficientemente contaminada como para que hubieras salido corriendo —dice levantándose de la cama, cruzando los brazos sobre su pecho con una sonrisa victoriosa.

—¿Recuerdas mi edad, eh? —Pregunté victoriosa de saber que prestó atención a lo menos relevante de mi.

—Tengo buena memoria, aún recuerdo que le tienes miedo a los insectos, a los truenos en las lluvias y que odias a los tiburones.

Espera, ¿Qué?

—Yo jamás te mencioné nada de eso —dije segura—. No te lo mencioné antes, y jamás se lo he mencionado a alguien antes.

Yo no soy una persona que se “exterioriza” con los demás sobre temas personales.

Jamás digo a lo que tengo miedo.

O lo que me gusta.

O lo que prefiero antes que otras cosas.

Esquivo todas las clases de preguntas que le permitan a los demás, conocerme. Todas.

Y yo jamás se lo mencioné a John.

—¿Cómo sabes eso? —Pregunté.

—Fue una suposición, Dalia —estaba nervioso. Eso era claro.

—¡Deja de voltear a todos lados!

Si aprendí algo de mi padre, es identificar cuando alguien está mintiendo.

John está volteando a ver a todos los rincones de la habitación, excepto en el que yo estoy.

—Solo fue eso, una suposición —dijo seco, así marchándose de la habitación.

Una suposición… una casualmente exacta. Una verdadera.

Voltee los ojos, busque la ropa que voy a ponerme y entré en el baño.

Dejé que el agua cayera sobre mi cuerpo, relajándome. Desde que todo esto empezó, no sabía lo mucho que necesitaba un baño.

John

Salgo de la habitación, dirigiéndome a la cocina. Dejó salir un suspiro de alivio cuando escuchó la puerta del baño cerrarse.

Levantó mi camisa y sacó el pequeño libro que encontré entre la ropa de los cajones. Este libro fue la razón por la que supe de sus miedos.

Su diario personal. El diario personal de Dalia.

Sé que no debí haberlo tomado, pero la curiosidad me ganó cuando ojeé el libro. Cada página tiene una fecha escrita, no sigue un orden cronológico pero sé de mis capacidades de comprensión lectora son fuertes.

Coloqué en la estufa agua para café, a fuego lento. Luego me dirigí a la sala de estar, para seguir leyendo de una manera más cómoda.

Tomé asiento en el sofá de la sala de estar y abrí en la segunda página del libro. Comencé a leer:

22 de enero, 2017

Jack por fin fue valiente y decidió preguntarme: “¿Quieres salir conmigo?” mientras jugábamos videojuegos en la clase de Informática. Pero nuevamente tuve la debilidad de creer que había escuchado eso. Le ví de toda clase de probabilidades:




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