El albino de pelo negro

Capítulo XIV - Orgullo

—¡Ten un poco de dignidad! ¡Ser inhumano!

 

Doquia Sarreli Van Kolóna, se encontraba en su habitación personal. Sentada en su cama, apoyó su mentón con la mano derecha. Cometió un grave error. Dejó que unos niños entraran al despacho personal del Alto Sacerdote y no los detuvo.

Ella pensó que solo recuperarían sus cosas, sus recuerdos de una vida antes del orfanato. Nunca se imaginó que uno de esos niños robaría la llave del despacho.

Sin embargo, si el Alto Sacerdote se enteraba de que el amigo de la niña albina fue el que robó la llave, entonces no enfocaría su castigo en quien cometió el delito. Se centraría en atormentar a la niña.

Doquia había escuchado la razón de por qué el Alto Sacerdote guardaba tantos resentimientos contra los albinos. Sin embargo, eran habladurías ambiguas y solo se enteró de que tuvo algo que ver con su esposa.

Los rumores provenían de unos sacerdotes anteriores a la llegada del Alto Sacerdote. Y después de algunos meses, el orden dentro de la Eclesia fue cambiando. Trasladaron a los sacerdotes más antiguos a otros pueblos y ciudades. A partir de ahí, los rumores se acabaron y Doquia nunca logró saber con exactitud, lo que había ocurrido.

Y él, comenzó a hostigarla. Incluso llegó a comprometer a su familia al acosarla. Sí, el Alto Sacerdote le había revelado que provenía de una familia importante de la capital, y que su influencia abarcaba incluso a quienes regían el imperio.

De pronto, alguien tocó la puerta. Se levantó de la cama y la abrió. Era Vassil. Un sacerdote de rostro alargado, bolsas grises en los ojos y que rondaba los sesenta años de edad. Ambos inclinaron la cabeza levemente.

—El Alto Sacerdote está convocando una reunión de urgencia en el auditorio principal. Me pidieron que le avisara, sacerdotisa.

—Iré lo más pronto posible.

Vassil inclinó la cabeza y Doquia imitó el gesto. Era una forma de saludo y despedida del clero.

Ella esperó hasta que estuvo segura de que el sacerdote no estaba a su vista. Cerró la puerta con suavidad.

Los nervios la habían vencido y no logró preparar una explicación convincente durante la noche. A pesar de no conciliar el sueño.

Apoyó su frente en la puerta. «Tengo que hacerlo, debo ir. No puedo quedarme aquí por más tiempo», se dijo a sí misma.

Finalmente, salió de la habitación y caminó hacia el salón principal.

Durante el trayecto, recordó la amenaza que sufrió por parte del Alto Sacerdote. Cuando la niña albina llegó al orfanato, Doquia había demostrado interés por ayudarla a adaptarse. Sin embargo, el Alto Sacerdote le mostró el emblema real de una de las casas nobles más importantes de la capital, y la amenazó con cancelar un compromiso clave que la familia Sarreli necesitaba para afianzar su estatus dentro de la capital.

Si el compromiso se desmoronaba, la familia Sarreli perdería su cupo dentro del consejo de nobles. Y en esa situación, el emperador les podría quitar el territorio que poseía una de las minas de cobre más importante del imperio.

Doquia llegó al salón principal. Había un Quírigo haciendo guardia. Cuando la vio, inclinó la cabeza e inmediatamente le abrió la puerta. Doquia le agradeció y entró al auditorio.

Los sacerdotes se congregaban en grupos. Al fondo del salón, el Alto Sacerdote estaba apoyado en la muralla, cerca de la tarima, junto al sacerdote Phanos y la sacerdotisa Ismene.

Esperaron durante diez minutos más, hasta que el sacerdote Phanos le dio la orden de cerrar la puerta al Quírigo. Éste hizo caso y al cerrarlas, se escuchó el chirrido de la madera arrastrando el suelo.

Finalmente, el salón quedó cerrado. Las ventanas estaban abiertas y las persianas subidas, por lo que entraba suficiente luz en el auditorio.

El Alto Sacerdote subió a la tarima y se posicionó de frente a toda la audiencia.

—Os he convocado a esta reunión para discutir un asunto de extrema gravedad. Jamás ha existido un precedente de esta magnitud dentro de mi mandato en la Eclesia de Nevrochi.

Los sacerdotes guardaron silencio y algunos mostraron rostros de consternación, pero Doquia sabía que el rumor se había esparcido por todo el orfanato. Algunos solo actuaban.

—Y por esta situación, he decidido investigar los dormitorios de todos los miembros del clero de Nevrochi.

Se oyeron murmullos, variados murmullos entre los convocados a la reunión.

—¿Eso nos incluye a todos los aquí presentes? —preguntó uno de los sacerdotes.

—Todos, sin excepción.

—Alto Sacerdote. ¡¿No se está extralimitando en sus decisiones?! —preguntó una sacerdotisa.

—Es una decisión extrema, ciertamente —expuso Vassil—. Ninguno de los Quarídegos tiene la necesidad de robar nada. La investigación debe ser dirigida hacia los Quírigos y los huérfanos.

Varios sacerdotes apoyaron esa idea, el murmullo aumentó en intensidad.

—¡Silencio! —exclamó el Alto Sacerdote.



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En el texto hay: fin del mundo, elegidos, dioses artificiales

Editado: 20.08.2022

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