El Alfa Enamorado.

Capitulo 30

Perdóname

 

 

2 hora antes...

 

Un escalofrió recorrió su cuerpo al sentir una presencia detrás suyo Madeleine se giró sobre sus pies esperando que fuera Sable, lo que ella no sabía era que el lobo se disputaba a muerte con 2 lobos negros, para su sorpresa un hombre de barba pelirrojo se presentaba frente a ella... —Hola...— dijo con su voz gruesa y cargada de un tono acido que la hizo temblar — No tengas miedo Madeleine — habló con calma mientras la miraba divertido por lo que causaba en ella.

 

— ¿Cómo sabes mi nombre? Yo a usted no lo conozco...—atino en decir, por más que quería accionarse para correr sus piernas no respondían de la misma manera.

 

—Madeleine, Madeleine... sé todo de ti—dijo mirándola a los ojos — Tu padre Jorge, perdón que nombre tan peculiar se puso — riendo por el rostro de sorpresa de la otra.

 

—Mi papá es Sandro no Jorge...—dijo con un leve tartamudeo.

 

—Sí, si lo sé él se puso Sandro para escapar del pasado—se acercó hasta ella — Pero este siempre nos alcanza— siguió sin entender que pasaba un hombre de la guardia de la casa caminaba cerca cuando miro al otro parado frente a Madeleine corrió para alejarlo pero antes de poder llegar el pelirrojo saco sus garras atacándolo, no supo en que momento saco fuerzas para correr y jalar el cabello del lobo y hacerlo soltarlo este volteo molesto y la golpeo con el dorso de la mano en el rostro haciéndola caer inconsciente la tomo como si de un costal se tratara —Lo haces muy difícil Madeleine, avísale a tu alfa lobito... si puedes— dijo en broma y camino perdiéndose en el bosque, el otro con todas las fuerzas que le quedaran se arrastró hacia casa principal sabía que él no podría frenar al hombre.

 

El hombre lobo triunfante caminaba a paso lento sabía que tardarían en darse cuenta y en llegar hasta ella debía avanzar, ahora solo quedaba esperar la segunda parte del plan, Madeleine abrió los ojos y solo miraba el camino avanzar frente a ella con la cabeza colgando en la espalda de su captor en cámara lenta miro como Sable brincaba por la espalda mordiendo las piernas del hombre haciendo que este gruñera de dolor, aventó su cuerpo por los aires cayo de un solo golpe, pudo sentir que el aire escapada de sus pulmones por el impacto no pudo gritar, Sable se aferraba al hombre pelirrojo el otro saco sus garras y ataco al lobo blanco pero ágilmente lo esquivo mordiendo uno de sus brazos haciéndolo gritar de dolor por como sus dientes arrancaban parte de la piel sacudió con tanta fuerza que mando contra un árbol a Sable el lobo cayo abrumado por el golpe que no podía ponerse alerta Madeleine miraba todo borroso sabía que ella no podía hacer nada contra un hombre así de fuerte pero ver al lobo blanco ese que le ha brindado paz, un amigo fiel en sus noches tristes... se movió por inercia poniéndose frente al lobo blanco, el pelirrojo no pudo frenar su cuerpo con la garras afiladas apuntando se encajó en el cuerpo de Madeleine en su abdomen, abrió los ojos por el dolor, pero ni un quejido pudo salir de ella, el hombre saco sus garras causándole aún más dolor dejándola caer en el suelo —no me sirves muerta mujer—gruño, sable aulló con dolor al ver el cuerpo inerte de ella, esa mujer que lo cautiva más que el brillo de la luna ella que lo abrazaba con amor y cuidaba de él, sin decir nada el hombre lo miró por última vez aplasto su pata haciéndolo retorcerse de dolor — Ahora intenta seguirnos lobito —el hombre se llevó a Madeleine con él, la tomo con una sola mano de la parte del pecho de su blusa alzándola centímetros y caminando con ella así... como si no valiera nada su vida, con la fuerza que en sus tres patas que podía mover lo siguió despacio, ahora no podía hacer nada.

 

 

 

 

Alexter corrió sin parar dejando al hombre frente a la casa, Sable no había vuelto aullar y se encontraba desorientado por más que percibía el olor de Madeleine este se ocultaba entre la tierra mojada por la lluvia fue hasta que se tomó con ese olor metálico tan particular de la sangre se tensó camino en dirección hasta mirar un charco en el suelo —Es de ella — la voz del lobo gruño — Corre — alzó la vista y miro un pequeño camino que se formaba, el cielo volvía anunciar lluvia de manera precipitada con estruendos, perdería la pista de la sangre si no se apresuraba, corría siendo empapado por el agua helada su miedo crecía aún más y su lobo se impacientaba pidiendo salir.




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