El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 37

[ESCENAS +18. LEER CON DISCRECIÓN].

Capítulo 37

JOHN

No puedo detenerme. Quería hacerlo, porqué éste no es el lugar adecuado. Pero no pude detenerme. Y sigo sin hacerlo.

Creí, por un pequeño par de segundos, que el problema había sido verla sentada sobre el escritorio: ella estaba preocupada en sus pensamientos mientras me hacía preguntas sin sentido, ¿y yo? Yo estaba preguntándome cómo en un par de horas ella pudo verse tan..., diferente. Demasiado linda y diferente.

El vestido que traía dejaba una hermosa vista de la mayoría de su pierna, se apegaba a la perfección a su pequeña cadera y cintura. Arriba, dejaba desolados a sus hombros y también una linda vista del inicio de sus pechos. Los mismos que antes han explorado mi nariz, mis labios, mi lengua y mis manos.

Era demasiado para mí verla así todo lo que va de la noche, demasiado, y no podía seguirme ahogando en su belleza sin disfrutar.

—No nos detiene nada. Te necesito ahora, extraña. —Mi respiración ya estaba demasiado errática, y no me sorprendería si mis labios están igual de rojos e hinchados que los de ella.

Con fuerza me jala del saco y sus labios se estampan en los míos. La urgencia no se ha reducido en ninguno de los dos. Vuelvo a jalarla a mí desde su cintura y ella deja de jalarme del saco mientras lo comienza a retirar lejos de mí, sin romper el contacto.

Comienzo a dejar sus labios después de haber chupado su labio inferior y bajando a su cuello, ella arquea un poco la espalda y ladea un poco la cabeza dándome mayor libertad.

La punta de mi lengua se divierte disfrutando los terrenos de ésta parte de su piel, luego mis labios van dejando camino en la curva de su cuello hasta el hombro y cuando llegué a su lóbulo mi lengua lo humedece totalmente para después ganarme un excelente escalofrío de su parte con mis cálidos susurros: —Me pregunto si ya estarás lista así cómo...—pausé buscando su mano. Encontrándola la guié hasta que ella pudiera palpitar entre mis piernas uno de sus múltiples efectos en mí—, así cómo yo ya estoy listo.

Mordí su lóbulo después de susurrar lo anterior. Con sus manos temblorosas intentaba retirar mi cinturón y bajar el zipper de éste. No dude en viajar al en medio de sus piernas y acariciar sobre la tela de sus panties lo húmeda, caliente, y lista que está.

—Ya lo estás —logré susurrar con mi respiración entrecortada en contra de la piel de su pecho, ligeramente ya sudada.

No pude evitar gruñir cuando ella tomó a mi miembro, ya duro, sus pequeños y delgados dedos lo acariciaron sobre la tela del bóxer. Comenzó a tomarlo con su mano ya, bombeándolo al ritmo perfecto. Por mi parte, mientras ella me permitía disfrutar de las sensaciones placenteras de su tacto, encontré la manera de retirarle el vestido sin rasgarlo o romperlo.

Sus pechos ya no estaban más en mi imaginación, no dudé en retirar la última prenda que me privaba de la vista total de estos. Una de mis manos aún tenía a mis dedos disfrutar del paraíso húmedo entre sus piernas, con mi otra mano comenzaba a palmear las formas de sus pechos duros. Ella gimió bajo mordiendo su labio.

Me detuve y mordí también su labio inferior, suave para no lastimarla más de lo que ella misma lo ha hecho ya.

—No quiero que gimas bajo —gruñí bajo con mi aliento en contra de sus labios—. Quiero escucharte hacerlo.

Retiré la última prenda que estaba en mi obstáculo para poder atacar a sus pechos. Observé arriba, su mirada oscura, esperando a qué me indicase si puedo continuar sabiendo que no podré detenerme después o si quiere que me detenga justo ahora.

—¿Qué... estás espe-esperando? —Tartamudeó y no pude evitar sonreír. Sin volverlo a pensar comencé a atacarlos. Mi lengua se divertía mucho dibujando sobre estos, para luego recorrer su textura dura con los besos de mis labios y mis dientes dejando su pequeña marca..., cómo un tatuaje temporal en su piel pero eterno en su memoria. De eso estoy seguro.

Mi mano pasó de acariciarlos a atacarlos. Volví a bajar la otra, encontrándome con su humedad. Dios, amo sentirla así.

Retiré completamente lo que quedaba de su vestido sobre su cuerpo dejándolo caer al suelo. —Tus piernas. A mi cintura. Ahora.

Ella sonrió y obedeció deshaciéndose de sus tacones detrás de mí.

—Dalia... —me retiré mis bóxers pero ella mantenía su vista de brillos en mis ojos—. En cualquier momento que...—

Fue rápido. Sus piernas se enrollaron a mi cintura con fuerza, acercándome a su estancia en el escritorio, estampo sus labios. No fue un beso suave, fue uno cargado de anhelo. De necesidad. De deseo. Uno bastante fuerte, cómo si por fin lo estuviera liberando de su cuerpo.

Llevé mis manos a su espalda baja, la cargué y alejándola del escritorio la estampé con la pared. Nuestros labios seguían moviéndose sobre los del otro, sin control. Besé sus comisuras antes de bajar a su mentón, las curvas de su cuello siendo el testigo de qué no sólo un camino de besos es lo que estoy dejando.

Ella llevó su mano a mi cabello, y tomó un puñado de éste con fuerza. Jalándolo. Eché la cabeza hacia atrás, mirándola, me moví en contra de ella de una estancada. Sus ojos abriéndose y mirándome. Volví a moverme con más ímpetu, de adentro hacia afuera.

Sus pechos se movían en sincronización con mis movimientos, rebotando en contra de mi pecho. Sus gemidos eran más fuertes, la fuerza con la que tomaba mi cabello aumentaba.

La observé echar la cabeza hacia atrás, gimiendo mi nombre una y otra vez. Bajé la mirada al punto en el que nuestros cuerpos se estaban uniendo, Dios, no pude evitar tragar grueso. Realmente me gustaba ésta vista.

Cuando levanté mi mirada la observé a ella también mirando ese punto, sonriendo. Estaba cerca. Lo sentía venir.

—Abajo —pedí con una inesperada gravedad en mi voz. Ella gruñó—. Y de espaldas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.