El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 20

Nota de la Autora: Hoy, 22 de octubre, hace 9 años mi ídola Taylor Swift lanzó ‘Red ’. Después de tantos años del álbum que tiene las canciones más icónicas y tristes con las que aún no me identifico...quiero hacerles saber lo mucho que ‘Red ’ significó y lo sigue haciendo para mí.

Ella (Taylor Swift), tiene el crédito de mi inspiración para comenzar a escribir mis propias historias 🥺. Créanme, no estoy exagerando, cuando digo que si no hubiera conocido su música yo jamás estaría aquí.

Y si yo no estuviera aquí, desde ‘Bajo Tus Estrellas’ hasta ‘El Adiós Que Nunca Quise’ y ‘En La Ley’ no existirían. Pero, no tuve porque continuar escribiendo si ustedes no hubieran querido comenzar a leer mis historias 🥺🥺🥺💜.

El apoyo que está recibiendo EAQNQ y el resto de mis historias también es inmenso e inesperado 😍💫😭, pero aquí estoy, detrás de mi laptop escribiendo a  #Johnalia 💜🛐👀.

Los amo mucho. Disfruten 🥺.

Ligia M.

Capítulo 20

Dalia

—No puedes permitir que tus nervios te dominen, tú no eres débil. Si llevas nuestro apellido: Mogens debes aprender a defenderte. Ahora toma —dice dándome el objeto negro, es algo pesado pero de una manera fácil me acostumbré al peso.

—¿No soy muy pequeña para estas cosas? —pregunté evaluando el objeto.

—Eras muy joven —dice recalcando “joven”—, para que te expulsaran del colegio.

Lo soy. Soy muy joven para haber sido expulsada de mi colegio. Soy muy joven como para entender y aceptar el hecho de que fui traicionada de la peor manera que pude llegar a esperar...no, ni siquiera pensé en la posibilidad de ser traicionada.

Ese fue mi error, el primero, que me llevó a tan altos grados de consecuencias.

—Ahora, enfócate. Concéntrate. Si no lo haces ahora, cuando lo necesites no podrás. Aunque yo esté ahí, yo no seré quién te ayude más adelante —coloca ambas de sus manos sobre mis hombros, se agachó para quedar a mi altura y con su mirada fría, seria y con el claro objetivo que se me grabará en la mente me dijo:

—Nadie estará a tu disposición para ayudarte. Ese tu noviecito —lo dice sin ningún rastro de furia o enojo—, tus amiguitas, tu familia incluso tu mamá y yo —cierta expresión de dolor agrio cruzó en su rostro, luego continúa:

—Absolutamente nadie estará para ayudarte cuando lo necesites. Porque no habrá nadie que esté apegado a ti como un maldito chicle, nadie es eterno en esto que decimos llamar vida. Y en la tuya, en tu vida —con su dedo índice me señala—, las personas son y serán pasajeras.

Papá jamás intentó, no se esforzó, no le importó cambiar sus pésimos estados de ánimos después que mamá lo engañara con su propio hermano.

Sí, decidí quedarme con él y no irme con mi mamá y no fue porque tenga preferencias.

Me forcé a mi misma a hacerme una idea de lo mucho que tuvo que haber sufrido mi papá cuando se dio cuenta. Pero no pude.

Y aún así decidí venir y acompañar en su dolor a mi papá. Pero acompañar, no es lo mismo que soportar las consecuencias de su sufrimiento.

Su estricta manera de “educarme” estaba matando mi adolescencia, mis ánimos de vivirla como las series de Netflix o las Novelas Juveniles las hacían ver... se habían ido de mi mente.

Vuelvo a observar el objeto en mi mano derecha, papá me observa hacerlo. Aleja sus manos de mi hombro, y camina hacia el frente. Giré mi posición para encontrarme con mi patio trasero.

Era grande, libre de objetos...y personas. Él no se equivocó al pensar que este sería el lugar perfecto en el que me enseñaría a usar una pistola.

—Ahora, tienes 2 minutos. Como la nerd que eres, leíste las partes. Sabes identificarlas —me señala al horizonte, en un intento de señalar a las almohadas atadas al tronco del árbol—. Apunta a tu objetivo y sin piedad alguna jala el gatillo, si no está con el seguro la pistola.

Pero entonces, fue cuando mi patio dejó de ser tan grande. Papá ya no estaba, pero su voz aún seguía haciendo eco en el lugar.

Obviamente, no necesita estar aquí como para que mi mente siga atormentada por sus acciones.

Las almohadas atadas al tronco del árbol ya no estaban. De hecho, todo pasó a ser irrelevante en mi campo visual cuando lo vi. Estaba sonriéndome, a mí...ahí estaba John.

—¡Jala el gatillo! —La voz de papá estaba ahí otra vez, escuché el sonido. Sabía que la bala había sido expulsada.

Esa sonrisa desapareció de su rostro.

Y es ese el momento en el mi mente deja de reproducir esa pesadilla. Ya me había despertado.

—¿Dalia? —Lo escuché preguntar, lo escuché como al mismo tiempo escucho mi respiración entrecortada.

Fue otra pesadilla.

—¿Dalia? —Volvió a preguntar mientras se acercaba de la cocina con un vaso de agua. ¿Por qué no estaba dormido?

No pude contestar. Físicamente estaba aquí, sentada en la cama...mentalmente no. Ni siquiera hay un nombre que se le pueda asignar cuando no estás con los pies en la tierra, cuando sabes que estás perdido. Tú y tu mente.

Mis codos estaban apoyados sobre la almohada, de estar acostada mientras dormía pasé a estar recostada con la mirada perdida y la respiración hecha un desastre.

—Hey —su voz es un susurro, y sin contestarle o dirigirle la mirada aunque sea por segundos me levanté de la cama y caminé al baño.

El lugar es pequeño, baño y cocina con 2 “habitaciones”. No tuve que caminar mucho para abrir la puerta y una vez adentro cerrarla con llave.

—Okay, entiendo —dice mientras hace una pausa del otro lado de la puerta—, quieres tu espacio. No hay problema, aquí estaré. Esperándote.




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