El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 34

Capítulo 34

DALIA

Fiestas nocturnas en el centro de Los Ángeles, con trajes de gala que gritan elegancia, clase alta y pudor en las personas. Desde luces brillantes de los salones de fiesta hasta luces led en contraste con la oscuridad de algún club nocturno..., así son los flashbacks que golpean a mi mente de cómo solía ser mi vida antes del accidente, de quedar atrapada en el bosque..., antes de John.

Observo una vez más al espejo rectangular y largo frente a mí, extrañaba ver mi figura en un vestido de gala.

Para ésta vez mi vestido es de una sola pieza. El color vino de éste se fusiona a la perfección con mi cabello largo y ondulado. La pieza muestra una prudente visión de mi pierna izquierda, arriba, se apega a mi cadera y a mis curvas. En el centro, muestra un profundo escote en V resaltando el inicio de mis pechos y dejando a mis hombros al descubierto.

—Me lo llevo —dije dándome la vuelta al chico que estaba atendiendo. Él ni siquiera puede disimular la manera en la que ve todo de mí, todo, menos mi rostro. Idiota.

—¿En efectivo o en tarjeta? —Preguntó agachando la cabeza al darse cuenta que le estaba dando una mirada cero amistosa.

—Tarjeta —dije sacándola de mi pequeña cartera.

—¿Señorita Meyerson? —Preguntó leyendo el apellido que está junto al nombre de la tarjeta de crédito que le acabo de entregar.

—Sí —contesté segura sin darle oportunidad de salir a mis nervios por usar una tarjeta que no es mía—. Y llevaré el collar de perlas con el diamante en el centro. El que está en la ventanilla. Gracias.

Y con eso cerré la puerta del vestidor dejando salir muy lentamente la respiración que no sabía que estaba guardando.

Otro deja vú. Siempre me pasaba: después de mostrarme en la actitud de superioridad y frialdad con las demás personas, cuándo nadie me veía, esa armadura se alejaba de mí. Se iba y no volvía.

Y entonces, otra vez, caí en la cuenta que a pesar de todos los años creer que nadie me veía vulnerable..., Jonathan, mi extraño, sí lo había hecho.

Él ha visto mi vulnerabilidad, y no sólo mi yo cuándo no soy fría y con superioridad..., también me había visto al natural. Dejándome sin la necesidad de encontrar facetas para mostrarle.

Me observó una vez más en el espejo. Extrañaba verme elegante, arreglarme, estar en boutiques elegantes y tiendas de líneas de ropa. Extrañaba ver a mi cabello más limpio y mejor cuidado. Mis uñas ya no tienen la tierra que antes tenían.

No me molestaré en negarlo, extrañaba todo esto. Extrañaba ver a esta Dalia mostrando sus curvas en un vestido de figura.

Y espero que John no se impresione demasiado..., él sólo vió a la Dalia natural y sin ninguna faceta planeada a mostrar, no quiero alejarlo por ver a la Dalia que era antes de él.

#-#

—Dos mil quinientos dólares es el total —dice el hombre de mediana estatura y uniforme detrás de la caja—. Su tarjeta, señorita Meyerson.

Señorita Meyerson.

Lo repitió tan lento que mis alarmas se encendieron. Por supuesto que duda, está siendo una de las tiendas más exclusivas de la ciudad saben de la existencia de Rebekah Meyerson y que yo esté usando su tarjeta sin ella cerca de mí, bueno, en mi defensa necesito llegar a la fiesta de caridad de los socios de la empresa de mis padres para llegar a mi abuelo.

De toda mi familia, mi amplia familia, mi abuelo es quién con sus contactos me ayudará a mí y a Joshn sin pedir cosas ridículas a cambio. Además de escucharme y entenderme, él sí me ha demostrado que puedo contar con su apoyo incondicional.

El lado malo es que en mi situación, no puedo acercarme mucho sin llamar la atención.

Y aprovechando que los socios de mi padre son quienes dan la fiesta de caridad -fiesta que todos los años la hacen y esté es el primero al que asistiré-, sé que mi abuelo estará ahí. Sólo será cuestión de llamar su atención, o acercarme a él en la mínima oportunidad que se presente.

Y, por supuesto, todo esto no lo pude pensar antes. Y ahora lo tengo en mente gracias a Rebekah. Cuando la conocí en el baño del club al que John y yo fuimos con los de la camioneta apestosa, no tenía idea de volver a encontrármela y que gracias a ella podré salir de la mierda de la que mis papás se esfuerzan en mantenerme estancada.

Todo pasó tan..., rápido.

Abrazando mis brazos para mantenerme en calor, camino en las mismas aceras que ya había recorrido para llegar hasta aquí, al condominio dónde sé que mi madre se está hospedando, ¿Para qué?

Para volver cómo una cobarde.

Es demasiado temprano, y siempre estuve acostumbrada a salir después de las 8. Qué rápido cambian las cosas. Sí estuviera cómo lo estaba hace unos meses, estaría en mi cómoda cama con mis gruesas sábanas dándome calor y no caminando en una mañana dónde aún continúa nevando.

Hasta que escuché su agudo grito. En medio de la multitud de personas dirigiéndose a sus trabajos, en medio del congestionamiento de la calle, la escuché gritar mi nombre.

Levanté la mirada porqué todo este tiempo estaba viendo a mis pies moverse sin vida a casa de John.

—¿Dalia? —Preguntó, toda duda se desvaneció cuándo reparó que sí era la misma Dalia que conoció en el baño del club nocturno hace unas semanas atrás—. ¡Hey! ¡Dalia!

Sonreí sintiendo la línea fina en mis labios.

Poco era decir que me encontré a Rebekah.

—Hey —dije cuándo estuvo al frente de mí. Evaluándome sin ocultarlo, me pasó un brazo sobre mis hombros. Me quedé quieta ante tal acción.

—No sé qué te pasa, pero estarás mejor estando en un lugar cálido —sonrió reconfortante. Quería protestar, no estaba queriendo estar en un lugar cálido a pesar de que mi cuerpo dijera lo contrario, quería que mi vida fuera a ser cómo antes: sin problemas legales. Sin miedo a morir mientras me persigue la policía. Sin...




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