El agrio olor de la vainilla

Capitulo 3

Cuando termino de recordar su historia con William, se dio cuenta que ya estaba llegando a su casa, a pocos minutos de llegar, creyó ver algo en el asiento de atrás, como si fuera una persona, la sombra de una mujer que no podía reconocer. Solo veía esos ojos azules en el retrovisor. Tuvo que parar, pero no encontró nada allí. Siguió su camino. Al llegar a la puerta, y mientras bajaba las cosas que necesitaba, alguien la saludó desde la casa de al lado. Era Jessica, su vecina, sacando la basura.
—Hola, vecina. Buena tarde.
—Hola —respondió cortante, preocupada de que no fuera a ver algo sospechoso en lo que llevaba.
—¿Está todo bien? La noto algo agitada, y hace rato escuché algunos gritos en la casa —le dijo Jessica.
Debía guardar las apariencias, entonces solo respondió:
—Claro, solo con un poco de prisa. Esos gritos fueron de mi esposo, él estaba viendo un partido o algo así, ya sabe cómo son.
—Ah, sí. Él es así cuando juega su equipo favorito, se emociona tanto.
—¿Perdone?, ¿Qué acaba de decir? —le contestó Clara con la sangre hirviendo.
—Que así son cuando ven fútbol.
Clara no respondió. Ella estaba segura de lo que había escuchado. Jessica entró a la casa un poco rápido, cosa que alteró a Clara. “Creo que no se creyó lo del fútbol”, pensó.
Entró a la casa. Solo pudo ver el desastre que había en toda su casa. Dejó las cosas en la sala. Pensó cómo haría las cosas. Primero, se tuvo que poner guantes y otra ropa por si salpicaba algo de ácido. Metió el ácido primero, pero a la hora de mover el cuerpo, este era pesado cual piedra. No sabía en qué momento una simple llamada de teléfono la había llevado a ese punto. ¿Cómo es que una llamada podía cambiar tanto su vida?, siempre tenia que haber alguien mas en su relación, llego a pensar que ella no era lo suficiente para nadie, porque nadie estaba satisfecho con ella. Ni siquiera pensando que era una persona excepcional, pudo salvarse de los deseos carnales del cuerpo humano. Recordó esa llamada esa misma tarde. Después de un comportamiento tan raro los últimos meses, ya tenía algunas sospechas de que él le era infiel. Pero ella no se dejaría engañar dos veces, por lo que comenzó a seguir el registro de llamadas de su esposo. Le puso un localizador a su auto sin que él lo supiera. No se movería, no daría ni un respiro sin que ella lo supiera, estaría dispuesta a todo para lograrlo, incluso si eso significara que no hubiera mas respiros.
“¿Pero al final nada de eso bastó, cierto? Incluso yo, estando en la casa, fue capaz de hablar con esa zorra”, incluso sabiendo que ella le estaba cocinaba un pastel de vainilla, para su cumple años, y juntos esperarían a su mama para la comida. Era algo de no creer. Recordó esas palabras que retumbaban en su cabeza y le hacían quererse arrancar cada pelo de ira, las palabras: “Listo, lleva algo especial, arréglate, ponte maquillaje, vamos a ir a un restaurante elegante, después de todo hoy es una fecha especial, nos vemos por la noche, te amo”.
Siguió moviendo el cuerpo hacia el contenedor de plástico, el cuerpo dejo un liquido baboso y oscuro en el sofá blanco, otro problema para la lista, y estaba mojado, lo que lo hacia aun mas pesado; cuando lo intento meter se dio cuenta… claro, ¿cómo había sido tan ciega? El envase era muy pequeño para un cuerpo tan grande. Soltó el cuerpo y se quedó en shock, sin saber qué hacer.
No tenía tiempo. Desde que abrió la puerta de la casa se dio cuenta de la podredumbre. Cualquiera se daría cuenta de lo que pasaba. Los vecinos sospecharían de tanto silencio, sospecharían de no verlo por la ventana de la sala como de costumbre todas las noches, viendo las noticias. Solo se le ocurrió cortarlo tal cerdo, no le quedaba opción. No era algo que hubiera hecho antes, no con un cuerpo tan grande. Debía ser precisa, no podía cometer error. Menos mal ya se había puesto ropa apropiada para el trabajo.
Decidió hacerlo ahí mismo en la sala. No tenía la fuerza para poder mover el cuerpo ella sola. Era muy pesado. Su exesposo era alguien de 1.90 que pesaba 20 kg más que ella, por lo que aprovechó esa vieja alfombra que estaba debajo del sofá para absorber toda la sangre. De todas maneras, no le había gustado nunca; solo la compró para complacer a Edward. Fue en busca de su cuchillo más grande, junto con un martillo para los huesos. No podía dejar nada más que los dientes por fuera. Era algo que quería conservar. Siempre le había gustado la sonrisa de él, no dejaría que eso se perdiera en lo profundo del ácido.
Comenzó por ahí. Con el martillo golpeó los dientes, los sacó del fondo de la garganta, incluso los contó para revisar que ninguno de ellos faltara. Después llegó el momento de empezar a cortar. Lo hizo de una manera rápida pero precisa. No dejaba parte por fuera; justo cuando terminaba con un trozo lo tiraba al ácido. Ya iba por la mitad de su hazaña cuando lo escuchó: era el camión de la basura de las 7 p. m. ¿Cómo había visto tan bien sin una pizca de luz? Menos mal había sacado la basura ya hace dos días, por lo que solo encendió la luz y siguió.
Justo cuando pasó el camión, ella lo pudo ver por la ventana.
—¿Espera, la ventana? He hecho esto a los ojos de la gente sin siquiera darme cuenta —dijo para sí misma.
Jessica era una persona bastante olvidadiza, por lo que siempre sacaba la basura justo cuando el camión pasaba, cosa que Clara sabía. Por lo que corrió a cerrar las cortinas, pero al ver por la ventana creyó ver la sombra de una mujer viéndola desde la casa del lado. Ella cerró las cortinas. Estaba segura de que la había visto, una sombra igual a la de su carro, cosa que no era posible, no obstante era la misma Jessica. Solo vio esos ojos azules que le aterraron y la llenaron de furia, aunque esta vez tenía una mirada tan profunda y de desprecio que parecía denigrante. Debió ver toda la sangre que tenía por todo su cuerpo, parecía una masacre.
Corrió a la puerta, dejó todo atrás sin pensarlo, salió por la puerta sin siquiera ver si había alguien afuera. Fue allí cuando corrió donde Jessica. Llevaba su cuchillo consigo, estaba decidida a matarla por todo lo que la había hecho pasar. Ya no había vuelta atrás.
Fue por detrás de la casa de ella. Fue rápido, pero con cuidado. La vio por la ventana, sentada, viendo la televisión y hablando por celular. Debía ser cuidadosa para que no se escapara. Al llegar a la parte de atrás, vio la puerta de vidrio corrediza, justo lo que necesitaba. Ahora solo debía tener suerte y que estuviera abierta. Por suerte para ella, lo estaba. “¿Qué clase de loca deja la puerta abierta y espera que nadie entre, mucho más viviendo sola?”, pensó Clara. Entró despacio, aunque podía hacer un poco de ruido, el televisor estaba con volumen alto, no la escucharía. Cerró la puerta de cristal al pasar. La vio desde la esquina de la cocina. Estaba parada mirando el televisor, le estaba dando la espalda. Había dos platos, pero con diferente comida, en la mesa del centro. “Claro, está llamando a mi esposo, lo está esperando como habían quedado”.



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En el texto hay: psicologico, romance, suspenso

Editado: 14.07.2025

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