El albino de pelo negro

Capítulo XIX - Verdad y determinación

—Tu eres la elegida por el collar sagrado. Veo que ambas se han vuelto cercanas. Tú también vendrás.

 

Fuera del orfanato, se sentía una calma tensa. Aunque claro, más bien era mi estado de ánimo. Sería complicado inventar una historia convincente. ¿Cuál era el problema? Después de pasar una noche dentro de las murallas exteriores, es probable que no nos dejen salir.

Mientras más pensaba en ello, más me desanimaba. El próximo día, el Obispo visitaría el orfanato. Si no encontraba una manera de remover a Kirinios de su cargo, todo habría sido en vano.

Y al final, ¿qué hice con la túnica que le prestó Ana a mi hermana pequeña? La guardé debajo del árbol en el orfanato, escondida entre la maleza.

—¡Un pajadito! —exclamó Cizca, señalando a un árbol, mientras por mi parte, caminaba despejando las ramas y arbustos.

—No se dice pajadito, se dice pájaro.

—¡Pajadito!

—Que no. Tienes que decir, pájaro.

—Pájaro.

—Bien hecho.

Solté un suspiro. ¿Acaso esta niña tenía energía infinita? Ella iba muy alegre por el camino, aunque claro, el que apartaba la maleza y terminaba con rasguños era yo. Además del cansancio y la fatiga, ahora tendría que agregarle una pizca extra de dolor.

—¡Cizca! —se escuchó la voz de una mujer, a la lejanía.

—¡Tarcus! ¡Cizca! —otra voz, está vez la de un joven.

Finalmente los reconocí en la lejanía, eran Kassani y Milios. Lo había supuesto, era demasiado obvio que nos estarían buscando.

Guié a Cizca al camino rural. Aparté la maleza como pude, y pasamos entre medio de dos árboles. Las ramas bloqueaban nuestra visión. Finalmente, llegamos a la ruta que usaban las carretas.

—¡Aquí! —grité.

Cizca llamaba a su madre y levantaba los brazos de forma exagerada. Desde la lejanía, pude notar que corrieron hacia nosotros.

Kassani llegó a nuestro lado y nos abrazó a ambos mientras nos acariciaba la cabeza. Ya más calmada, nos apartó con suavidad y se puso de pie.

—¡¿Dónde estaban?! —preguntó. Se le veía extremadamente preocupada.

—En el or…

Le tapé la boca a mi hermanita pequeña. 

—En el bosque. Cizca salió porque la puerta quedó abierta. La vi salir y fui tras ella.

—¡Y por qué no nos avisaste! —gritó Kassani.

Noté a Milios con el ceño fruncido. Parecía bastante fastidiado. Sin embargo, lo ignoré y seguí con mi explicación.

—Pensé que Cizca se perdería si no la iba a buscar en ese momento. Pero cuando la fui a buscar, se había metido entre los árboles y ahí me perdí también.

Kassani se puso las manos en la cadera e inclinó la cabeza, como si estuviese pensando.

—Está bien. Pronto tendremos tiempo para conversar sobre esto. Vamos a casa. Tengo que llamar a vuestro padre.

Asentí. Tuvimos suerte, no nos castigaron pero eso podría cambiar en casa. Por su parte, Cizca se había aferrado a Kassani y no la dejaba ir. Ella levantó a la niña y la llevó en brazos.

—Volvamos a casa.

Mientras Kassani se iba junto a Cizca, sentí un golpe en el brazo. Solté un quejido y me llevé la mano a esa zona para apaciguar el dolor. Había sido Milios.

—¡Eso es porque me obligaron a salir de la cama en la mañana!

—Milios. Cizca y yo nos perdimos en el bosque y tuvimos que dormir en la oscuridad. Ten un poco de piedad.

—¿Y qué? Tampoco cumpliste con tu palabra. Tengo que ir a la academia y no me queda tiempo, quiero hacer algo grande.

Así que Milios seguía preocupado por eso. Le prometí que haríamos algo memorable, pero hasta el momento, no se me había ocurrido nada.

—Dame algunos días para pensar en eso.

Milios me lanzó otro puñetazo en el brazo. No lo vi venir y lo recibí de lleno. Se me escapó un quejido de dolor.

—¡Basta! —gritó Kassani—. Milios, si sigues haciendo eso, te voy a castigar.

Mi hermano se acercó a mi oído.

—Por cada día que pase, te daré un puñetazo —dijo Milios—. Así te vas a acordar de tu promesa.

Solté un resoplido. Joder, no tenía tiempo para lidiar con las tonterías de este pajillero.

Finalmente, nuestra familia se dirigió a casa. El trayecto duró unos veinte minutos, y en ese intertanto, vi a Milios más tenso que antes. Al parecer, lo de la academia le estaba afectando bastante.

Ya en casa, Kassani se dirigió al interior y sacó una especie de mortero con mecha, hundió el palo que sobresalía en la parte inferior en la tierra.

—Mamá. ¿Que edtas haciendo? —preguntó Cizca, mientras se acercaba al mortero.

Agarré a Cizca y la retuve a mi lado. Milios observaba a Kassani con curiosidad, desde la lejanía.



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En el texto hay: fin del mundo, elegidos, dioses artificiales

Editado: 20.08.2022

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