El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 16

Nota de la autora: Han sido 5 largos días...pero, ¿adivinen qué? ¡Solo 2 semanas!

Muy pronto podré estar de vacaciones de verano, por 2 meses, sí pero ya no tendrán que esperar mucho por actualizaciones.

¡Importante! Este capítulo es largo y muy importante porque es aquí donde comienza a surgir la otra cara de esta historia.

No saben como me gusta jugar con los personajes secundarios, siempre terminan siendo los…

¡Disfruten!

 

Capítulo 16

Dalia

Es tan idiota.

Eso y más, fue lo que pensé cuando salía de la habitación y observaba a John muy bien entretenido leyendo un pequeño libro que reconocería entre 100 y más copias…Mi diario personal.

Ya que no confiaba en nadie, mi yo del pasado se desahogaba en páginas. En páginas que creí que habían desaparecido por tiempo indefinido, cuando olvide donde lo había escondido para que nadie lo leyera.

Nadie.

Y ahora él lo encuentra y está riendo de mis tonterías de la adolescencia. Tonterías que son personales.

El enojo, no, la furia comienza a consumirme. Lentamente. A fuego lento.

—¿John? —Pregunte apoyada sobre el marco de la puerta.

Comencé a caminar en el pasillo, acercándome a la sala de estar mientras fingía no ver como él ocultaba mi diario debajo de la almohada que posteriormente usa como cabecera.

—Luces —lo observó mirarme de pies a cabeza, para finalizar diciendo:— Luces bien.

—Supongo que debo decir gracias —dije dirigiéndome a la cocina a preparar una taza de café.

Volví con ella a la sala de estar, para apoyarla sobre la mesa que está frente al sofá.

—Dame permiso —dije para poder tomar mi diario.

Pero su actitud me enfureció aún más. Y aun,sigo a fuego lento. A punto de explotar.

Iba a explotar. De furia. Pero mis emociones tuvieron una inesperada pausa…

Mientras movía mis dedos, haciendo cosquillas en su abdomen noté un tatuaje. Era un hermoso ángel tatuado.

Él seguía riendo, y estuvo deteniéndose cuando comencé a recorrer con las puntas de mis dedos el contorno de ese tatuaje. Simplemente, es perfecto.

Pero su actitud dejó de ser un pobre intento de relajación. Se levantó, pero yo aun seguía sentada a horcajadas sobre él.

—No tiene significado —dijo cortante cuando le pregunté el significado por ese peculiar tatuaje.

—¿Tienes un tatuaje en tu abdomen, y no tiene significado? —Volví a preguntar pero no recibí respuesta.

—No finjas más. No conmigo —dije colocando mis manos en su rostro, su mirada estaba perdida eso era evidente—. John, aún seguimos siendo desconocidos...Pero eso no es excusa como para que me alejes.

—No te estoy alejando —dijo con ciertos “fallos” en su respiración normal.

—¿No lo haces?

Pregunté. Comencé a acercarme dejándonos con una cercanía inquietante… haciéndome imposible ignorar todas esas sensaciones que me dicen:

«No te vayas. Estos momentos sobrecargados de emociones no los vas a sentir con la misma fuerza, dos veces».

Y decidí que esos pensamientos inundaran a mi mente, dejando de lado la razón. Ya estaba a milímetros de él, de su mirada, de sus labios, de su rostro. Estaba a, cada vez más escasos, milímetros de quien me enamore en el pasado… pero en este presente no es más que un desconocido que volví a encontrarme por exquisita y brutal coincidencia del destino.

Y entonces pasa.

Viene a mi mente todo el vacío que sentía cuando no había nadie, absolutamente nadie, en quien yo pudiera confiar… al menos un poco de lo mucho que esperaba hacerlo.

Siempre me sentí incompleta con las personas de mi alrededor, y raro momento vacía. Por eso, fue que seguí la recomendación de un blog en línea sobre lo importante que es no guardarnos sentimientos…buenos o malos, todos dejan una huella.

Por eso, comencé a escribir en un libro con más páginas en blanco que las de mis cuadernos. Para liberarme. Para decir en palabras todo aquello que nadie podía escuchar y entender cada vez que lo decía.

Siempre fui reservada y cuidadosa ante los demás. Llevo años haciéndolo, ocultándome de todos... ocultando a mi diario personal.

Y verlo reír mientras lo leía sin mi permiso, me llenó de furia de una manera lenta. Pero destruyó todo lo que había logrado sola:

Expresar mis sentimientos, sin que me destruyan.

Todo eso vuelve a mi en flashbacks, y en cuestión de microsegundos decido detenerme.

Observe mi diario, parte de este bajo la almohada sobre la que su cabeza sigue reposada. El sigue mi mirada y parece saber lo que se le avecina.

Lastima, que sus expectativas no llegan a la mitad de lo que yo hice.

De una manera rápida, tome mi diario. Levantándome le di un golpe en la frente con el libro. No fue con fuerza, pero sí con intención.

—Si quieres leer, busca un libro que sea de tu incumbencia. Y no te preocupes —su rostro tuvo una expresión de alivio—, la confianza de antes y la de ahora no se ha dañado. La has destruido, para siempre.

Comencé a caminar en dirección a la puerta, lo más rápido que pude. Sus agarres eran fáciles de esquivar.

—Señor, escuche voces.

—¡Prepárate!

Esas voces. Maldita sea. Los oficiales.

La mano de John fue a mi boca, su brazo a mi cintura y no tuve objeciones para permitirle que me llevara a una de las habitaciones.

—Las tazas —susurré—. Pueden saber nuestra identidad, nuestro ADN está en ellas.

Ambos habíamos tomado sorbos del café que planeaba disfrutar en la mañana.

—Iré por ellas —volvió a dar la vuelta para dirigirse a la sala de estar.

Logre tomar su camisa antes que estuviera fuera de mi alcance: —Olvídalo. Es mejor, que intenten saber quienes somos a que te atrapen.




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