El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 25 [Segunda Parte]

Nota de la autora: Esta parte no es la mitad de +18 que les espera cuando ‘En La Ley’ comience a ser publicada el: 18.07.22

Nos vemos en el siguiente capítulo. En las próximas historias. Disfruten las 3,634 palabras del capítulo.

Los amo,

Ligia M.

Capítulo 25 [Segunda Parte]

JOHN

El miedo, la culpa, el terror, el enojo conmigo mismo desaparecieron de mis preocupaciones y cabeza cuando mis labios comenzaron a estar más cerca de lo debido a los de Dalia.

Y mierda, no soy una persona de insultos pero Dalia me ha tenido deseándola en silencio y cuando ella sintió el cemento que hay entre mis piernas rozar con su entrepierna...cuando su gruñido quedó ahogado en contra de mis labios no pude seguir queriendo a mi autocontrol de vuelta.

Con ella entre mis brazos y sus piernas enrolladas en mi cintura logré abrir la puerta y avanzar en el interior de la habitación.

Una vez dentro, cerré la puerta de un empujón y la volví a recargar a ella en contra de la primera pared más cercana.

Mierda, ella sí que sabe besar. Con la punta de mi lengua comencé a recorrer sus labios, su textura estaba húmeda y suave. Ella comprendió que estaba pidiendo entrada a su primer paraíso: su boca.

Y en el momento que abrió su boca comencé a rozar mi lengua en el interior de esta.

En verdad me había afectado ser un maldito hambriento y sediento del deseo de hacerla mía. Mis toques, agarres, besos, chupetones, aliento y respiración estaban fuera de mi control. Yo estaba fuera de mí mismo.

Pero los constantes gemidos y jadeos llenos de placer y excitación -de parte de ambos- me indicaban que ella estaba disfrutando ser la presa de mi hambre y sed de deseo y placer. Ella realmente está disfrutando ser mi presa.

Salí de su boca y comencé a recorrer los alrededores de su cuello. Lamiendo y chupando cada centímetro de su piel mientras ella arqueaba su espalda y ladeaba para darme más acceso.

Pude sentir lo desacelerado de sus latidos cuando comencé a acercarme a su lóbulo. Me presioné más en contra de ella y me gané un fuerte jadeo lleno de excitación combinado con lo errática de su respiración.

Cuando dejé de recorrer su piel ella no perdió el tiempo en retirarme la chamarra y después la camisa. Pude ver como sus ojos se abrieron cuando me observa sin camisa, sin pudor o vergüenza puedo sentir como su mirada observa mi pecho. Mi abdomen. Y luego bajó más la vista.

—No es justo que tú te estés comiendo con la mirada a mi abdomen, mientras yo no he retirado esto —dije moviendo mis dedos sobre la tela de su camisa con lentos movimientos sobre su cintura subiendo a su abdomen, llegando a sus pechos.

—¿Delicado o sin compasión? —Pregunté con la ronquera en mi voz.

Ella, de manera dubitativa, muerde su labio inferior rojo y con cierta hinchazón, —Sin—

Solo eso me hizo falta para saber que quería sin compasión. No la culpó, yo también. Retiré su camisa de un solo tirón y llevé mis manos a su cintura baja.

Volví a presionarla más en contra de la pared sobre la que la estaba recargando, soltó otro gemido mientras yo comenzaba a trazar dibujos con la punta de mi lengua sobre su pecho, una de mis manos viajó a su hombro para comenzar a retirar la pieza de ropa color negro, que se interponía entre mi boca y manos para poder hacer míos sus pechos.

De manera lenta, recorrí su espalda y retiré su sostén dejándolo caer al suelo. Sus pechos ya estaban endurecidos dirigí mi mirada arriba, a su rostro y ella asintió.

La solté mientras flexionaba mis piernas para mayor comodidad al momento en el que me abrí paso entre sus pechos, que no eran grandes pero tampoco pequeños, joder, eran del tamaño perfecto. Comencé a masajear con mi mano uno de sus pechos mientras besaba, lamía y chupaba el otro.

¡Joder, John! —Gritó mirando al techo, no pude evitar sentir como una sonrisa se apoderó de mis enrojecidos e hinchados labios mientras seguía haciéndola perder el control.

Eso me excitó más, haber escuchado mi nombre salir de su boca en un gemido...sólo me motivó a continuar. La volví a cargar entre mis brazos, pero esta vez no en contra de la pared. Ella llevó sus manos a mi cuello, luego comenzó a enredar sus dedos con mi cabello, jalándolo fuerte.

La coloqué sobre la cama y volví a atacar desde el inicio de su cuello. Ella tomó con fuerza las sábanas de la cama, mientras jadeaba y arqueaba la espalda sobre la superficie.

Yo seguía bajando, otra vez por sus pechos, su cintura mientras mi lengua y labios sobre su deliciosa piel parecía hacer maravillas. En mí, endureciendo más a mi miembro y en ella, seguramente mojándola más.

La manera lenta en la que estoy avanzando estaba siendo una tortura para ella, pero quería que ella lo dijera sin que yo se lo pidiera.

Joder, no puedo esperar a estar dentro de ella.

—Ya —logró decir en un hilo de voz muy suave, pero suficiente para que la escuchará.

—¿Ya qué, extraña? —Pregunté colocándome sobre ella, sus piernas quedando en medio de las mías y muerde sus labios cuando volvió a sentir mi erección rozar con su entrepierna.

Ella ya estaba sudando, y joder quise absorbérselo, pero me abstuve y coloqué mi mano sobre su mentón para obligarla a mirarme.

Y eso fue un error.

Siempre que estoy con una mujer, ya sea ella debajo de mí o sobre mí, evitó mirarla a los ojos.

Estoy acostumbrado a tener relaciones sin sentimientos de por medio, y evitar mirar a la mujer a los ojos evita que ellas vean alguna emoción en mi mirada. O yo en las de ellas.




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