El Admirador de las Estrellas.

VII.

Catherine y Vanessa fueron quienes me salvaron anoche de las cruentas fauces de mis padres.

Apenas Danny me dejó en la esquina y se fue de vuelta a su casa, Vanessa cayó sobre mi espalda del mismo modo que lo acaba de hacer ahora, y al igual que ahora, el susto por poco me mató. Solo que anoche yo estaba aterida de miedo era por mis padres.

Eso no se ha comparado en nada con haber encarado hoy a Cindy. Esto fue mucho peor.

Por razones sumamente obvias, anoche Vanessa salió a mi rescate tan solo media cuadra antes de yo llegar a mi casa. Cuando entré, la tranquilidad reinaba en toda la estancia. Allí, Catherine estaba mareando a todos con sus mentiras, las cuales giraban en torno a que yo había aprovechado la oscuridad para escabullirme a donde Vanessa, y con Vanessa había pasado yo todos esos minutos desaparecida, y la prueba estaba en que Vanessa había llegado conmigo y me había traído de vuelta sana y salva.

“La próxima vez me pides permiso.”, me dijo papá con voz de ultratumba, y se fue a ver televisión, ya asegurada mi prisión en esas catacumbas a las que yo llamo “mi hogar.”

Pero a mis amigas le vi en la cara la preocupación. Vanessa me vio caminando al lado de Danny y en ese momento temió lo peor: que los meses de asecho habían llegado anoche a su conclusión.

Hoy, con mi vasito de café aun temblando en mi mano, viene Vanessa y me dice que ahora todos me asocian con Danny, Claudio incluido, como si ese zoquete me importara un bledo.

“¿Meses? ¿Cuáles meses?”, decía yo al borde del pánico, “¿Por qué ahora están ustedes hablando de ‘meses’? ¿Qué meses son esos que ustedes están diciendo?”

“Esa mentirosa cachuda de Cindy es una pistolera. Quien en realidad tiene meses asechándote es Danny, y tú eres la única que no se ha dado cuenta.”

Me quedé de piedra. ¿Quién? Danny, ¿a mí?

“Él jamás me ha puesto un ojo encima.”, dije yo, alelada. No lo podía creer.

“¡Ja! ¡Qué tonta eres, Selena!”, me dijo Catherine, que se nos sumó pocos segundos después sobre el banquito rasguñado.

“Lo que me sorprende es que tú hayas llegado a él, poniéndoselo todo más fácil.”, sentenció Vanessa.

¿Qué yo llegué a él? ¿Ahora resulta ser que la presa soy yo, y el acosador es él?

Esto es sórdido, confuso, hasta avieso. No puedo entender nada de lo que me están diciendo.

“Y ustedes dos, mis amigas en las que yo más confío, ¿Cuándo me lo esperaban decir?”

“Jamás, por supuesto. Jamás creímos que ibas a ser tú la que se acercaría a él.”

“¡Imagínate si tenemos que ponerte al tanto de todos los machos que tienes tras tus espaldas!”

“¿Qué?”

“Tu eres un arrase, m’hijita. ¿No lo sabías?”

“Sólo una cosa quiero saber, Selena. ¿Qué le hiciste anoche, que lo volviste tan loco?”

“¿YO? ¡Y qué demonios voy yo a saber!”, y fue ahí cuando por fin terminé tirando el maldito vasito en la tierra, sin probar ese café que seguro estaba envenenado.

“¿Cómo diantres saben ustedes todo ese montón de vagabunderías? ¿Cuándo diablos pasaron tantas cosas a mis espaldas, que yo no me di cuenta?, y lo que es peor, ¿Cuánto más iban a esperar Mis Amigas para decírmelo?”

“Es que tu vives siempre en las nubes, Selena. Tu nunca te das cuenta de nada.”

“Pero ahora todo es muy diferente.”, eso lo grité de una forma tan potente y agresiva, que las muchachas retrocedieron. “Todo esto me está haciendo mucho daño, y la excusa de que vivo en las nubes ya no les sirve de nada. Así que ahora se sientan y me lo van a explicar todo con tanta claridad como si se lo estuvieran explicando a una niña de 6 años.”

Pues sí, en efecto. De algún modo que todavía es un misterio, un buen día a Danny se le ocurrió poner su mirada sobre mí, y según las muchachas, una vez que él empezó, no paró.

Por otras razones que también son misteriosas, su interés por mí no se diluyó con el tiempo, y por otras razones que yo no comprendo, Danny se las arregló para mantener su asecho tan discreto, que yo, su presa, jamás noté que el tipo nunca me quitaba los ojos de encima.

Pero todos, incluyendo Catherine y Vanessa, si se dieron cuenta. Incluyendo Cindy que, reventada de celos, proyectó todas las culpas sobre mí.

“Pero Cindy ya tiene novio, y es nada menos que el primo de Danny. ¿Qué interés puede tener ella en Danny?”

“Eres ingenua, muchacha.”

“Ese noviazgo con Alejo no significa nada para ella. A quien ella quiere es a Danny.”

“En todos estos años, Cindy no ha dejado de estar enamorada de Danny ni por un segundo.”

“Pero ella, con un par de mentiras lo arregla todo con Alejo. Total, todo se lo cree el muy pendejo.”

“Y cómo ella llegó primero que tú, Selena, se siente con todo el derecho de verte como una amenaza.”

“¿Amenaza, yo? ¿A Cindy Miller?”

“Amenaza, sí. Ya me lo dijo mi hermana de buena fuente; que Danny está completamente decidido a enfilar toda su artillería contra ti, empezando esta misma tarde.”

“¿Qué… QUÉ?

“Dime de una vez, Selena. ¿Qué le dijiste anoche, que se volvió tan loco por ti?”

“Solo un par de frases en latín.”

“¿La Tín? ¿Qué cosa es una tín?”

“¡Oh, Dios mío!”

Creo que esas son sus razones. Yo siempre cometo el error del ladrón, que juzga según su condición, y creo que, por ser inteligente, todas las demás deben serlo. ¿Cuándo aprenderé a valorarme?

“Pero eso se lo achaqué fue a mi papá. Danny cree que son cosas de él.”

“Eres inteligente, manita, pero lo que tienes de inteligente lo tienes también de mansa.”

“Yo diría de mensa. Selena, si Danny fuera tan tonto como crees, ¿él tendría tantos meses taladrándote las nalgas con sus ojos?”




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