El albino de pelo negro

Capítulo IX - Día de limpieza.

“—Claro. Pero tú tendrás que convencerlos. ¿También sabes cómo los vas a ayudar?

 

Me encontraba en casa. Las clases particulares habían terminado y por una estupidez, Milios y Yianni estaban en una lucha de resistencia. ¿Qué clase de lucha de resistencia? Muy simple.

Aquello consistía en usar un casco de soldado que encontré en la bodega de la casa. Uno de ellos se colocaba el casco y el otro, con una espada de madera, lo golpeaba cerca del oído.

En la vida del elegido que se convirtió en un comerciante, vi esta clase de reto entre plebeyos. Me pareció interesante y para evitar que estos dos se hicieran daño, decidí explicarles en qué consistía éste reto.

Y así, acabamos con estos dos mocosos en un absurdo duelo de resistencia. ¿Y cuál fue el motivo de la discusión? Yianni después de tanto tiempo, logró asestar un estoque a Milios durante la clase de espadas.

—¡Te dejé golpearme a propósito, carne de Cardrillo! —exclamó Milios.

—¡Mentira! ¡Te gané limpiamente! ¡Mamón! —gritó Yianni.

—Cálmense —dije, con tranquilidad—. El ganador se decidirá por quien aguanta más en este duelo. Así que comencemos. Díganme un número del uno al diez y el que esté más cerca del número que estoy pensando, empezará primero.

—Siete —dijo Milios.

—Diez —dijo Yianni.

Obviamente, no había pensado en ningún número. Solo quería darle un poco de ventaja al menor de ellos.

—Había pensado en el nueve. Comienza Yianni.

Milios chasqueó la lengua. Bastante fastidiado, se puso el casco de soldado y se sentó en el tronco de madera que usábamos como banca.

Yianni extendió la mano hacia atrás y con todo el impulso posible, golpeó a Milios en la oreja, desestabilizándolo. La madera al chocar con el casco de metal resonó en el ambiente.

—¿Estás bien? —pregunté.

Milios asintió, aunque se le notaba bastante aturdido. Se sacó el casco y se acercó a a Yianni.

—¡Dame eso! —exclamó Milios. Le quitó la espada a Yianni y lo forzó a ponerse el casco—. Ahora vas a ver.

Noté que Yianni estaba bastante asustado, pero las reglas son las reglas. Si aceptó el duelo, entonces tendrá que atenerse a las consecuencias.

Milios hizo un movimiento similar al de Yianni, teniendo el brazo tensado y extendido para impulsarlo con toda su fuerza posible.

—¡¿Qué están haciendo?! —gritó Kassani. Finalmente había llegado.

Los tres miramos a nuestra madre. Casi como si los hubiese hechizado, Milios y Yianni se pusieron de pie y se acercaron a Kassani.

Obviamente me hice el sorprendido, pero ya me esperaba esta situación. ¿Por qué? Simple. Cuando fui a buscar el casco a la bodega, me topé con Flavia y le expliqué lo que había sucedido. De esta manera, ella se lo contaría a Kassani y así los detendría.

—¡Eso es de tu padre! —dijo Kassani, mirando a Yianni—. ¡Quítatelo de inmediato!

Yianni se quitó el casco de soldado y lo dejó sobre el tronco de árbol. Se le notaba asustado.

—¡Y tú! —prosiguió Kassani, mirando a Milios—. ¡Por qué estabas apuntando esa espada de madera a tu hermano menor!

—¡No, mamá! ¡No es lo que piensas! ¡Fue idea de Tarcus! —dijo Milios, señalándome.

Me llevé una mano al corazón y fingí consternación.

—¿Mi idea? ¡¿Yo?! Jamás sería capaz de hacer algo así. Solo pasaba por aquí y me quedé mirando.

—No te creo —soltó Kassani—. Estás mintiendo.

Tragué saliva. ¿Cómo fue que perdí tan rápido la confianza de mis padres?

—¡Mamá! ¡Tarcus nos enseñó a jugar este juego! —dijo Yianni.

Me traicionaron. Estos dos mocosos me habían traicionado sin ninguna clase de pudor.

—Lo sabía —Kassani se cruzó de brazos—. Los tres están castigados.

Solté un suspiro. Esto fue un daño colateral en toda regla.

—¡No lo he golpeado! ¿Igual me vas a castigar? —reclamó Milios.

—A todos. No habrá excepción.

No me había dado cuenta, pero Milios seguía sosteniendo la espada de madera y con la misma, le dio un severo golpe en el estómago a Yianni. Nuestro hermano de nueve años cayó al suelo agarrándose el estómago y se revolcó, como si le hubiesen dado con una masa de hierro.

 Kassani estaba con la boca abierta.

—¡Suficiente! —exclamó Kassani y lo agarró de la oreja.

Milios soltó un grito de dolor mientras era forzado por su madre a seguirlo.

—¿¡Pero y los demás?!

—¡Los demás pueden esperar! Ya veré después —respondió Kassani. Nos miró a Flavia y a mí—. Primero encárguense de Yianni y llévenlo a casa.

Finalmente, Kassani se llevó a Milios tirándolo de la oreja.  Gracias, hermano. Jamás olvidaré tu valeroso sacrificio involuntario.



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En el texto hay: fin del mundo, elegidos, dioses artificiales

Editado: 20.08.2022

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