El albino de pelo negro

Capítulo XV - Venta

—Si consideras este castigo inapropiado, puedo aislarte de los demás. ¿Quieres pasar un tiempo en el salón de aislamiento?

 

Finalmente, los sacerdotes terminaron de inspeccionar la habitación de Doquia. Inclinó la cabeza. Antes, la sacerdotisa Ismene la inspeccionó a ella, sin encontrar nada extraño. Había sido difícil someterse a tal acto.

El Alto Sacerdote, junto con Phanos e Ismene, se reunieron en torno a Doquia.

—No encontramos la llave ni los objetos extraviados.

Doquia inclinó la cabeza.

—No tengo nada que esconder, Alto Sacerdote.

—Después de haber revisado su habitación a fondo, he concluido que usted no tuvo nada que ver respecto al robo.

—Buscamos y rebuscamos. Y nada —añadió Phanos.

—Alto Sacerdote —dijo Ismene—. ¿No les habrá dado el tiempo suficiente al clero como para esconder los objetos robados? Hemos perdido mucho tiempo revisando esta habitación.

El Alto Sacerdote negó con la cabeza.

—He ordenado a unos cuantos Quírigos a que vigilaran las estancias de los sacerdotes.

—¡Ah! ¡Acabo de recordar! —soltó Phanos de improviso, sorprendiendo incluso al Alto Sacerdote.

—¿Qué fue lo que recordaste? —preguntó Ismene.

—Un niño raro, trató de sacar a ese otro niño alto del salón de aislamiento, la otra vez. Me acuerdo que fue dos veces. La primera lo dejé libre por una tableta de recompensa, pero cuando usted me pidió que lo dejara otra vez ahí sin salir. —Phanos miró al Alto Sacerdote—. Decidí no aceptar la tableta la segunda vez. Tal vez ese niño tenga algo que ver con todo esto.

Doquia estaba preocupada. Sí, ella también había visto a ese niño dirigirse al salón de aislamiento, después de que entró al despacho.

El Alto Sacerdote aceptó la sugerencia de Phanos y todos comenzaron a ir hacia la otra ala del orfanato, donde dormían los Quírigos y los huérfanos.

Mientras caminaban, Doquia pensaba en alguna clase de solución al problema. Estaba consciente de que el odio del Alto Sacerdote a los albinos recaería en Anasfeli, y la máxima autoridad del orfanato solía perder los estribos con facilidad.

Al llegar al patio central del orfanato, vio que varios niños estaban reunidos alrededor. Escuchó murmullos, sin embargo, no conseguía entender lo que estaba pasando.

El Alto Sacerdote los ignoró, a pesar de que podría haber sucedido algo grave.

—Sacerdote Phanos, buscará al niño y lo traerá para interrogarlo. ¿Entendido? —dijo, señalando a los críos.

—¿Eh? Ah. Sí. Buscaré al mocoso. En algún lado debe estar.

El sacerdote Phanos comenzó a indagar en cada niño desde una distancia prudente, sin embargo, parecía que no lo encontraba.

De pronto, un niño salió del dormitorio de la sección uno del orfanato.

—Ese es. —Señaló Phanos.

Doquia notó que el Alto Sacerdote frunció el ceño y caminó en dirección al niño. Éste, al darse cuenta, nos miró como si hubiese sido pillado en algo malo.

—Tú eres ese niño. Ya lo recuerdo. Tú estabas con la albina —dijo el Alto Sacerdote.

El niño nos miró en silencio, parecía asustado pero Doquia notó algo extraño. Había convivido con muchos huérfanos anteriormente. La forma en que éste niño se expresaba no era natural.

—Contéstame. ¿Tú entraste a mi despacho? —preguntó el Alto Sacerdote—. Si me dices la verdad, el castigo será mínimo.

A Doquia le asqueó la sonrisa hipócrita de la máxima autoridad del orfanato. Ella estaba consciente de que todo era una mentira. El castigo sería el mismo, mintiese o no.

—Yo. ¡Yo no quería!

—Si tú no querías, quizás una niña te obligó a hacerlo. Si me devuelves la llave, y me dices quien fue, te levantaré el castigo.

Doquia frunció el ceño y miró fijamente al Alto Sacerdote. Entendió lo que intentaba hacer. Él quería inculpar a la niña albina y estaba llevando la conversación por esos términos.

De pronto, el Alto Sacerdote le devolvió la mirada. Ella desvió la vista. La rabia que sintió en ese momento se transformó en frustración. Estaba consciente de que no podía poner en riesgo el estatus de su familia por algo emocional.

—Diré quién fue, pero por favor, no me castiguen.

—Bien, entonces hazlo. Solo tienes que señalar a la culpable y luego nos darás la ubicación de la llave.

El niño asintió.

—Fue Danai. Ella me pidió que la robara.

—¿Qué? —soltó Ismene.

—¿La elegida por el collar? —preguntó Phanos.

El Alto Sacerdote frunció el ceño.

—¿Qué acabas de decir, niño?

—Fue ella —prosiguió—. Me amenazó con hacerme volar si no lo hacía.

El Alto Sacerdote se llevó una mano al mentón.



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En el texto hay: fin del mundo, elegidos, dioses artificiales

Editado: 20.08.2022

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