El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 21

Nota de la Autora: Después de haber hecho limpieza en mi casa, hacer ejercicio me dispuse a escribir en mi habitación y debo admitir que mi cerebro si trabajó en este capítulo.

Emocionalmente, deben prepararse. Los siguientes capítulos tendrán pizcas de felicidad y tristezas también. No es de adorno el título de la historia :D

Poco a poco, se irán conociendo detalles de la vida personal de John y Dalia. Sus pasados, y como parte de estos aún afectan sus presentes. Disfruten.

Los amo,

Ligia M.

PD. Amo el otoño, así que no me culpen.

Capítulo 21

John

Debo ser el idiota más grande por permitirme pensar que Dalia es y será a la única chica a la que puedo ver hermosa, incluso al saber que ha estado quebrándose en llanto...no afecta a su impecable belleza.

«Lo siento Bruno». «Deje que me controle». «No fue mi culpa».

Escuchar eso y más del otro lado de la puerta me rompió. Y aún así quise mantenerme afuera del baño, darle su espacio para que se liberara y esperarla hasta que esté lista.

Llegué a un punto en el que simplemente no podía seguir soportando escuchar como se seguía rompiendo.

Cuando observé a la manecilla girarse lentamente y luego a ella sacar la cabeza, su vista se encontró con la mía.

Estaba apoyado sobre la pared y mis brazos cruzados sobre mi pecho dejaron de estar cuando se los extendí, mis brazos dispuestos solo para ella.

No sé si lo dudo, creí que era claro que mis intenciones serían claras: Abrazarla fuerte.

—Mañana lo entenderás —dije cuando vi los rayos de emoción que surgían de su mirada.

No puedo forzarme a decirle «Te entiendo» porque nos estaría mintiendo. Obviamente, no soy capaz de entender por lo que su mente debe estar sufriendo. No puedo.

Pero si puedo estar a su lado y hacerla sonreír.

Si puedo evitar que llore sola. Si puedo hacerle saber que no está sola, no mientras esté conmigo.

Ella ya lo ha hecho antes: evitar que llore solo.

Porque hubo muchas llamadas en las que lloraba al lado de mi celular mientras ella estaba del otro lado, sus susurros me transmitían tranquilidad mientras la calma de la tormenta hacía efecto.

Y hasta el momento, con mis 22 (casi 23) años de edad no he olvidado la promesa que tenía con ella. En aquel entonces, y ahora también, me dije a mi mismo cumplirla mientras ella esté cerca de mi.

—Dalia —dije mientras ella ya comenzaba a cerrar sus ojos.

—Ujum… —dijo mientras abrazaba la almohada y se acomodaba en lo que terminaría siendo su posición.

—¿Recuerdas mi promesa? La primera que te hice en Quinto grado —y dije la primera porque hubieron tres.

—Sí —dice y no tengo la certeza de que lo haya dicho de manera consciente pero aún decido decírsela nuevamente:

—Si tú caes, te voy a levantar aunque yo sea quién tome tu lugar pero tú no me levantarás si yo caigo.

Fue una promesa que me dije a mi mismo cumplirla mientras ella esté conmigo, pero ella jamás quiso aceptarla.

—John…

—¿Um?

Estaba acostándome del otro lado de la cama, lejos de ella por medio de una distancia prudente entre ambos. No quiero incomodarla después de un momento emocionalmente fuerte para ella.

—Por segunda vez te lo digo, ninguno de los dos caerá sin el otro.

—Dalia…

—Sé que tengo razón, lo sé. Duerme ya. Buenas noches y gracias —reí ante su comentario y me di media vuelta

—Buenas noches y de nada —dije y volví a esperar a que el sueño llegara a mí, como ya lo tenía antes que fuera interrumpido...

Había una razón por la que no estaba durmiendo como se supone que tuve que haber estado. Yo ya había conciliado el sueño, pero después de haber abierto la puerta no lo volví a recuperar.

No lo he vuelto a recuperar.

El recuerdo vuelve a reproducirse en mi mente, de una manera increíblemente fresca recuerdo cada detalle de lo que sentí mientras todo ocurría…

Minutos antes de que Dalia despertará, pasó:

Comenzaron a tocar la puerta de la habitación en la que se supone, que Dalia es la única que debería estar aquí. No yo.

Me levanté mientras los golpes, que aún estaban suaves continuaban. Observé a mi lado a Dalia, ella ya había caído en un profundo sueño. No era justo despertarla, no quería hacerlo.

Además, recuerdo el temor que sintió cuando su ex-novio (con quién comparte la herencia de su padre) casi la reconoce.

Me levanté y caminé a la puerta. Mis pies descalzos sentían la suave y fría alfombra del piso. Observé por el pequeño espacio de la puerta la sombra.

—Solo quiero hablar. Prometo comportarme y no causarles más molestias —volvió a decir esa misma voz masculina, la que ya había escuchado antes.

Sin detenerme a escuchar lo que mi lado racional decía, abrí la puerta dejando un pequeño espacio entre esta y el marco.

—¿Qué quieres ahora? —había preguntado sin ánimos de estar viendo su cara frente a mí.

—Mi hermanita y yo —señaló a la chica que antes me estaba ‘coqueteando’—, estamos buscando a mi novia —varios pensamientos sin sentido del porqué en mi cabeza comenzaron a aparecer cuando menciono la palabra ‘mi novia’ para referirse a Dalia—.

—¿Y?

—La última actividad de su celular registró a este pueblo, y al observar como tu novia huyó de mi vista levantó mis sospechas —explicó.

—Ella es tímida, no tuvo razones para haber huido de ti —dije, mientras trataba de sonar lo más tranquilo y relajado posible.




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