El Ajenjo

La lluvia

Me desperté más tarde de lo habitual. No tenía energía para hacer nada. Estaba solo en casa, como de costumbre, el día era fresco y llovía. El viento hacía que las hojas que caían en mi porche se acumularan, como todo lo que había sentido últimamente.

No tenía ganas de levantarme de la cama. Estaba hastiado, pero tenía deberes que hacer y tareas que completar. Después de pensar y pensar durante un rato, llegué a la conclusión de que realmente no me sentía bien para hacer nada. Quería dormir. Quería sentir que mi vida no dependía de mí. Quería vivir mi vida sin vivirla. Lo único que me salvaba eran las tazas de amargo café que tomaba cada tres o cuatro horas.

Ahora llovía. Las gotas de agua caían como si el mismo cielo llorara. Después de tanto hablar de mis problemas a voz alta mientras me recostaba en el césped de mi porche, sentí que el mismo cielo se conmocionaba por cómo me sentía.

No importaba lo que hubiera contado, problemas infantiles o problemas sin importancia, era lo que me decían mis padres cuando les contaba lo que sentía. No me sentía cómodo para que supieran lo que en realidad sentía, y por más que intentaba desviar la atención que ponían sobre mi persona hacia otra cosa que no se tratara de mí, al fin y al cabo, son mis padres. Supongo que ellos pueden saber cuando las cosas no van bien dentro de lo que ellos siguen llamando su propiedad.

Sin saber que yo ya no era aquella simple persona a la que podían hacer feliz llevándome al parque o cocinando lo que era mi comida favorita. Yo había crecido, así como mis gustos y mi pesar emocional.

Puede resultar difícil a veces entender qué es lo que sientes. El saber por qué de las cosas y el poder darte cuenta de que a veces el problema puede ser o no ser uno mismo, pero, con el pasar de los años he dejado de pensar en que el problema no se trata de mí y he comenzado a creer que todo pasa por no ser yo suficientemente bueno para alguien. No creo serlo para mis padres, y he ahí mi sentir.

Mis ideas hacia ellos son vagas sin llegar al desinterés. Los quiero, los amo, al final de todo gracias a ellos es que puedo estar aquí. Pero no puedo dejar de pensar que estarían mejor sin mí.

Sé que no les debo nada, sé que mi sentir es más grande que mi pesar, pero no puedo evitar acongojarme al pensar que no he sido quien debía. No soy quien ellos han querido que fuese, tal como aquel árbol que siembras y cuidas esperando sus frutos, para que al final te lleves una sorpresa al enterarte que todo es amargo, que no hay bien que crezca de tu agrado, pero que tampoco lo puedes desechar, pues ya has invertido incontables horas de cuidado para que fuese quien es hoy.

Me quedé allí tumbado en el césped, mirando las gotas de lluvia caer y escuchando el sonido del viento soplando entre los árboles. Me sentí tan solo y aislado. Me sentí como si no perteneciera a ningún sitio. Me sentí como si no fuera lo suficientemente bueno.

Cerré los ojos y respiré hondo. Intenté relajarme y dejar que la lluvia me limpiara. Intenté dejar de pensar en todo lo que me hacía sentir mal.

Después de unos minutos, empecé a sentirme mejor. Empecé a sentirme más conectado con la naturaleza. Empecé a sentirme más esperanzado. Abrí los ojos y miré a mi alrededor. El mundo seguía ahí. El sol todavía brillaba. Las flores todavía florecían.

Me di cuenta de que todo iba a estar bien. Me di cuenta de que no estaba solo. Me di cuenta de que era lo suficientemente bueno. Me levanté del suelo y entré en casa. Me di un baño, me puse ropa limpia. 

Tenía hambre, eran ya pasadas de las 2 de la tarde y yo seguía sin probar bocado. No quería comer, pero tenía qué. Tomé algo rápido, lo primero que vi, no tenía energía siquiera para cocinar.

Mientras comía, pensé en todo lo que había pasado. Pensé en todas las cosas que me provocaban esta aflicción. Terminé de comer y me puse de pie. Miré por la ventana. El sol todavía brillaba. La lluvía seguía su curso de siempre.

Estuve perdido en lo que eran mis pensamientos, en lo que creía solo eran ideas que pasaban por mi mente de vez en cuando, pero, no era del todo así. Pasaba mis días en pensamientos constantes respecto a esto, no eran ya solamente ideas, se habían convertido en algo que era parte de mí, en una realidad, en algo que yo creía con fervor. Me levanté de donde estaba, recostarme, no había hecho siquiera algo de quehacer pero yo estaba agotado, lo único que yo quería era dormir. no tenía energía para nada más y así fue, me dormí por varias horas.

al volver al despertar vi que ya era algo de noche, apenas caía el sol, pero parecía que ya eran las 12 de la media noche por la poca luz que se podía ver desde mi ventana. Me levanté, me vestí y me dirigí a la cocina. No había leche, tenía que ir al mercado a comprar más, tomé un abrigo, una bolsa, mi cartera y salí. El viento soplaba, haciendo bailar mi cabello que yo trataba de cubrir con un gorro. El frío de noviembre había llegado y con su llegada, aún más pesar.

El sol, como había mencionado, se ocultaba, huía de mí, y las nubes que parecían no tener fin, se apretaban en el cielo y daban lugar a largos periodos de cierta oscuridad que anunciaban que todo cambiaría.

El cambio no era antinatural, al contrario, era necesario. Toda vida existente cambia, ya sea para bien o para mal, todos cambiamos; pero, cuando yo cambio lo hago para peor, y era lo que me hacía preocupar. Esta temporada trae consigo muchos fantasmas. Ideas que alguna vez tuve, sentimientos que alguna vez sentí, y un sentir que me es agobiante.

No había tomado una sombrilla antes de salir y la lluvia llegó, tuve que refugiarme bajo un árbol y esperar hasta que ésta cesara. Junto a mí se acercó un pequeño gato, era un gato blanco y tenía manchas, parecía una vaca pequeña y peluda. Justo la lluvia comenzó a ceder y decidí volver a casa. Caminando por suelos húmedos y árboles que parecían plañir al viento pasar entre sus ramas y dejar caer las pocas gotas de agua que quedaban en ellos. Me di cuenta de que aquel pequeño amigo seguía mi camino, creo haber sido de su agrado. Llegué a casa, vacía cuán auditorio un lunes por la mañana, entré.




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