El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 18

Capítulo 18

Dalia

—No necesitabas protegerme, pero tampoco tenías que ponerme en peligro —dije entre dientes, con mis puños cerrados a mis costados. Mi cabeza estaba baja y sobre mi frente caían mechones, los cuales no fueron obstáculo para observar la reacción de Jack.

Estaba furiosa que ambos hayamos llegado a este nivel de las consecuencias y yo, sea la única que tenga que enfrentarlas.

—¿Y qué querías que hiciera, eh?

No recibió respuesta de mí. Él siempre me repetía: "No importa qué o quién, ahí estaré yo para cuidarte". Y ahora, él me abandonó. Me delato. Me echó de cabeza, como si fuera la única culpable.

Decidió salvarse él, echarme toda la culpa a mí de lo sucedido...Cuando era de ambos la culpa. ¿Y él? Él salió intacto de recibir las consecuencias.

—Yo —se señaló— no iba a arriesgar todo. Te dije, no —se retracta—, ¡Te advertí! que habrían consecuencias —comienza a dirigirse a la salida de la oficina de la directora, abre la puerta y termina diciendo:

—Te advertí que habría consecuencias, pero jamás dije que yo las afrontaría contigo.

Y con eso se fue.

No iba a tener un castigo de parte de la directora, iba a tener una firma. Una firma en la que ella esté autorizando que la única que sea expulsada de esta secundaria por robar las pruebas de Física y Química de la laptop de la maestra correspondiente sea yo.

Porque la persona por la que lo hice, y con la que lo hice me responsabilizo de toda la culpa.

Y ese octubre de 2019 fue el último día que vi a Jack (hasta hoy). Y a Kat, quién decidió creerle a su novio y no apoyar a quién ella decía "su mejor amiga" cuando más lo necesitaba.

Fui expulsada en el noveno curso de esa secundaria. Tuve todo un año, en el que papá me enseñó cosas de su empresa, finanzas, mercadotecnia, estrategias de marketing, deportes en los que gasté mis fuerzas, actividades en las que se extinguió mis ganas de vivir sin clases.

Pasé todo un año sin recibir clases. Todo un año, matando mis ánimos y ganas de vivir con mi padre y todas las cosas aburridas con las que quebré mi cerebro.

Y lo tenía que hacer, ese era mi castigo por permitir ser expulsada de una de las mejores secundarias en ese entonces.

En pocas palabras, mi papá creyó que algún día aspiraría a ser como él por lo que decidió "entrenarme para la vida" antes de tiempo...Él mató la diversión y emociones de mi adolescencia.

¿Y todo por qué? Por qué fui la única responsable del robo de un examen fuerte.

Recuerdo las palabras de la directora:

"Si hay alguien más que esté implicado en esto, debes decírmelo. Las consecuencias serían menos caóticas, si no actuaste sola. Podrías recibir una sanción de medio año, ya que no actuaste sola. Si ese fuera el caso..."

Pero ella decidió creerle al hijo del presidente de la Comunidad de Padres: Jack Acosta.

Él influyó en que pasé lo peor, encerrada en casa y aprendiendo cosas de adultos.

¿Y ahora? Ahora él está del otro lado de la puerta, esperando a ver si yo soy la cara a la que le resultó familiar. Y aún está con Kat.

Siguen juntos desde ese entonces, y no me sorprende...Hay algunas almas que se complementan, para bien o mal, siempre lo hacen.

—¿Quién es ese? —Me pregunta John desvaneciendo mis pensamientos con lo distractora que resultó ser su voz.

—No sé —dije rascándome la nuca. Siento el leve sudor que hay en él, y luego voy a mi cuello...Estoy sudando. Lo cual, es lo mismo que decir: "Estoy mintiendo". "Estoy nerviosa".

—¿Quieres que abra la puerta? —Dirigió su mano a la manecilla, con la clara intención de quitarle la llave a la puerta.

—Jack Acosta.

—Hasta su apellido te sabes —dijo alejándose de la puerta, y acercándose a mí. Estiró un brazo contra la pared lo que tuvo como reflejo en mi chocar levemente mi espalda contra la pared, su mirada ya no tenía ese brillo que la hacía lucir "impecable". Tenía un brillo, débil. Agotado.

Y aunque sus ojos sean azules claros, lo profundo de estos busca analizar mi mente. Mis reacciones. Mis movimientos. Busca respuestas, a preguntas que desconozco.

—¿Es un policía?, ¿Hablaste con él?

—¿Otra vez? —Estaba haciendo lo mismo que él hacía: Susurrar. El entrometido de Jack todavía tiene su sombra afuera, todavía está esperando en la puerta—. ¿No se te puede ocurrir otra cosa?

Su mandíbula se tenso, cree que estoy mintiendo. Lo sé. No habría otra razón para que esté en un notable intento de controlarse. Observé de reojo su mano derecha apoyada sobre la pared: estaba en un puño.

Su respiración comenzaba a ser entrecortada, pesada, cerró los ojos. Estaba intentando obtener la calma después de la tormenta que estaba en su cabeza.

—Sí la policía estaba detrás de nosotros, desde un principio —empujé su pecho con ambas manos—, no fue porque hable de ellos o de ti. Yo no les dije: "Hey, tengo a un fugitivo conmigo" —seguí empujando—. Ellos me siguieron cuando me escucharon sollozar. ¡Deja de creer que te estoy traicionando!

Había perdido el control. Había olvidado que Jack estaba del otro lado de la puerta, aún.

—¿Dalia? —Preguntó—. ¿Dalia, eres tú?

Oh no. Lo que menos quería era que él me reconociera.

Llevé mis manos a mi cabeza, las pasé por mi cabello. —¿Un amigo? —Preguntó con la cabeza baja, y la voz también.

No respondí. Mis pensamientos comenzaron a sumergirme en el balcón. La habitación tenía un balcón, lo que significaba que podía tomar o dejar la única oportunidad que tengo para salir sin ser vista.

Me dirigí a este y me percate de la altura. No podría saltar sin salir ilesa al caer. No era una opción a considerar.




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