El Admirador de las Estrellas.

VIII.

Bien, llegó la tarde, y con ella, el terror.

Es a partir de esta tarde que ese “tipo” va a enfilar toda su artillería contra mí, ¿verdad?

Yo estaba plenamente segura, según me habían advertido las muchachas, de que ese monstruo de 12 metros todo lo que quería era… no lo quiero ni pensar.

Yo necesitaba respirar hondo y calmarme, no dejarme dominar por la paranoia.

¿Acaso no las conozco? ¿Acaso ellas no han sido, de toda la vida, así de deslenguadas e insolentes?

Cindy Miller está mil veces más buena y tiene más tiempo detrás de él. ¿Por qué? ¿Qué tiene él de especial? Es un retrasado mental que solo mira a las estrellas y a las mensas mansas como yo.

¿Por qué Cindy Miller tiene un interés tan agresivo en él, que protege su territorio con esas garras tan afiladas? Ojalá eso fuera lo único que yo, la “inteligentísima”, no entendiera.

¿Qué sentido tiene para Danny vigilarme tras las sombras? ¿Qué es lo que ve en mí? A menos, por supuesto, que yo conozca tan bien a las muchachas que, como siempre ha sucedido, lo que ellas quieren es jugar con mis miedos para divertirse a costillas mías. Ellas son adorables, pero en ocasiones sus juegos son muy pesados. Hacía tiempo que no lo hacían, y creo que esta es una de las suyas.

Pero eso no cambia lo de Danny en absoluto. Lo he dejado entrar en mi vida como un nuevo personaje de mi escenario particular y, según ellas dicen, se está peleando el papel protagónico. Ahora todos me asocian con él, Claudio incluido, y eso no era mentira.

El chisme se regó como la pólvora. La comidilla se despertó a costillas mías cuando un chismoso oculto, a sabiendas de la “obsesión” que tiene Danny conmigo, nos vio anoche caminando juntos y no aguantó para decírselo a todo el mundo. De todo eso me enteré porque Vanessa y Catherine me lo dijeron. De no ser por ellas, yo todavía andaría por las nubes.

No sé si agradecerles o pegarles. Me asquea que la gente de aquí sea tan chismosa. Tengo que volver a respirar hondo. Ahora no solo es la paranoia, sino también la indignación, quienes me están dominando.

Pues bien, estaba yo, como se ve, respirando hondo y sopesando los pros y contras de mi recién nacida situación. Llegué a la conclusión de que tenía más cosas a favor que en contra y, por lo tanto, no había razón para yo estar temblando. Incluyo a Cindy, pues ya yo me consideraba “prevenida”.

Entonces pasó lo que yo menos deseaba: se fue la luz y todo se puso como boca de lobo. ¿Dónde tenía yo metida la cabeza, que no me di cuenta de que la tarde se me fue volando?

Celular en mano, que al menos estaba en 40%, salí como una ratoncita de la seguridad de mi agujero, cuando caminé hacia la puerta y vi la oscura silueta de mi papá parado allí, como un morgalla (usando palabras del Sr. Ricardo) viendo las estrellas.

¿Acaso eso se está convirtiendo ahora en una epidemia?

“¿Con quién hablas, papá?”, le pregunté yo, muy inocentemente.

“¿Ah? ¡Hola, Selito lindo! ¿Dónde estabas metida?”

“En mi cuarto, y ¿con quién… “

La silueta, oscura y robusta, me dejó clavada al suelo como la imborrable huella de sangre de un crimen nefasto. Sentí que me iba a morir.

“Ah, él es Danny.”

¿Qué hace él aquí, tal cual como me lo predijeron las “bromistas” y en las condiciones que a él más le convienen; a oscuras?

“Vive al final de esta calle, por donde vive Morocho, ¿recuerdas?”

Papá, ¿me quieres reconfortar, haciéndome creer que no has escuchado los rumores?

Según ellos, tu deberías es matarnos, no ser su cómplice.

“Hola, Selena.”

“Hola, Danny.”

“Danny estaba buscando la casa de Vanessa. Ella le pidió el favor de que le fabricara un mechero para cuando se vuelva a ir la luz y, ya ves, se fue antes de que pudiera hacérselo.”

“¡Qué desafortunado! Con todo, aquí llevo una lámpara para no quedar mal con ella.”

“¿Puedes llevarlo donde Vanessa, Sely? Él no sabe dónde vive ella.”

“¿AH?”

¿Así que esa era su artillería barata? Estaba tan oscuro, que mis indignadas expresiones faciales no se veían. Yo tenía que gesticular como un Power Ranger para que se comprendiera mi estupefacción.

“No se preocupe, Sr. Luigi. No exponga a su hija, yo puedo ir solo.”

Yo tenía ganas de felicitarlo por haber comprendido mis expresiones en una oscuridad tan cerrada, pero no, el abusivo se enfrascó fue en usar sus manipulaciones, y ahora me tenía maniatada a mis pruritos morales.

¡Maldita sea la educación!

“Está bien, yo te llevo.”

Esbirro mentiroso manipulador. ¿Acaso debo creerle que Vanessa, después de aterrarme con sus advertencias, haya venido a convertirse en cómplice de un morboso acosador e intrigante?

Me hice de tripas corazón para tenerlo caminando otra vez a mi lado. Ya habíamos cruzado la calle, lejos de la mirada de águila de mi papá, cuando Danny al fin se sinceró conmigo.

“Lamento haberte sacado de tu casa con una mentira tan burda, Selena. Pero es que necesitaba hablar contigo.”

“Soy toda oídos.”, le contesté yo con mi voz más gélida y cortante.

“Sobre esos rumores que han corrido…”

“Si, ya me llegaron.”, le interrumpí para no entrar en detalles. Espero que, así como supo leerme en la oscuridad de mi casa, sepa también leer las ganas que tengo de darle una soberbia bofetada.

“Perdón por eso…”

“Perdonado.”

Lo dejé cortado. Creo que esa no se la esperaba, pero yo, gallarda, le solté a mansalva sin ninguna conmiseración:

¿Ya? ¿Eso era todo lo que tenías que decirme?”

“Al parecer te interrumpí en mal momento.”

“Así es. No estoy del mejor humor para escucharte. Lo siento.”




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