El Alfa supremo y la Omega

Capítulo 2: El club.

Su presencia era un enigma, una fuerza magnética que me atraía y repelía al mismo tiempo. Retrocedí, pero mis pies no respondieron; parecían pegados al suelo. Él se acercó, y una corriente eléctrica me recorrió el cuerpo.

—¿Quién eres tú? —preguntó, y su voz, cargada de misterio, despertó una curiosidad que superó mi miedo.

—Por tu aspecto, diría que no perteneces a este lugar, ¿me equivoco? —añadió, recorriendo mi cuerpo con una mirada penetrante.

Al escuchar sus palabras, lo miré a los ojos. Su mirada se congeló. Mis manos temblaron y mi corazón se aceleró, pero no dejé que me intimidara. Ese hombre no me daba buena espina; preferí alejarme, así que con la frente en alto pasé junto a él, ignorando sus palabras.

—¿Qué quiso decir ese imbécil? ¿Qué no puedo estar en un club como este porque no llevo un vestido corto como las demás chicas? —Apreté los puños, la rabia me invadió. Todo esto era culpa de Daniel.

Por muchos años sentí algo muy bonito por él. Per este día destrozó mi corazón, y eso que ni siquiera le he hablado de mis sentimientos.

—¿Qué pasó? —me preguntó mi amiga al verme llegar a su lado. Me miró atentamente, como si intentara leer mis pensamientos.

—Nada —le respondí, desanimada.

—¿Dónde estabas? Por favor, no hagas nada estúpido, no me hagas pasar más vergüenza de la que ya tengo.

—Tranquila, solo fui por un trago al bar —contestó con una risita Adela mientras me mostraba su vaso con cerveza.

—¡Tranquila! ¿No había roto Daniel con ella hace dos años? ¿Por qué estaban juntos ahora? No creo que estuvieran hablando por casualidad, ¿o sí?

—No lo sé, amiga. Realmente no sé nada de su relación —contesté, con el cuerpo ardiendo de frustración.

En los altavoces del club, la voz de un chico resonó. El público estalló en gritos y aplausos. Dirigimos nuestra atención a la pista de baile, donde un estudiante de último curso sostenía el micrófono.

—Señoras y señores, conozcamos al soltero más codiciado, el hombre que atrae la atención de todos con una sola mirada, cuyo estilo de vida es el sueño de muchos. Hoy, mi querido amigo regresa a nuestra manada, y mañana se unirá a nuestra escuela para conquistar sus corazones, chicas. ¡Reciban con un fuerte aplauso a Ángel Sullivan! —El club entero vitoreó y aplaudió con fuerza. El griterío de las chicas a mi lado casi me ensordeció. Ángel observaba al compañero que sujetaba el micrófono con superioridad, sin dignarse a sonreír a la multitud, como si fuera una celebridad distante.

—¿Qué tiene de bueno ese tipo? —pensé, pero mis ojos se abrieron de par en par al reconocerlo.

—¡Era él! —murmuré, al darme cuenta de que hacía unos minutos había tropezado con él.

—Dios mío, es tan guapo —decían las chicas a mi lado.

—Está buenísimo. Mira qué peinado. Ha venido del extranjero, por eso es tan elegante, guapo y fornido. Y su cara es como su nombre: la de un ángel —decían impresionadas las chicas a mi alrededor.

—Pensé que solo Daniel podía ser tan bello, pero ahora me daba cuenta de que ese chico le acababa de quitar el puesto.

—Oh, cállate, no digas mentiras. Daniel es más bello. Míralo. Daniel será nuestro alfa en el futuro, y este recién llegado no puede tener el aura que él tiene. He oído que Ángel es un playboy y solo le gusta jugar con las mujeres. Los dos hermanos son totalmente opuestos entre sí, ¿no crees? —seguían comentando todos los de la manada, discutiendo entre ellos sobre cuál de los dos hermanos era el mejor.

—Amiga, yo solo puedo decir que un nuevo “chocolate blanco” ha llegado a nuestra escuela —al escucharla decir eso, me reí entre dientes. Adela y sus ocurrencias.

—¿Por qué lo dices? —le pregunté, interesada en escuchar su opinión.

—Oye, ¿acaso estás ciega? Es más guapo que tú Daniel.

—Realmente no me interesaba. Quiero irme. ¿Me llevas o pido un taxi? —le dije, acariciándome la sien, ya que la cabeza no dejaba de martillarme.

—No seas tan aguafiestas. Por favor, quédate un ratito más. Acabábamos de llegar, dentro de media hora nos vamos —asentí, aceptando quedarme otro rato más. Adela me condujo hacia el bar. ¿Cómo podría decirle que no a mi amiga? No podía dejar que Daniel me arruinara la noche.

—Ignóralo —me murmuró Adela, señalando a Daniel.

Desde lejos vi que Daniel estaba enojado. Recordé que por la mañana también lo había visto de mal humor. ¿Será por el regreso de su hermano? La chica a su lado le dijo algo, y entonces Daniel volteó y miró en dirección a donde yo estaba.

Abrí los ojos al sentir su mirada. Sostuve su mirada, esos ojos profundos y oscuros. Él fue el primero en romper el contacto visual y se giró hacia Julia, su exnovia. Daniel negó con la cabeza, y ambos se rieron. Tal vez estaban hablando de mí.

Esa chica debía estar tramando algo. Miré cómo se aferraba a Daniel, como si fuera su salvavidas. Habían roto y no habían vuelto a estar juntos en todo ese tiempo, entonces, ¿por qué ahora? Me lo pregunté intrigada. Al escuchar al camarero, salí de mis pensamientos.

—¿Qué desea tomar, señorita?

—Agua —le respondí brevemente, ya que jamás había tomado licor.

—¿Está segura? —insistió el hombre, levantando las cejas y mirando a mi amiga, que estaba distraída observando al hombre alto al fondo de la tarima.

—Sí —respondí cortamente.

—Una cerveza —pidió mi amiga a gritos al camarero, sin mirarlo. Él trajo ambos vasos. Adela, al ver el agua en el mío, se rió escandalosamente.

—Sabes que no me gusta beber. No es que mis padres me reprendan por ello, simplemente no me gusta. El sabor es horrible —le dije mientras ella se reía a carcajadas, burlándose de mí.

Aquel lugar era un laberinto de luces parpadeantes y sombras danzantes. La música era un latido ensordecedor que retumbaba en mis oídos, vibrando en cada hueso de mi cuerpo, produciéndome un dolor de cabeza punzante. El aire, denso y cargado de humo, con olor a sudor, alcohol barato y perfume dulce, me asfixiaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.