El albino de pelo negro

Capítulo V - Don divino

“—Así es. Aunque cuidado, a veces la primera impresión es errónea y nos puede llevar a la confusión.”

 

Me encontraba en el jardín trasero de la casa. De cuclillas, estaba pensando en probar algún tipo de don divino. Tenía que asegurarme para qué era apto.

Por ahora, no había ningún modo de saber si tenía alguna clase de bendición divina, pero lo que sí podía hacer era comprobar si poseía algún don divino, ya que eso era un poco más común en las personas.

Para entenderlo de un modo simple, don divino y bendición son dos cosas distintas. La bendición divina te permite usar uno de los elementos de la naturaleza de forma casi ilimitada, sin la necesidad de tenerlos cerca. Incluso puedes acceder a reforzar tu cuerpo, sin que tengas que prepararlo previamente y sin sufrir de fatiga extrema al dejar de usarlo por un tiempo prolongado. Pero había un problema, tenías que despertar esa bendición divina.

En cambio, el don divino te permite modificar lo que tengas a mano. Como por ejemplo, deformar o dirigir el fuego de una hoguera de un punto A o B, o extirpar la llama de una antorcha y trasladarlo a un arma sin que esta se apague.

El único problema, es que nacer con el don de los dioses no era algo común, y tener dos o más habilidades con los elementos te convertía en una rareza cotizada por los imperios y reinos de todo el mundo.

Sí. Los campeones poseen una bendición divina, además de uno o dos dones divinos. Y si saben usarlas bien, se convierten en guerreros invencibles.

Sin embargo, poseer dones o bendiciones no significa que seas apto para ser elegido por la Gran Columna. Muchos campeones peregrinaron a la ciudad de Agránathos para probarse ante la Gran Columna, y fueron rechazados.

En fin, mi apuesta va por la reacción del collar sagrado de la Eclesia. Debía tener algo, aunque fuese solo un don divino. Y si lo tenía, me facilitaría la vida bastante.

Primero, practiqué con la tierra. Uno de los conocimientos básicos para activar los dones divinos era imaginar dentro de ti una especie de ebullición. Al menos así lo consiguió el primer elegido.

Cerré los ojos e imaginé un cuerpo humano completamente vacío, gradualmente, gotas de vapor comenzaban a llenar el cuerpo hasta que finalmente entró en ebullición.

Pero no ocurría nada en mi propio cuerpo, y eso era una mala señal.

Me crucé de brazos. Estaba cometiendo alguna clase de error. Me senté en posición de loto e imaginé ese mismo cuerpo, pero esta vez desde mi perspectiva.

Volví a cerrar los ojos, y miré hacia abajo. Al imaginar que esa forma humana empezaba a entrar en ebullición, comencé a sentir una especie de picor en mis piernas, luego en mi torso y finalmente en los brazos. Parecía que el percutor estaba funcionando bien.

Abrí los ojos, e imaginé que arrastraba la tierra en el aire y construía una especie de castillo de arena, pero nada ocurrió. Solo algunas partículas se movieron.

Dejé de intentarlo con la tierra. Ahora era el momento de probar con otro elemento. Miré fijamente el árbol del jardín, una de las ramas parecía endeble.

Cerré los ojos y sentí el viento a mi alrededor. Volví a imaginar la ebullición en mi cuerpo y cuando terminé de activar el percutor, hice el amago de dar un falso bofetón hacia la rama. Se movió y sentí como el viento cambió su dirección, pero no conseguí romperla.

Hasta el momento, tenía aptitudes por lo que mi teoría no estaba tan errada.

El fuego quedaba descartado por ahora. Tal vez podría hacer una hoguera en el sitio baldío para comprobar mi afinidad con el fuego, aunque tendría que tomar las precauciones necesarias para que no se convirtiera en un incendio.

Sobre el agua, como era un bien escaso, tendría que esperar hasta que lloviese o podría resignarme a perder un vaso de agua para practicar con este elemento.

Comencé a escarbar en la tierra. Ahora tendría que probar el don divino del reforzamiento.

Por suerte, casi al instante pillé un gusano. Lo agarré con la punta de los dedos. El don divino de reforzamiento era peligroso, por eso necesitaba practicar con animales o insectos, ojala muertos.

Apliqué la misma teoría, activé el percutor y entré en ebullición un poco más rápido que antes. Observé en detalle el cuerpo del gusano, su movimiento, las formas ondulantes de su figura.

El gusano parecía indemne. No veía deformaciones en su cuerpo. Para comprobar si el reforzamiento había salido bien, lo agarre con dos dedos y comencé a apretarlo. Ya no era blando, se había endurecido, pero podía moverse con soltura.

El don divino funcionó. Lo negativo era sostener la concentración. Si fallaba, podría desgarrar el cuerpo del gusano…

—¿Qué edtas haciendo hedmani…

Di un respingo ante mi imprevista hermana, Cizca. Perdí mi concentración y el gusano estalló en mis manos. Pedazos del bicho nos cayeron encima, manchándonos la ropa y el rostro.

Cizca soltó un grito y echó a correr hacia la casa llorando. Logré saber qué clase de don divino poseía, ¿pero a qué precio? Tragué saliva y resignado, esperé mi castigo en posición de loto mientras contemplaba los restos del pobre bicho esparcidos en el suelo.



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En el texto hay: fin del mundo, elegidos, dioses artificiales

Editado: 20.08.2022

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