El agrio olor de la vainilla

Capitulo 2

Todo se remontaba a la época en la que ella vivía en Honduras. No tenía mucho dinero, vivía de lo que podía producir, muchas veces no le alcanzaba para la comida del diario, salía a las calles a vender dulces, de vez en cuando se tenia que comer su propia mercancía por cuestiones de hambre, sus deudas eran muy altas y sus esperanzas de salir de ellas, pocas. No tenía nada más que la ropa con la que salía a su trabajo y un vestido rojo pasión que la acompañaba. Nunca lo había usado más que una sola vez, en su graduación, la última vez que fue feliz y el día que ese pequeño accidente comenzó a crecer dentro de ella. Desde ese punto, todo cambio para ella, simplemente comenzó a ir en picada. Entre tantas cosas que había pasado después de eso se dio cuenta que , el único sentido de la vida sufrir mientras se vivía, nunca creyó en ningún pecado capital, tampoco en el hecho de que algunas personas no van al cielo. No creía en Dios, pensaba que la Tierra era el infierno que Dios había creado para burlarse de los humanos y sus esperanzas falsas, que los movían para llegar a un supuesto cielo que nunca alcanzarían, solo para verlos sufrir (un verdadero infierno).

Un día no pudo aguantar más el hambre que la consumía y le hacía doler la cabeza exageradamente. Decidió usar su vestido rojo y hacer lo que cualquiera haría en su posición: prostituirse. Siempre trató de evitar llegar a ese punto. ¿Qué dirían sus padres si la pudieran ver en ese momento? Pero no le importó, después de todo a pesar de ser reconocidos médicos la tiraron a la calle al saber que estaba embarazada, a pesar de abortar a su hijo volvió a la casa para encontrarse con ellos, pero ya no estaban, todo estaba desolado, según un vecino se habían ido del país, no entendía si ese había sido su plan desde el inicio o si solo se querían deshacer de ella, pero aun así Clara siguió aferrándose a la vida. Aunque no sabía la razón. Tal vez era un reflejo que todos los seres vivos tienen. Algunos desean la muerte, pero cuando llega, todos se aferran a la vida.

Al salir a la calle, la primera noche de su nuevo trabajo, pensó que nadie la recogería. Pero justo vio un carro último modelo al fondo, que venía a gran velocidad y paró justo enfrente de ella. Bajó la ventana despacio, pero no completamente. Aun así, era lo justo para ver ese cabello rubio y deslumbrante como el oro, esos ojos azules cual mar y esa mirada que la desvestía con solo mirarla. Era William.

No pudo evitar verlo: sus facciones tan marcadas, su perfume de diseñador que, aunque estuviera a tres metros, podía olerse. Era algo tan especial y característico de él, nunca volvió a oler un aroma igual, un aroma a vainilla. La miró de arriba abajo, dejó que entrara en su carro, ni siquiera le preguntó qué hacía allí a esa hora. Supuso que era más que obvio. Ya en el carro le dijo: “Hola, hoy mi nombre será William. Dime, ¿cómo te llamas?”. Ella le respondió, y él solo dijo: “Tu precio no importa, pero ¿tienes libre toda la noche?”. Ella respondió asintiendo la cabeza suavemente, atónita por lo que podría pasar esa noche. Desde ese punto, su vida pasaba a ser posesión de una persona por toda una noche, y aún no sabía ni siquiera cuánto le cobraría.

Salieron de ese lugar, fueron al mejor restaurante de la ciudad. Ella se bajó del carro preocupada por su aspecto; se había arreglado para salir, pero no para un lugar de este estilo. Él lo notó y solo le dijo: “Tranquila, nadie te dirá nada. Con ese vestido resaltas entre los demás”. Ella se sonrojó. Pasó una noche muy especial, podía ser el mejor día de toda su vida. Cuando le trajeron el plato de comida, no quiso verse desesperada y comió despacio, aunque por dentro quisiera devorar todo.

Después de esa cena y una charla tan larga que duró horas, los tuvieron que sacar del lugar. Pero no importaba, porque estaba con el hombre más espectacular que había conocido o conocería. Volvieron a su apartamento. Él la dejó al frente sin ninguna objeción, pero era algo extraño. ¿Era todo? ¿No tendría que tener sexo con él? Por eso le preguntó:

—Disculpe, señor William, pensé que usted requería otro tipo de servicios.

A lo que él rápidamente contestó:

—Primero, el "señor" sobra. Y segundo, noté que tenías algo de hambre. Además, no estaré contigo la primera vez que te veo, no soy ese tipo de hombre.

Acordaron verse al siguiente día y se fue.

Le pago tanto que no vio la necesidad de salir en días, y justamente para eso lo hacia, el le dijo que no quería que estuviera con mas hombres que no fueran el, queria exclusividad absoluta, lo cual sonaba bien para Clara. Ella siempre era puntual, fue un requisito previo que le solicito, se veían cada cuatro días desde la segunda vez, pero no solo para tener sexo; era algo más especial, algo más profundo. Era como la relación que siempre soñó, y él definitivamente era el hombre que ella soñaba. Cada vez se sentía más unida a él. Su economía había mejorado increíblemente, él le ayudo en todos los aspectos, no tenía más problemas. No podía creer cómo un hombre podía cambiar su vida tan drásticamente. Ella lo adoraba, lo veneraba, era todo lo que ella tenía. La única condición que tuvo que cumplir para seguir esa vida fue operarse para no poder quedar en embarazo, pero para ella era algo mínimo y sin importancia en comparación con todo lo que él le daba. Pero eso solo hizo que le doliera más lo que le hizo.



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En el texto hay: psicologico, romance, suspenso

Editado: 14.07.2025

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