El Alfa Enamorado.

Capítulo 3

Un lobo blanco

 

Madeleine despertó angustiada, recordó donde estaba y se calmo un poco, el sol se había ocultado dando paso a la noche y su habitación permanencia en penumbras solo iluminada por la tenue luz de la luna que apenas empezaba a brillar en el cielo, ni en sueños pudo dejar de pensar en el hombre que vio en el bosque, la necesidad de saber quien era le carcomía los pensamientos y su mirada que ahora describía como animal, posesiva e intimidante no la dejaba en paz, la puerta fue tocada tomándola por sorpresa y exaltándola, pero al escuchar la voz de Sofia se tranquilizó y corrió a prender la luz de una de las lamparas que estaba a lado de la cama y abrió la puerta no sin antes arreglarse un poco el vestido.

— Sofia perdón me he quedado dormida — dijo después de abrir la puerta.

— No te preocupe, te deje descansar por el viaje, pero mi papá quiere que nos acompañes a cenar— dijo sonriendo.

— Si, vamos entonces — contestó, Sofia la observó como si deseara decirle algo más, pero al contrario solo sonríe y camina.

Madeleine la sigue y al llegar a las escaleras se percata de unas mas angostas que dan al ático, recordó los ruidos de la tarde y por un segundo pensó en la posibilidad de que alguien viva ahí «podría ser él» pensó, sin darse cuenta estaba por entrar al área del comedor y no dejaba de pensar, cuando se vio frente a todos sonrió con delicadeza, don Guillermo la recibió con una sonrisa enorme y María solo asintió el saludo, para su mala suerte Sebastián también estaba ahí, la miro por un corto momento y regreso la vista a su padre.

— Los hombres me han dicho que un fuerte gruñido se escucho en el bosque, pero ellos no encontraron nada ¿Sabes que paso? — dijo con molestia, por lo menos fue lo que Madeleine pudo notar.

— ¿En serio? Los hombres no me informaron nada raro, debió haber sido un lobo salvaje ya vez que desde hace meses hemos tenido más de uno diario muy cerca de la casa — dijo con tranquilidad mientras una de las muchachas ayudaba a María a servir la mesa. Madeleine los observó a ambos al escuchar a don Guillermo entendió que no debía hacer ningún comentario de su peculiar encuentro.

— Espero que no me estés ocultando nada — dijo poniéndose de pie. — Se me ha ido el apetito, María esta comida no tiene buen sabor, espero que pronto sustituyas a Lourdes — dijo con molestia y se fue, ante los ojos de Madeleine solo confirmaba que era un hombre odioso e insoportable.

— María no te preocupes ya arreglaremos esto — dijo don Guillermo al ver la mirada dolida de María.

— Yo podría ayudar en la cocina — dijo Madeleine uniéndose a la conversación.

— No, como puedes pensar que permitiré algo así, eres nuestra invitada — negó el señor Itreque.

— Como le comenté antes de venir me quiero sentir útil, así que por favor permítame ayudar en la cocina, sabe que puedo hacerlo además que me serviría — dijo con seguridad mirando a ambos.

— Madeleine, te conozco y se que no aceptaras un no por respuesta tan fácil, te dejare que pruebes, porque aquí pueden llegar a ser muy demandantes los comensales como  puedes ver, en el momento que sientas que te sobrepasa puedes dejarlo querida — contestó, Madeleine sonrió, estaba decidida a cocinar, le serviría de distracción porque cocinar siempre había sido parte de su vida, le ayudaba a desestresarse después de un mal día y sobre todo le permite ser libre, ahora que recordó a su padre se sintió nostálgica de cocinar para una familia.

La conversación cambio de tema y Madeleine se entero de que Sofia estaba comprometida o mas bien estaban por tener una fiesta para comprometerse formalmente, la reunión se llevaría acabo dentro de dos meses, con cada palabra Madeleine comprendía que sería una reunión grandísima y elegante, no era de esperarse si Sofia era la única hija de don Guillermo, sin duda algo que cualquier padre haría, cumplir los deseos de su hija. Cuando la conversación y la cena termina don Guillermo le pide a Madeleine le acompañe a su estudio. Madeleine pensó que seria una excelente oportunidad para preguntar por el hombre del bosque así que entro con impaciencia esperando su turno para hablar.

— ¿Cómo te estas sintiendo pequeña? — dijo, don Guillermo es muy dócil para hablar cuando se dirige a ella o Sofia, su imagen también ayuda con ese cabello blanco y esos ojos azules tan claro como el cielo.

— Bien, me he sentido mas tranquila y he podido dormir un poco — contestó, Madeleine dudo un momento quería preguntar sobre el hombre del bosque, pero buscaba las palabras correctas, salvaje y animal no le parecían muy correctas en una misma oración para describir a una persona.




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