El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 32

Nota de la autora: ¡Por fin tengo mi propio escritorio! *llora* Ya no estaré escribiendo desde el sofá de la sala de estar, acostada o sentada en mi cama e incluso sin comodidad. Ya tengo mi pequeño rincón en el que podré escribir la despedida más dolorosa que escribiré y leeré. Y ¡ojo! 

Sí es de esta historia 🙃

Capítulo 32

[DESPUÉS DE AÑO NUEVO].

DALIA

—El Abuelo de Luna —dice con su voz suave mientras poco a poco va cerrando sus ojos y apagándose a sí misma—, ¿has escuchado el mito acerca de él?

Su pregunta me sorprendió.

—¿Abuelo de Luna? ¿Mito? No sé sí te has dado cuenta, pero mis conocimientos con relación a los tuyos, cómo una chica de 16 años de edad, son bastante diferentes.

Ella se ríe un poco, y se acomoda mejor con su almohada.

—El mito es que el abuelo de la Luna visitaba a los recién nacidos y les ataba un hilo rojo en el meñique a las almas gemelas. El hilo, pues, podía enredarse o tensarse, pero mantendría unidas por siempre a las dos almas que estaban atadas por los extremos.

Oh.

—No lo había escuchado —confesé mirando al techo—, o tal vez alguno de mis abuelos lo mencionó alguna vez pero jamás prestaba atención a esa clase de cosas.

Ella ríe, brevemente.

—Creo que tú y mi hermano volvieron a encontrarse, por qué ambos están atados al mismo hilo —susurra a punto de dormirse—. No encuentro otra razón lógica por la que después de tiempo de haberse separado, hayan vuelto a estar con el otro.

Quise hablar, responder, pero la verdad no tenía idea de cómo empezar a hacerlo. Es decir, no creo en el mito que hay una cuerda invisible atada a ti y a la persona que en ésta vida te corresponde…, no lo creo, y tampoco sé pensar en una razón “lógica” por la que la exquisita y brutal coincidencia de volver a encontrarme con John haya sucedido en nuestras distorsionadas realidades.

Tal vez sea el mito real, o hechos del destino, o almas rotas complementándonos entre sí o almas gemelas manteniéndonos al lado del otro… pero es esta clase de pregunta las que otra vez me han quitado el sueño que tanto creía necesitar.

La madre de John fue demasiado amable en dejarme quedar en su casa durante la última semana, razón por la que el 24, 31 de diciembre respectivamente y año nuevo la pasé en compañía de mi extraño. Sin embargo, no podía dormir en la misma habitación que él, así que levantándome con el cuidado de no despertar a la hermana menor de John a mi lado, ya dormida, salgo de la púrpura habitación y cierro la puerta detrás de mí.

El pequeño pasillo que queda frente a mí una vez me doy la vuelta, da a 3 puertas más. Una de ellas es la de la habitación de la madre, la otra en la que John puede estar durmiendo y la otra es el estudio/despacho de la madre. La puerta que está detrás de mí es la del baño.

¡Rayos!

A pesar de que ya me habían explicado cuál puerta era la que me lleva a mi punto de interés, no soy capaz de identificar la puerta que necesito abrir para con mi extraño de mirada azulina por fin estar.

¿Era la izquierda?... ¡No! ¡La derecha! Esa tiene que ser, ¿verdad?

—La última. Derecha —escuché el suave susurro de esa voz ronca que fácilmente memoricé. Decidida a darme la media vuelta y enfrentarlo, me paralizo cuando sus brazos rodean a mi cintura, apegándome a él, logro sentir la piel de su rígido abdomen sobre mi espalda cubierta por una de sus camisetas. John apoya su mentón sobre mi hombro, levemente gira su cabeza y encontrando con sus labios el punto débil de mi cuello deposita un beso—. Me haces falta, extraña, me quita el sueño saber que no estás a mi lado durmiendo o sobre pensando las cosas.

Sobre mis talones me giro, y sin despegarme del rodeo de sus brazos sobre mi cintura digo: —Tú mamá fue bastante clara al pedir que no estuviéramos juntos durante las noches.

—Y no la vamos a desobedecer —dice con un intento de sonrisa pícara, cuándo lo chueco de ésta la termino convirtiendo en una sonrisa de agotamiento—. Ya es madrugada, pasaríamos la madrugada juntos, no la noche.

—¿En serio es de madrugada, ya? —Pregunté. El tiempo pasa rápido, sí, pero no fue hace mucho tiempo cuándo vi que el reloj marcaba 10 de la noche.

—Sí —contesta seguro deshaciendo el agarre de sus brazos en mi cintura tomó mi mano y guiándome al interior de su habitación, bajé la vista a la imagen de nuestras manos entrelazadas.

Antes, me daba demasiado pánico tomar la mano de otra persona, pensaba que mi mano podría estar sudada, o tener algún mal olor, o alguna basurilla de la que no me había percatado…, literalmente revisaba mi mano dos veces antes de entrelazarla con la de otra persona. Ahora, perdí la cuenta de cuántas veces John ha tomado mi mano sin pensarlo.

Perdí la cuenta de cuántas había entrelazado mi mano con la suya yo me dejaba guiar por él. Y lo pensaba, obvio, pero con John siempre era después. Nunca pensé o dudé antes de tomar su mano.

Algo tan sencillo, tan “común”, significa mucho para mí…, porque yo no fui la clase de persona que no se arrepiente de haberse dejado guiar de alguien que sólo en palabras decía que me amaba.

Mis padres, mis “amistades”, incluso Jack…, me habían dejado en claro que yo estaba sola. No había nadie conmigo en mi camino, celebrando conmigo, sufriendo conmigo, creía que sólo era yo quién estaba.

Después de haber saltado de la mano de John, de aquel risco en el bosque, lo anterior pasó a ser pasado.

—Espera aquí —dijo soltando mi mano y dirigiéndose al interior de su armario comenzó a buscar algo.

Por mi parte, observé los rincones de su habitación. Tuve que admitir para mí misma, que sus gustos musicales tenían mis respetos.

—Eres un mentiroso —murmuré cuando encontré su celular, observé que eran las 22:30.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.