El Admirador de las Estrellas.

I.

Tenemos un vecino que nos visita para hablar mal de todo el mundo. El Sr. Ricardo (su nombre está bien puesto, pues es uno de los ricos más viejos de la cuadra) no es nada apuesto, lo que no es suficiente para él, ya que añade a su fealdad física la fealdad de su espíritu. Basta con que alguien dé la espalda para empezar a destrozarlo con la lengua. Poseedor de todas las “virtudes” teologales, él nunca tiene nada bueno que decir de nadie.

Yo le digo a mi mamá que no debería seguir tratándolo. “Qué no dirá de nosotras a nuestras espaldas”, pero ella insiste en recibirlo y darle de nuestro café importado en nuestro mejor juego de tazas. “Él es uno de los ricos de la cuadra. Conviene tenerlo por las buenas.” No puedo creer que mi mamá sea así. Yo, que solo tengo 16 años, ya me he dado sobrada cuenta de que nadie está en las buenas con él por más que lo atiborren de café Beaumont. Cuando se trata de dinero, hasta yo parezco más madura que ella.

Hoy el Sr. Ricardo se ensañó contra un muchacho del que yo no había oído hablar: “Pasé en mi camión de madrugada, y ahí estaba él como un bobo viendo las estrellas. Siempre lo veo en ese plan. Pero no te he dicho, Nilda, que Edu me dijo que lo vio una vez esperar hasta el amanecer para perseguir a la luna, y que lo vio caminando hasta la avenida a ver cómo la luna se perdía en el horizonte.”

Eso me impactó. ¿Un lobo estepario que espera hasta el amanecer para perseguir a la luna, y no quiere apartarse de ella hasta que se pierde en el horizonte? Él debe ser muy solitario. Tanto como yo.

Me llamo Selena Vázquez. Nací y crecí en este vecindario y, como era de esperarse, al cumplir los 16 empecé a despreciar todo lo que fue mi vida anterior excepto a Claudio, mi novio de temprana adolescencia. Fue él quien me despreció a mí, hace tan solo tres meses, y todavía estoy herida.

Más aún cuando él ha cambiado de pareja como 20 veces y me hago la sorda y no atiendo los rumores de que él cambió de pareja otras 20 veces más mientras estuvo conmigo. Siendo Claudio mi vecino, lamentablemente más cerca de mí que del Sr. Ricardo, me ha tocado presenciar sus 20 conquistas y morir de mortificación por las otras 20 anteriores, pues las imagino pasando por frente de mi casa en son de burla mientras él me las presentaba como “sus amigas”.

La verdad es que Claudio nunca estuvo detrás de mí. Fui yo quien dejó que me pisoteara mientras le rogaba que volviera conmigo y no me dejara así tan malamente. Dejé que destruyera mi dignidad y no lo noté sino hasta que fue muy tarde, cuando también se había dañado mi reputación. En el liceo tampoco hay muchos que hablen bien de mí.

Enterarme entonces de que por ahí anda un retrasado mental que persigue a la luna, me llenó de ilusión. Claramente, cual hombre lobo, a él le atrae es literalmente la luna, no una selenita como yo. Eso significa que quizás yo no tenga para con él ese mismo poder de atracción.

¡Pero cómo me gustaría tenerlo! Siento ganas de saber quién es, al menos por curiosidad.

“¡Es Danny, m’hijita, el hijo del Altuve, el ferretero!”, fue la respuesta de mi mamá.

De mil modos soterrados le saqué la verdad a mi mamá. Tenía miedo de que descubriera que alguien había llamado mi atención después de más de tres años que no volteaba ni a los lados, pues solo tenía ojos para ese ingrato de Claudio.

Pero al saber que el admirador de las estrellas era Daniel Altuve me sorprendí, porque sí he oído hablar de él, y en el liceo él luce muy vacío y superficial, más admirador de estrellas como Shakira y Kylie Jenner que de las estrellas en el cielo. Tiene que haber una equivocación.

Danny Altuve es uno de esos bichos extraños que no consigues en todos los liceos, pero sí en todas las novelas sobre liceístas. Él, de un modo que no logro entender, se lleva igual de bien con los populares y los nerds. En ambos grupos es recibido con igual aprecio, pero nunca lo ves entre ellos cuando esas bandas se reúnen para juguetear y estrechar sus amistades.

Danny no parece estrechar lazos con nadie ni intimar con nadie. Debe tener mucho que esconder.

Teniendo un cuerpo de fisicoculturista, pareciera que todos se han dado cuenta de su atractivo, menos él. Con un total menosprecio al gran ego que debería tener uno de su talante, penetra con esa mirada de águila a todas las chicas lindas del liceo. Pareciera que a todas las deseara, aunque nunca se le ha visto con ninguna por más de media hora.

Parece que las chicas disfrutan mucho de su compañía, pero al parecer ninguna lo termina de convencer. Él es un bicho raro.

Una vez que me enteré de que a él le daba por perseguir a la luna mientras aún estábamos pegados a nuestras sábanas, aumentó más el misterio. Ahora quiero estudiarlo con más detenimiento, empezando por mañana, cuando estemos en el liceo.




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