El Alfa Enamorado.

Capítulo 43

Encuentros…

 

No sabe cuántos días lleva metida en este hoyo la luz del sol es una línea de mentira que trapaza las paredes, nunca pensó que podría extrañar su calidez tanto, necesita salir de ahí o morirá; las palabras del lobo gris no la han dejado en paz y los recuerdos de su vida divagan constantemente en su cabeza cada vez que cierra los ojos intentando dormir pero no puede no puede dormir aunque el cansancio la está tumbando no puede, —mi padre siempre fue un hombre íntegro y buscaba la paz en nuestra vida pero ahora que lo recuerdo... siempre fuimos acompañados por un poco de misterio, mi madre; ¡dios! mi madre no la recuerdo era muy pequeña cuando ella murió, solo en mi mente guardo una imagen de ella parada mirando por la ventana y sus cabellos negros siendo ondeados por el viento... es todo lo que tengo de ella... su rostro; su rostro se perdió en mi memoria al paso de los años no recuerdo el color de sus ojos, no recuerdo nada de ella— dijo en voz alta para ella misma.

 

De nuevo la puerta suena siendo abierta es una de las mujeres de la casa con comida, como siempre no la voltea a ver deja el plato donde pueda tomarlo y se va, admite que no tiene apetito y se la ha pasado tomando agua la poca que le brindan, necesita salir de ahí, no puede morir dentro de esas cuatro paredes...

 

Ha dejado de llorar sus ojos se han cansado y de ellos no sale una gota más, esta agradecida que Alexter no ha venido suena irónico, aunque muere por verle, pero si el llegara a poner un pie ahí seria para luchar y las palabras de Renato jurando venganza le asustan...

 

—Interrumpo tus pensamientos — la voz caballerosa de Renato se escucha desde una de las paredes, como todos los días llega se recarga a ella y le habla de un sinfín de cosas.

 

—No, realmente no pensaba en nada — contestó tratando de recuperar su lucidez para ponerle atención.

 

—Las mujeres me han dicho que no comes nada y al lobo gris eso no le ha gustado — dijo con seriedad.

 

—No creo que al lobo gris le importe que muera de hambre —contestó sin ganas de discutir su mala alimentación.

 

—El señor gris es algo malo, bueno es maldito como el diablo mismo, pero no desea que mueras de hambre — lo escucha mover su pie como siempre golpeando la pared.

 

—¿Cuántos días han pasado? — tiene esa duda, ella misma ha contado casi dos semanas.

 

—Dos semanas, dos largas semanas has estado metida en este lugar, comes muy poco y eso no está bien, pero te tengo una buena noticia, se te permitirá bañarte creo que eso te caería bien— se asoma por las rejas, el parecido que tiene con Gabriela aun la deja sin aliento a pesar de que solo la conoce en fotografías, se grabó tan bien sus rasgos. No contesta nada cree que él sabe su respuesta. Escucha como de una parte de la pared de donde esta se abre una puerta oculta.

 

Renato se para frente a ella, es alto demasiado alto, con su mano le guía el camino, camina detrás de él sin decir nada, observa el lugar a cada paso y es igual de oscuro y tétrico que el espacio en la celda esa. Llegan al final de uno de esos pasillos interminables y abre la puerta dejando ver una habitación pequeña con su cama en medio de ella y un par de muebles, de una ventana enrejada entra la tenue luz del sol.

 

—Este lugar... — su voz sale apenas audible.

 

—Sera tu nueva morada, bueno después de discutir con el lobo gris creo que debes estar aquí el frio está calando más a pesar de estar a finales del invierno aquí puede uno congelarse con facilidad, entra — dijo, pero no puede avanzar, él desea que se quede ahí por más tiempo... «Madeleine sabes que no puedes escapar, no hagas enojar al lobo gris puede ser algo atemorizante sin proponérselo y de malas, aunque siempre está de malas... pero si no te lo recomiendo».

 

—Yo no quiero estar aquí — dice mirándolo a los ojos «No entiendo porque debo de estar aquí» vuelve a decir tratando de encontrar una respuesta.

 

—Yo no tengo una respuesta a eso, entra y has las cosas más fáciles — con eso ultimo la empuja con fuerza, pero sin hacerle daño dentro y cierra la puerta sin seguro, la abre y él la ve a los ojos «no te encerrare no porque confié en que no escaparas, pero hay demasiados hombres aquí que son malos y viéndote sola no te prometo que se porten muy bien» con eso último se va.




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