A la luz de la luna...
Sebastián miraba fijamente el árbol de Gabriela, no podía sacar de su cabeza las últimas palabras de su hermano «Así que lo logro» pensó, había pasado ya dos meses, con su padre recluido en su habitación tenía demasiadas ocupaciones, con Madeleine estaba creciendo una amistad, si de esa manera puede llamarse ahora, después de ese día de verla así tan rota se sentía culpable, aunque no lo fuera, la ha escuchado llorar y se siente mal, aprieta sus manos con fuerza de recordar la imagen de Madeleine ese día en el bosque, tan desesperada y con el corazón destrozado por culpa del amor, por amar a su hermano.
—Sebastián, ¿Qué tanto piensas? — la voz de su fiel amigo lo trajo de vuelta a la realidad — Valentina llega hoy — dice muy feliz porque su hermana regresa.
—Esa es muy buena noticia, ya has pedido a tu madre que tenga todo lista para recibirla como se merece— dice mirando por última vez el árbol para girarse.
—Sí, pero aún no me contestas sigues creyendo que vendrán esos lobos endemoniados, sabes aún no he podido confirmar de donde nos visitan entre los lobos y los hombres lobos que llegaron ese día no hay rastros de manadas conocida, a pesar del ataque del líder de los Montenegro—dice con seriedad dejando de lado su felicidad por la llegada de su hermana.
—Él juro que se sintió atacado por nosotros por ello respondió de esa manera, pero... algo no me cuadra ¿Sofía como esta? —dice, pero cambia el tema sabía que él estaba al pendiente de ella.
—No dice mucho, su ex prometido y casi esposo la sigue buscando, pero se niega a hablar con él, está muy molesta y encerrada en ella misma que le saco las palabras muy forzadas— dice con desesperación.
—Es Sofia cuando se cierra a hablar no hay manera de hacer que cambie de opinión, además que es entendible...— dice sin ganas, también se estaba desesperando del rol que se había tomado en la casa desde la muerte de Alexter, camina de regreso hasta la casa, él otro lo ve curioso, pero lo sigue.
Madeleine hacia lo que ya era una costumbre para ella se sentaba a arreglar con calma el círculo de rosas, sintió que la miraban y ahí estaba quien, el lobo blanco, ese pillo que se metía a su habitación sin aviso y le ha sacado de sustos, ha agarrado la maña de dormir en su balcón y desaparecer al punto del alba —Tienes ese tino tan curioso de venir y querer asustarme— dice ella sonriendo, debía admitir que a lado de este se sentía tranquila, acompañada y segura — ¿ya has comido?, bueno es necia la pregunta supongo que si debes de cazar en los rincones del bosque— empezó a reír —Quien me vea me dirá la loca de los lobos por hablar contigo, bueno aunque hablo con hombres lobos... bueno tú me entiendes— terminó de acomodar el ultimo pedazo donde se había marchitado una rosa y nacía una pequeña —sabes lo extraño — dice, con sus manos aplasta cuidadosamente para aplanar la tierra que había movido —No puedo olvidar sus ojos, aun en mis sueños los veo, pero son esos de tono amarillo los que no me dejan en paz —suspiro, limpio con el dorso de su mano su frente que acumulaba unas cuantas gotas de sudor.
El lobo la miraba atentamente sentado sobre sus patas traseras moviendo la cola de lado a lado, cuando ella se puso de pie el lobo se acerca y jala su pantalón por el tobillo ella no entiende, pero este la jala aún más, no puede creerlo, pero le sigue hasta que se mete entre los árboles, en sus manos llevaba las herramientas de jardín que tomo prestadas, el camino lo conocía, pero tenía tiempo sin caminarlo, al fondo estaba ese arbusto de rosas blancas marchito, sintió en su pecho una opresión, con duda se acercó y lo miro de cerca la imagen de unas cuantas rosas que murieron estaba aún ahí recordó que su tía le decía que había que podar para que volviera a florecer, saco el aire de sus pulmones aguantando unas lágrimas comenzó a arreglarlo cuando termino se miraba aún más triste, acomodo la tierra de su alrededor y se dio cuenta que no tenía agua para echarle, limpio sus manos y regresó a la casa, entro a la cocina tomo una bandeja y regreso con la atenta mirada de todos pero nadie dijo nada, cansada llego con el agua y la echó — Te he dejado olvidado, espero que me perdones de ahora en adelante te cuidare— dice, Madeleine llevaba su cabello recogido con una mascada color azul soltó el moño para tomar su cabello en una coleta lo dejó en el suelo, pero cuando quiso tomarla el lobo blanco la tomó y salió corriendo con la mascada en su hocico, no era la primera vez de su habitación ha sacado toallas de mano, una blusa, mascadas y lazos, así que no renegó, ni le hablo, sonrió porque era una actitud curiosa, regreso a la casa dando una última mirada a su arbusto.
El lobo corría brincando entre los arboles con la mascada azul en su hocicó, recorrió una larga distancia hasta llegar a esa casa que parecía de seguridad, miró con cuidado y subió al techo, una de las ventanas estaba abierta de entre las rejas se escabullía y podía pasar sin problema llegaba hasta él, ese hombre que permanecía inerte en la cama, acomodo su hocico en la mano libre para sentir una leve caricia y dejar lo que a hurtado, después volvió corriendo a la casa a divisar donde estaba esa mujer que lo cautivaba como la luna, manteniéndose al margen de la casa solo para cuidar de ella.