El albino de pelo negro

Capítulo II - Adaptándose al entorno

“—Antes eras un niñato malcriado. Ahora parece que te cambiaron por otro.”

 

Y así, pasó un día completo de mi nueva vida como uno de los hijos varones de una familia de nobles de clase baja. El gallo cantó al primer rayo de luz del día.

Somos cuatro hijos varones y dormimos en una misma habitación. Y nuestras tres hermanas tenían dos cuartos, se turnaban para usar las habitaciones separadas, aunque Cizca siempre se negaba a dormir sin compañía.

Somos una familia pobre si la comparamos al promedio de una casa noble común. Nuestros sirvientes son escasos y tenemos que ayudarnos entre nosotros. No me parecía mal, al menos sentía que éramos una familia más unida que las demás.

Entre mis hermanas se arreglaban el pelo. Por mi parte, me tocó ayudar a mi hermano mayor Milios, él tiene doce años. Tuve que acarrear una cubeta de agua que íbamos a ocupar entre los dos. El agua era escasa pero al menos serviría para limpiarnos lo suficiente.

Llevé un poco de jabón hecho en base a aceites vegetales y cenizas. Ya en el baño, comencé a lavarme. Mi hermano mayor me quedó mirando.

—¿Te estás enjabonando? —dijo, anonadado.

—Sí. ¿Y por qué esa pregunta? —respondí.

—Bueno. ¿No odiabas el jabón? Antes parecías un puerco y ni siquiera te atrevías a entrar al baño.

—¡Oye!

Esa afirmación me ofendió.

—A ver —dije escuetamente, aunque estuve tentado a decirle “mira pequeño adolescente con cara de pajillero”. Sin embargo me abstuve de crear conflictos innecesarios—. Quizás a esto se le llama madurar. ¿No crees?

Milios comenzó a reír a carcajadas y luego me dio unas cuantas palmadas fuertes en la espalda que casi terminaron conmigo en el suelo.

—Antes eras un niñato malcriado. Ahora parece que te cambiaron por otro.

De pronto, me di cuenta de que ni siquiera conocía mis costumbres de antaño. ¿Y si tenían el pensamiento de llevarme de nuevo a la Eclesia por sospechas de que el medallón sagrado tuvo efecto?

—No es que me guste, es que mamá se enojó conmigo por lo que pasó ayer y tengo que portarme bien —dije, inventando una excusa.

Y Milios volvió a reír a carcajadas.

—¡Algo supe! ¿En serio manchaste de lodo la habitación de arpías?

—¿Arpías?

Parecía existir alguna clase de roce entre hermanos del que no me había enterado antes. Y ahora era la ocasión perfecta de conocer los chismes familiares.

—Arpía es un insulto, no sé que significa pero se lo escuché a alguien cuando fuimos a abastecernos en el pueblo.

No me refería al significado de Arpía, pajillero, estaba aludiendo a que continuaras con la conversación. ¿Y además como usas ese insulto si ni siquiera conoces su significado?

—¿Y qué pasa con nuestras hermanas?

—¿Que no te acuerdas? Solo tenemos tres habitaciones, y Flavia y Sileia comenzaron a reclamar porque como éramos cuatro hombres, nos habían dado las habitaciones en dos, y ellas eran solo tres. Y después de tanto reclamar, nos metieron a los cuatro en esta habitación y a ellas les dieron las dos. Esas Arpías se están turnando para dormir en una habitación propia. ¿No te da rabia?

Bueno, la verdad es que visto de esa forma es entendible su frustración.

—Parece que ahora tendrán que volver a ocupar una habitación. Al menos hasta que puedan limpiar el lodo de la ropa de cama —dije, mientras me encogía de hombros.

—Sí, y se siente de puta madre.

Milios siguió riendo a carcajadas, hasta que Yianni, nuestro hermano de nueve años comenzó a golpear la puerta.

—¡Cállense y salgan rápido! —gritó Yianni.

—¡Si sigues te convierto en carne de Cardrillo! —exclamó Milios.

Bueno. Al menos conmigo no es tan agresivo.

Después de una ducha express, que consistió en soltar medio cubo de agua en cada uno para sacarnos el jabón del cuerpo, salimos del baño.

En la habitación nos vestimos con ropa casual. Hoy era un día libre y por lo visto, solo había que relajarse. Pero por mi parte, alguien que posee el conocimiento y la experiencia de cinco vidas, relajarse no formaba parte de mi diccionario.

Sí. Con el conocimiento obtenido, decidí comenzar a hacer ejercicios diarios. Los suficientes con el objetivo de conseguir movilidad y músculos adecuados para mi edad.

Mientras iba al salón principal, fui frenado por Flavia.

—¡Tú! —me dijo con irritación y me apuntó con el dedo—. ¿¡Cómo te atreves a ensuciar la habitación con lodo!?

—¿Le preguntaste lo que realmente pasó a Cizca?

—Sí, ella me dijo que le manchaste la cara con lodo.

Pequeña enana cabrona con memoria selectiva.

—Fue ella la que me dio de beber lodo con césped.

—¿Qué?

—La estaba cuidando para que no se fuera a escapar durante la lluvia, y Cizca empezó a jugar con las tazas y la tetera de barro. Pero ella le puso lodo y césped a mi taza.



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En el texto hay: fin del mundo, elegidos, dioses artificiales

Editado: 20.08.2022

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