El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 27

Capítulo 27

JOHN

Suena «Radioactive» de Imagine Dragons.

Escucharlos tararear la canción sin estar cerca de la letra original era lo más ridículo y al mismo tiempo divertido que estaba teniendo en el día, después de esta mañana. La rubia manejaba, uno de los chicos iba junto a ella en el asiento de copiloto, el otro chico iba junto a la ventana y junto a este estaba la de cabello morado neón, quién a la vez estaba sentada junto a mí y Dalia junto a la ventana y a la par mía.

Fue la mejor manera de mantenerla lejos de la boca de estos cachorros de lobo.

Sé que en algún momento ellos mencionaron sus nombres pero, ni siquiera a eso fui capaz de prestarle atención. A nada de lo que iban diciendo en realidad, sólo cuando interactúan con Dalia me mantenía cuerdo.

La canción ya estaba terminando cuando la rubia aprovechó para detener su y la sesión de karaoke barato de los demás y decir: —Hay que recargar —dijo mirando por debajo del volante. Entendí que se refería a la gasolina.

Cuando nos detuvimos frente a la gasolinería los primeros en bajar fueron los dos chicos, ambos fueron empujándose y golpeándose con tal de ser el primero en llegar al baño. El de seguridad los vió, volteó los ojos y aterrizó su vista en nosotros.

Sé que es lo que debe estar pensando, «Alerta de jóvenes siendo idiotas». Su rostro lo dice todo.

La chica morada neón salió del auto y se posó sobre este. Al parecer quería hacer una guerra de miradas con el oficial, porque cuando seguí su mirada el guardia se la estaba correspondiendo, ella fría y decidida a mantenerse viéndolo como un humano subordinado mientras que él sigue sacando su pobre y débil intento de parecer intimidante.

—Voy al baño —dijo la rubia después de salir del asiento, mientras ella se encaminaba en el cemento observé de reojo y no llevaba las llaves del auto.

No planea irse sin nosotros. Y tampoco le importa tener la posibilidad que una pareja de extraños se lleve su colorida y creativa camioneta.

Levanté los brazos y comienzo a girarme para estirar mis músculos. La tensión en estos comienza a liberarse ante la acción.

—También voy al baño —apareció Dalia como un pequeño duende ante mi estatura por el estiramiento. Me percaté de la vista fija de la chica neón sobre nosotros, así que me resistí a besarla o hacer cualquier cosa que quiera hacer con ella cerca de mí.

—Estaré aquí, Esperándote.

Ella avanzó en la misma dirección que lo había hecho la rubia, desapareciendo en el costado de la gasolinería. Me dejé caer, apoyándome sobre el auto.

Jamás sentí que estar esperando en la gasolinera podría ser tan...tan fastidioso e incómodo como lo es ahorita.

—Tienes unos muy lindos ojos azules —dijo la chica de cabello morado neón que está junto a mí apoyada en contra del auto. Mirándome mientras yo rogaba a mis adentros que Dalia apareciera del costado de la hacienda, que es dónde se fue al baño junto a la rubia clara.

—A mi y a mi amiga nos cae bien mi futura cuñada —dijo.

¿Su futura cuñada?

¡Ah sí! A Dalia se le ocurrió decir y seguir con la mentira de que somos hermanos.

—Tengo novia —contesté sin mirarla mientras estiraba mi postura al sentir lo tenso de mis músculos. En especial los de la espalda.

—Buen intento —dijo con triunfo—, pensé que tu novia era la chica de buenos gustos de ropa pero ahora que sé que es tu hermana —se para frente a mí—, me cae mejor mi cuñada.

Crucé los brazos sobre mi pecho, antes de que pierda el control de la paciencia y la terminé empujando a un lado. Esta chica, y la rubia también son demasiado insistentes.

—Iré a ver si ella está bien —dije caminando a los baños que estaban en la parte trasera -el costado- de la gasolinería. El otro par de chicos estaban comprando algunas cosas en la tienda de esta.

—Él se ve jodidamente atractivo cuando está serio, en serio, nunca había visto a nadie así —chilló la voz femenina con la que he relacionado a la rubia clara.

Escuchó la risa de Dalia. —Yo nunca había visto a una rata muerta, así que ambas hemos visto lo que nunca habíamos visto antes —su tono burlón me hizo entender lo tranquila que estaba.

—¿Dalia? —Pregunté con leves golpes en la puerta y ahogué una risa cuando ella se detuvo de reír.

—¿Hermano sobreprotector? —Salió la rubia con una sonrisa satisfactoria pero sabía que sus intenciones no van más allá. Habían parado en el viaje. Sólo faltaba zafarme de la morada neón.

Ella me pasó de lado y después de una eternidad de no poder estar cerca y a solas con Dalia, al fin lo estaba.

—Hermanita traviesa —dije y ella no evitó reír. Miré a los chicos y me percaté que la poca atención que ellos son capaces de poner, estaba en lo que los chicos llevaban de la tienda.

Antes de darle algún aviso previo, o señal, no dudé en eliminar nuestra corta distancia. Llevando mi mano a la parte trasera de su cabeza, estampé mis labios en contra de los suyos mientras que la otra viajaba a su cintura. Una vez en esta, la pegué en contra de mí, robándome un suspiro ahogado en mis labios.

Ladeé mi cabeza para profundizar el beso que tanta falta me hacía, aún cuando sólo habían pasado horas desde la mañana. Ella pronto encontró mi ritmo, y llevó sus manos a mi cuello jalándome de este. Sonreí ante su petición de no alejarme de sus labios.

Cómo buen caballero qué puedo llegar a ser solamente con ella, me separé un poco de ella y antes que tuviera la oportunidad de emitir el gruñido plasmado en su rostro volví a besarla. Otro suspiro fue ahogado en mis labios.

En algún momento, sus labios se separaron un poco y fue cuando aproveché para entrar en su boca y permitir que mi lengua danzará con la suya en el interior de su boca.

Un jadeo fue liberado y sonreí con satisfacción al ver sus labios rojos ligeramente hinchados.




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