El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 29

Nota de la autora: ¡Felices fiestas, mis hermosos lectores! De todo corazón, espero que cada uno de ustedes olvide lo malo y triste y disfrute al máximo estas fiestas y de la compañía de las personas a quienes ustedes quieren mucho.

Sé que me he tardado un poco más de ¡2 semanas! para traerles una nueva actualización de nuestro John y Dalia. Lo sé, y pido disculpas y a la vez agradezco que me tengan paciencia.

En este capítulo, bueno, no es un especial navideño. Habrá uno más adelante, sí, pero este no es :)

«Gracias por cruzar la puerta al mismo tiempo que la felicidad lo hizo». Con esta frase, quise hacer referencia a:

«Cruzar la puerta»: Dejar a alguien pasar, en este caso, a tu vida.

«Al mismo tiempo que la felicidad lo hizo»: La persona entró y la felicidad fue quién acompañaba a esta persona.

Gracias, por leerme. Desde el primer capítulo hasta el actual, desde las largas notas de la autora hasta la última palabra del capítulo: ¡Gracias!

Los amo mucho, mucho. Demasiado.

Ligia M.

PD. ¡FELIZ NAVIDAD!

Capítulo 29

JOHN

El suave, relajante y fresco olor de su cabello inunda el campo de mis fosas nasales. El olor no es crítico, no es fuerte y exagerado cómo muchas veces he pensado antes…ésta vez, el olor me relaja tanto que podría rendirme y dormirme de una vez.

Tal cómo ya lo hizo Dalia.

Al menos, sí estaba dormida hasta que después de removerse y lanzar un suspiro pesado en contra de la almohada, balbuceó: —¿Qué estás haciendo?

—Deshaciéndote la trenza —contesté y sonreí al verla a ella también sonreír—, te dormiste antes de comenzar a quitártela, extraña.

Finalicé de desenredar su cabello y con suavidad me dejé caer al otro lado de la cama. Sí ya estaba despierta, pero no quería que se despertará completamente.

—John…—ladeé mi cabeza al lado en el que ella descansaba, me encanta verla soñolienta y hablando.

—¿Qué sucede extraña? —Pregunté con la misma suavidad en la que ella estaba hablando.

—No eres un asesino.

Se supone que tengo que sentirme bien que ella piense eso…se supone, pero no encuentro una razón para hacerlo.

Qué una persona te diga, te repita, te intente convencer que algo no es ni ha sido culpa tuya no detiene el crecimiento del monstruo llamado: el remordimiento…en tu interior se va creando cómo una bestia que pronto estará fuera del control de la poca coherencia y cordura con la que intentarás pretender creer que todo está y estará bien. Y soy yo quién sabe mejor que nadie, que no sólo es una fase.

«Todo estará bien».

«Hey, no fue tu culpa».

«Tienes que resistir y seguir. No quedarte aguantando y atascado».

«Todo mejorará. Algún día te lo repetirás a ti mismo y sabrás que sí hay razón en las anteriores palabras».

«No hay esperanza qué olvides lo que pasó…solamente hay esperanza de superar lo que pasó».

«No te obligues a hacer algo que ningún humano puede».

«No se trata de olvidar la serie de errores, se trata de superarlos. Uno por uno».

«No llegarás lejos si no comienzas a emprender un viaje en el mañana, no necesitas quedarte en el ayer».

—Aunque mi coherencia, lógica, racionalidad, noción del tiempo sí fueron víctimas. Las mataste, eliminándolas de mi cabeza —comienza a arrastrarse a mí con las sábanas cubriéndola, terminando su cabeza sobre mi pecho desnudo y su pequeño cuerpo acurrucado a mi lado—. Eso ha sido lo único que has asesinado.

Llevé mi mano a su cabello -de dónde provenía el tranquilizante olor de hace rato-, y comencé a pasarla sobre éste. De manera suave y lenta. Pronto con un ritmo constante.

—¿Me has tenido miedo? —Tragué grueso después de preguntarlo, desde la primera vez que la vi acostada sobre mi “cama” en el bosque…su rostro gritaba confusión y temor. De algún modo, una pequeña espina sigue en mi interior, ésta pequeña espina sigue apuntándome a la cabeza con la misma pregunta que acaba de hacerle a Dalia.

—Sé sincera. Por favor —pedí al estar escuchando sólo su respiración con la mía en segundo plano.

—Al principio, sí. Pensaba demasiadas cosas…desde un peligro hasta un vampiro.

—¿Vampiro?

—Estabas en el interior del bosque, además me había golpeado la cabeza…no pensaba con claridad.

—¿Y ahora?

—¿Ahora qué?

—¿Piensas con claridad? —Espero no recordar éste momento sí llega a decir que no…o sí lo dice insegura…espero no recordar eso. Me ahorraría una considerable cantidad de dolor.

Ella levantó su cabeza. Una sonrisa torcida logró cruzarse en sus labios, aún con sus altas ganas de dormir.

—Y sin ninguna duda —contestó en un susurro sosteniéndome la mirada.

Antes que pudiera decir algo, hacer algo…ella vuelve a la posición en la que estaba -su cabeza recostada sobre mi pecho y acurrucada al costado izquierdo de mi cuerpo- y su respiración se vuelve regularmente constante.

—¿Dalia? —Pregunté después de unos segundos de silencio, ella ya se había dormido.

Tal vez sea cierta aquélla frase «Los rotos se complementan entre sí. Los completos se rompen entre sí, para que cada uno pueda encontrar a su roto faltante».

Sí ambos estamos rotos…entonces sí hay oportunidad de que nos completemos entre sí.

Tal vez sí hay oportunidad de que nuestras piezas restantes de lo roto encajen en el lugar en el que faltan piezas en el del otro. Tal vez sea nuestro caso…y entonces no habría posibilidad para que tenga El Adiós Que Nunca Quise.

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Salí del baño habitacional con la toalla enredada en mi cintura, caminando por la alfombra ladeo mi cabeza para encontrarme con los rayos golpeando en lo alto de los edificios de la ciudad de Los Ángeles.




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