El Alfa Enamorado.

Capítulo 23

Lobo gris...

 

 

 

Un paisaje desolador, cientos de casas abandonadas alrededor de una casa antigua, nadie, pero nadie en su sano juicio pone un pie ahí si no es bienvenido, miles de leyendas adornar a esa casa una de tantas que vive un lobo gris uno que es capaz de matar sin piedad, de atravesar con sus mirada a quien se ponga frente suyo, enorme e intocable, otros que las almas en pena de quienes murieron ahí rondan sin parar en las noches aclamando piedad de su captor y verdugo...

 

—Señor hemos dejado un grupo de lobos infiltrados en las tierras de los Itreque, las cosas no salieron como lo planeábamos hace meses nos confiamos pensamos que ellos no...—el  hombre que hablaba freno sus palabras al no escuchar nada del otro lado de la habitación, se sintió tonto parado ahí hablando solo a una puerta — si no es el momento señor yo puedo retirarme — dijo, la puerta se abrió lentamente crujiendo, entendió entonces que debía pasar, el hombre pelirrojo con barba larga, no era un debilucho al contrario era fuerte e imponente, pero el que lo recibía del otro lado daba más que miedo, terror , camino a paso firme pero con un toque de cautela.

 

—Ese día no fue un error— la voz grave del imponente hombre sentado dándole la espalda lo hizo vibrar — llegue al punto que quiera, ahora se retuerce de culpa yo no acabare con sus hijos... él mismo lo hará... lo haré que llegue a su límite — dijo de manera pausada sintiendo cada una de las palabras desde sus viseras con rencor.

 

—Aun no entiendo por qué ... lobo gris— dijo con duda él, si era verdad que tenía años a su merced pagado con poder y dinero algo que un hombre tan ruin no negaba en aceptar, harto de cumplir con órdenes de alfas y ser un beta cualquiera sin crecer se apartó de eso y este hombre que tenía frente a él le ofreció lo que tanto deseaba, pero tenía curiosidad de porqué, que era lo que lo movía, no tenía un nombre todos los conocían como el lobo gris, unas cicatrices de garras en sus rostro se dividían de lado a lado, una mirada fría e describible un ser sin corazón y sin piedad que poco salía de su escondite, maquiavélico eso era el lobo gris un monstro esperando salir uno asechando a su presa esperando el momento perfecto de atacar.

 

—Preocúpate por el dinero que te daré y las tierras que serán tuyas— gruño en respuesta la bestia al mando, él otro entendió el mensaje y lo dejo solo, — Pronto nos volveremos a ver...— dijo en voz alta el hombre lleno de venganza y rencor, jamás olvida esa noche, ni su mente ni su corazón la olvida, sabe que su corazón late solo por esa promesa que firmo con sangre, Esa noche donde murió el hombre, el honorable y gentil padre  de familia y llegó este quien ahora respira solo por cumplir su venganza, no descansara hasta que eso se haga realidad.

 

Madeleine se despertó muy temprano como todos esos días donde necesitaba solo levantarse de la cama, dormir había dejado de ser algo fácil en su vida, así que entraba en automático en sus actividades desde muy temprano, desde ese día donde fueron marcados por la tristeza la mayoría de la manada se mantenía aislada de la casa principal ella no entendía, pero si escuchaba cuchichiar a algunos el nombre de Alexter no quiso averiguar cómo había muerto tampoco es algo que quiera imaginar, en su cabeza se quedaría con el recuerdo de verle bien y sus últimas palabras. Con eso la cocina se había vuelto a quedar sin personal entonces ella entro al rol de las comidas, bajo a la cocina y en ella estaba Valentina sentada leyendo un libro alzo la vista y le dedico una ligera sonrisa.

 

—Buenos días Madeleine— dijo con una sonrisa en sus labios

 

—Buen día Valentina ya has desayunado— dijo ella acomodándose el mandil

 

— Aún no, pero he escuchado que preparas muy rico el desayuno, a mí no se me da mucho la verdad, aunque no parezca— dijo ella riendo. Madeleine ríe ante la manera tan peculiar de expresarse de ella misma

— Bien entonces unos ricos hot cakes serán bien recibidos, quiero ir por un poco de frutas al huerto— dijo Madeleine tomando una pequeña canasta para traer la fruta.

—Entonces déjame que te acompañe sirve y me doy una vuelta— dijo poniéndose de pie, las dos salieron de la casa platicando y compartiendo temas de la casa, Valentina le contaba de su niñez entre esos inmensos arboles de como jugaba a las escondidas con Sebastián y Alexter, al nombrar a ese último ella cayó en una nostalgia muy palpable — Él era un sol en esta casa, Sebastián lo admiraba mucho, su manera de ver la vida siempre fue optimista, fue valiente y sobre todo un gran líder, encontré en él un gran conversador y sobre todo siempre creyó en mi — termino de decir Valentina algo animaba y con cierta nostalgia mirando los arboles a tu alrededor.




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