El Adiós Que Nunca Quise

Capítulo 43

Nota de la autora: El punto de vista más odiado, pero a la vez uno de los más importantes para el transcurso de la historia :)

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JACK

Ella no es mía.

Comencé a repetirme lo anterior de manera constante, en un intento de no perder la calma, de no actuar de manera precipitada.

Mantén la cabeza fría. Sí quieres algo, sí de verdad lo quieres, debes dejar de un lado tus sentimientos y concentrarte solamente en la meta. En tu objetivo.

Las palabras de mi padre hacen eco en el fondo de mi cabeza. Y posterior a esto, recuerdo el por qué estoy haciendo todo esto. Mi objetivo.

Observé de reojo a Dalia, nuevamente tenía lágrimas en sus ojos y sus labios temblaban ligeramente. La mención de ése fugitivo la afectó, y qué le afecté a ella me afecta a mí. Y de nuevo, vuelvo al principio: Ella no es mía.

—¿Él está bien? —Preguntó en un susurro débil, detrás de mí.

Él sonrió. Nunca entenderé cómo el sufrimiento de su propia hija es el que le causa más satisfacción.

—¿Quieres verlo tú misma? —Preguntó y supe en el momento lo que eso significaba: una trampa.

El hombre es inteligente, utiliza las condiciones a su favor.

—Solamente sí la chica dice qué bajo su voluntad irá a dónde tú la lleves —mi padre señaló al padre de Dalia, sentado a mi lado—, entonces es válido que deje de estar bajo tu cuidado —me señaló ahora a mí.

Ambos le dieron una calada a su cigarrillo.

—Mientras tanto la chica se quedará con mi hijo y tú —mi padre vuelve a señalar al padre de Dalia—, te encargarás de quitar la vista de la policía de tu nombre, porqué sí no lo haces andarán metiendo sus narices en mi negocio y en el de mis clientes. Tienes 48 horas para resolverlo.

Un silencio se instaló en el despacho. No era incómodo ni pesado, sólo era la señal para qué nos levantemos y cada quién se fuera por su lado. Pero la curiosidad no me había dejado dormir la anterior noche, así qué la pregunta dejó mis labios antes de que pudiera evitarlo.

—¿Dónde está el fugitivo? —Adopté mi postura tranquila en el asiento frente al escritorio de mi padre, tratando a toda costa de ocultar mi curiosidad.

—¿En serio te preocupa eso? —Preguntó en tono burlón, pero la mirada fría de mi padre hizo que guardará silencio y que su mirada se perdiera en cualquier rincón del lugar.

Él podía fingir a la perfección ser un hombre frío, calculador, inteligente y al qué todos deberían respetar. Lo podía hacer allá afuera, fuera de la vista de mi padre. Pero frente a él, era sólo un peón más dentro del retorcido juego de mi padre, en el qué accidentalmente entré hace unos años.

Retorcido juego qué pronto estaría bajo mi mando. Sólo tengo qué esperar un poco más para ir eliminando pieza por pieza.

—Aún lo seguimos buscando —dijo—, pero mientras mantengas a la chica en la casa de la playa no habrá problema porqué no habrá oportunidad de interacción entre ellos. A menos qué se salga de tus manos, entonces quedas fuera, sólo y tal vez eliminado. Después de todo—

—Después de todo, la familia sólo es sangre —lo interrumpí, terminando por él.

Me giré hacia Dalia. No podía permitir qué ella se fuera de mi control.

—No confíes —le pedí entre dientes—, no en él. Créeme, Dalia. Por favor.

—Tiene a John —sollozó ya con la voz quebrada—, y no creo qué él esté en una habitación cálida, en una cama con sábanas y qué le permitan darse duchas, Jack.

—Eso es cierto —dijo burlón el viejo detrás de mí.

Jalé con poca fuerza a Dalia de la mano, a un extremo del balcón.

—Dalia, si de verdad él tuviera a John —un golpe en el pecho al mencionar su nombre—, te hubiera traído algún indicio de qué eso fuera verdad, sólo para divertirse. Más de lo que ya lo hace.

Ella me veía, incrédula.

—¿En serio me pides qué confíe en lo qué me estás diciendo? ¿Qué confíe en tu palabra? ¿¡A ti!? —Llevo sus manos a su cabeza, pasándolas por su cabello.

—Tengo razones qué son motivo suficiente para qué me creas, Dalia, pero no es momento—

—Una.

—¿Eh?

—Una —repitió—, dame una razón por la qué debería creerte Jack, por qué teniéndome encerrada aquí, contigo y en contra de mi voluntad no creo qué haya. ¡Ninguna!

—¡Para protegerte! —Expulsé sintiendo un fuerte peso sobre cada uno de mis músculos, estaba tenso, y necesitaba salir de esto. Asegurarme de qué todo siga bajo mi control.

—¿Lo único qué se te ocurrió en el momento, cierto? —Preguntó apretando sus puños a sus costados.

—Escucha —la tomé de sus brazos, acercándola a mí. Mi aliento cálido cayendo sobre sus labios qué aún temblaban ligeramente, no podía hablar muy fuerte así qué hablar entre dientes fue la solución.

—..., es una larga historia del cómo me enteré de lo qué hace mi padre, pero para resumirlo fue por ser un niño curioso qué quería pasar más tiempo con su padre ausente por trabajo. Al tiempo conocí a tu padre, cómo socio de mi padre y luego de hablar un poco supe sus motivos para meterse en el sucio juego de mi papá. Tú estás incluida en sus motivos, así qué sabiendo eso no podía ir contigo y decírtelo porqué me tomarías de loco o no me creerías, así qué me involucré en toda esta mierda Dalia porqué tú estabas en ésta. Me involucré en todo esto con tal de encontrar una manera de qué salgas ilesa de esto y de—

Me detuve en seco.

Casi soltaba mi objetivo de todo esto, por supuesto qué Dalia lo es, pero ella sólo es uno.

Ella tenía muy abiertos los ojos, tal vez la sorpresa de todo lo qué dije ayudó a qué ella no prestará atención a mi torpeza de detenerme antes de terminar.

Levanté un poco la mirada, fuera de los ojos oscuros de Dalia. El hombre estaba con su celular pegado a la oreja, estaba furioso. Gritaba groserías en alemán y la vena de su frente estaba resaltada.




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