Cuando Brian recuperó el conocimiento, se percató que estaba en el baúl de un auto en movimiento, atado de pies y manos, con una cinta pegante en la boca.
—Eres un buen guarde espaldas, Octavio, cazaste ese sapo justo antes de que croara.
Brian recordó que le habían implantado un localizador en una muela, que se activaba con una secuencia especial de chasquidos.
Brian realizó los chasquidos, y al poco tiempo la camioneta del juez fue detenida por la policía. El juez Plinio, su amante y el guardaespaldas fueron arrestados. Aunque no se pudo comprobar que ellos habían asesinado a la mujer, fueron sentenciados a treinta años de cárcel por secuestro.