El Alfa Enamorado.

Capítulo 32

No importa ahora...

 

 

Sebastián caminaba de regreso a la casa desde las profundidades del bosque el frio se estaba haciendo notar por la caída del sol, era el tercer día de búsqueda; revisaron hasta el último rincón de los inmensos arboles solo para no encontrar nada de presencia de enemigos no volvería a ser tan confiado, miró de reojo a sus hombres exhausto —Vamos a descansar— dijo en voz alta dando con eso terminado el servicio de todos; solo la guardia quedaría a las orillas del terreno.

 

—Al parecer no hemos tenido visitas— Alexter brincaba desde uno de los árboles para acompañar a su hermano en tierra; la conmoción de todos al verle se ha ido bajando porque él al segundo día decidió que lo mejor era no esperar y se paró en la entrada de la casa, algunos lo miraron como si fuera el mismo demonio y otros con ojos de esperanza; confían en él, saben que será capaz de defenderles de esos enemigos acérrimos que ahora luchan para acabar con la poca paz que queda. Su padre no pudo decir nada, pero Sebastián entendía lo que por su mente pasaba; culpa, ese sentimiento que en sus ojos no se podían negar; María, por su parte lloro de felicidad y lo abrazo de gusto con sus sentimientos movidos aun por todo lo sucedido. Maximiliano y sus hermanos tomaron de muy buena manera el acontecimiento.

 

—Daré una vuelta más Alexter— detuvo su paso a solo un metro de salir del bosque frente a la casa.

 

—No deberías darle tantas vueltas al asunto; tu repentina obsesión de seguir en el bosque se debe a que Valentina hoy ha despertado y no tienes el valor de ir a verle— dijo cruzándose de brazos para mirarlo seriamente.

 

—No tengo porque ir, ella está bien así es más fui yo quien la arriesgo de esa manera—no tenía una excusa buena rebuscaba mucho las palabras antes de poder hilar una oración correcta.

 

—Deja de ser un cobarde hermano, acepta tus sentimientos por una vez en tu vida—palmeo su espalda —No pierdas el tiempo; si yo aún tuviera a...— detuvo sus palabras mirando de reojo a la casa.

 

—Hablas de que no pierda el tiempo y frente tuyo tienes una segunda oportunidad— dijo regresándole la palmada en la espalda; no espero que este le respondiera siguió su camino de vuelta al bosque, Alexter lo observo por un momento y después giro su vista a la ventana de Madeleine su lobo se había mantenido tranquilo sin interrumpir sus pensamientos; pensaba como él, tenían que acabar con sus enemigos para poner a salvo a todos; suspiro, soltó todo el aire de sus pulmones tomo impulso y salto hasta la venta de ella.

 

La salud de Madeleine no había mejorado pero tampoco empeorado; Sable, su fiel amigo recuperaba la movilidad pero aún le costaba apoyar su pata; por decisión propia se había quedado acompañándola, por más intentos de llevárselo el lobo blanco le gruñía; como era de esperarse el lobo dormía recostado en el suelo a los pies de Madeleine, Alexter entró con cuidado hasta ponerse frente de ella sus cabellos se acomodaban finamente en la almohada, el color de sus labios había vuelto al rosa normal del cual es dueña ese tono que le recordaba a una de las tantas rosas del círculo, se movió incomodo por tener ese ligero pensamiento, —Maldito lobo — gruño internamente culpaba a este por esos pensamientos; María, entro sin avisar sorprendiéndose de verle ahí.

 

—No esperaba verte Alexter— dijo acercándose hasta colocar su mano en la frente de Madeleine — Hoy ha tenido un poco de fiebre al parecer el doctor piensa que una infección debe de estar haciéndose presente y necesitara un medicamento más fuerte el cual ya he pedido —miro al hombre a los ojos.

 

— ¿El doctor vino? —preguntó él.

 

—Si, se ha retirado hace un momento, lo acompañe y le di la receta a una de las muchachas para que me hiciera el favor—decía mientras acomodaba la colcha que cubre el cuerpo de Madeleine —Alexter puedes por favor pasarme de ese cajón un cepillo que deje — señalando en su dirección al cajón que quedaba a ligeros dos pasos de él.

 

El no dudo mucho solo abrió el cajón que queda de su lado saco un cepillo y lo entrego a la mujer regreso la vista al cajón antes de cerrarlo; se detuvo, miro un papel que le pareció familiar lo agarro entre sus manos abriéndolo en este; ese dibujo que no entienda — ¿Qué hace esto aquí? — miro a María, la mujer cepillaba el cabello de Madeleine, alzo la vista miro el dibujo sonriendo, con delicadeza dejo el cabello de ella de nuevo sobre la almohada. —Este dibujo tú sabes ¿Qué es? — volvió a preguntar ella lo tomo de sus manos.




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