El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 40

Capítulo 40

DALIA

Intento apegarme más a mi chaqueta, el aire frío comienza a ser perceptible en el interior de la camioneta que mi abuelo me prestó. Logré cerrar las ventanas mientras subía la primera curva de la montaña. Un fuerte flashback me golpea. 

La brisa empujaba mi cabello hacia atrás de mis orejas, mi mano sirviendo de apoyo para mi mentón, observando el paisaje, a los árboles pasar y moverse al compás del viento. Papá manejaba, en el asiento de copiloto iba su prometida y junto a mí iba el guardaespaldas de papá. 

—No es momento para recordar, Dalia —me dije a mí misma cerrando un poco los ojos y sentí la fuerza en mis manos tomar el volante. Abrí los ojos de golpe, fue justo a tiempo antes de chocar en la siguiente curva logré girar el volante y continuar. 

—Tranquila, Dalia —me repetía constantemente, giré en la siguiente curva y fue ahí dónde reconocí que había sido la curva en la que mi papá perdió el control del auto. Fue en ésta curva en la que el auto salió de la carretera, fue desde esta curva que…

Presioné el freno abruptamente. Me había dado cuenta después de que lo hice, ni siquiera sabía en qué momento pero algo era seguro: no quiero terminar muerta. 

Tomé las llaves y el teléfono de emergencia de mi abuelo, éste no era “moderno” pero tenía el número de mi abuelo entonces me bastaba. Salí de la camioneta dejándola en un costado de la carretera. 

No estaba, mentalmente, apta para manejar y mucho menos en las curvas de estas montañas solitarias. 

Caminé hasta el borde de la carretera, cerca del lugar en el que el auto salió de la calle y cayó al barranco que ahora veo vacío. 

Los recuerdos siguen ahí, puedo imaginar a la perfección al auto salir de la carretera. Caer en picada. Terminar en pedazos con piezas alejadas de su lugar. 

Mi pecho se estruja muy fuerte cuándo mirando a la nada de la quebrada ante mí me imaginó a los cadáveres, jamás fueron 3 por qué mi papá no murió.

La furia me invadió, pero no gana, sólo se mezcla con el miedo de la fuerza de los recuerdos. 

Es entonces, cuándo decidí girarme ante el sonido de un motor acercándose. Una camioneta negra. Comienza a reducir su velocidad después de pasar a la par de mi camioneta. 

Los vidrios oscuros no me permiten ver el interior de quién o quienes puedan estar ahí, hasta que de manera lenta el vidrio del asiento de copiloto comienza a bajar.

El oficial del bigote mal hecho. 

Di un paso atrás cuándo el miedo me comenzaba a comer viva, él sólo me miraba confundido hasta que abrió los ojos cómo platos. 

Esa fue mi señal. Tenía que huir sí quería salir de éste bosque viva, por segunda vez. 

—¡Detén el auto! —Escuché que gritó, lo que pudo gritar después fue más débil que él sonido de mi sangre correr por mis oídos, los latidos de mi corazón golpeando en mi garganta. 

Por instinto, me estaba dirigiendo al bosque, perderlo entre los árboles era mi punto. Me giré para ver qué tan cerca estaba de mí, al no lograr escucharlo mucho. 

Y eso fue lo que no tuve que hacer. 

Mi papá. Mi propio padre estaba junto al oficial de bigote mal hecho persiguiéndome. 

Mi sangre se heló. Todo, absolutamente todo, se detuvo. 

Lágrimas querían resbalar por mis mejillas, del miedo, la tristeza y decepción que sentía de mi propio padre.

Pero llegué a este momento por venir al bosque, otra vez, y vine al bosque por John. 

Y pensar eso fue lo suficiente para seguir corriendo, huyendo. Sobreviviendo. 

Corría cómo ya lo había hecho antes, sólo que ésta vez lo hago sola. Vuelvo a observar el misml correr del agua en el río, justo cómo la primera vez John apareció cerca de ésta zona.

¿Quién iba a decirme que ese extraño, con un pasado que no creía que se volviera a reproducir… quién diría que ese chico con aura misteriosa y de ojos azules se convertiría en alguien tan importante en mi vida?

Continúo corriendo hasta sentir cómo mis pulmones pelean por aire y mis piernas por un descanso. No escuchó nada, apenas mi errática respiración mezclado con el sonido de las hojas moverse con el viento; en lo alto de las copas de los árboles.

Tapé mi boca con mi mano, esperando, me apoyé sobre el tronco. Nada. Nadie.

¿Se habrán ido ya?, ¿fueron por refuerzos?, ¿me estarán viendo estar asustada de ellos?

Cerré los ojos con fuerza. Aún con la mano ahogando cualquier oportunidad de que un sonido me delate, mi mente fue abarcada sólo por John. De nuevo.

Sus ojos azules. Su mirada tierna, encendida de un brillo imposible de ignorar y la profunda con un oscuro en el que es hermoso perderse. Sus brazos alrededor de mí. El calor que su cuerpo emitía cada vez que me abrazaba, su risa, el tacto de su piel sobre la mía.

Dios, en verdad lo extraño cómo nunca y sólo ha pasado una noche desde que no lo veo.

Pero recordarlo no fue eterno.

Un horrible escalofrío recorrió cada milímetro de mi espalda en cuánto sentí una textura diferente a la del tronco del árbol, en mi espalda.

Fui abriendo los ojos lentamente, ojalá pensará qué estoy preparándome mentalmente para lo que pueda llegar a pasarme. Ojalá. 

—Dalia —su cálido aliento golpeó a mi lóbulo.

Todo lo que soy capaz de pensar es…

Nada. Mi mente ni siquiera puede reaccionar a que esté detrás de mí. Tampoco estaba preparada.

════════════════

Nota de la autora: ¿quieren un dato curioso? Es demasiado incómodo escribir un capítulo en el teléfono, pero hay que aprovechar antes que la inspiración se vaya <3

¿sospechas o teorías de lo que se viene? 

Tal vez sí, pero no soy buena ni mala así que aquí las va una palabra de lo que se aproxima, de lo que se viene:

Hospital.

(Este capítulo fue escrito en la noche, en el celular, denle mucho amor a la historia ^^ )




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.