El Alfa supremo y la Omega

Capítulo 7: Mi mate y compañero.

No podía describir lo que sentía en ese momento. De hecho, no podía creerlo.

Mi mate… era él.

Daniel.

Su nombre retumbaba en mi mente, llenando cada rincón de mi ser con una mezcla de asombro y emoción. Era como si un sueño que había acariciado durante años, en silencio y con anhelo, se hubiera vuelto realidad.

Lo amaba. Desde la infancia, lo había amado. Cuando éramos niños, jugábamos juntos sin preocupaciones. Nos habíamos hecho inseparables, compañeros de juegos y de travesuras. Pero con el tiempo, todo cambió. Daniel comenzó su entrenamiento para convertirse en Alfa, y yo me enfoqué en mis estudios. Aun así, siempre habíamos estado cerca.

Lo seguía a todas partes, incluso en la escuela secundaria. Siempre encontraba una razón para estar cerca de él. Pero lo que realmente selló mi amor por él, ocurrió hace tres años…

Esa noche volvía sola a casa. No me di cuenta del peligro hasta que fue demasiado tarde. Varios lobos salvajes me rodearon, sus ojos brillaban con intención oscura y sus gruñidos resonaban amenazantes en la noche. Me vieron, me acecharon… intentaron abusar de mí.

El miedo me paralizó. Creí que todo acabaría en ese instante.

Pero entonces, Daniel apareció.

Sin dudarlo, sin pensar en su propia seguridad, me protegió. Luchó por mí con una ferocidad que nunca antes había visto en él. Cuando todo terminó, apenas podía sostenerme en pie, pero él estaba ahí, asegurándose de que estuviera a salvo.

Solamente el Alfa y mi padre supieron lo que ocurrió aquella noche. Nunca se lo conté a la Luna ni a mi madre. No quería preocuparlas.

Pero después de eso… mi amor por Daniel se hizo más profundo.

Desde entonces, no había podido imaginar mi vida sin él. No importaba cuánto intentara mantenerme alejada, siempre terminaba buscándolo.

Y ahora, ahí estaba, frente a mí, con esos ojos rojos que reflejaban algo que no lograba descifrar.

Mi corazón palpitaba con fuerza mientras daba un paso hacia él.

—Daniel… —susurré, mirándolo fijamente.

Intenté decir algo, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta.

Daniel tampoco habló.

Me di cuenta de que no parecía sorprendido, pero mi mente se negó a aceptarlo de inmediato. ¿Él ya lo sabía?

Mi pecho se apretó con esa posibilidad, pero aun así, di un paso más hacia él. Estaba tan enfocada en Daniel que casi no noté la presencia de Ángel a su lado.

Me detuve frente a él, ignorando todo lo demás. Su mirada se encontró con la mía, y por un momento, el mundo pareció detenerse. Sonreí con timidez y susurré:

—Mate…

El sonido de una garganta aclarándose rompió el momento. Giré la cabeza y me encontré con la mirada intensa de Ángel. Me observaba en silencio y luego dirigió sus ojos a su hermano, como si esperara algo. Entonces Daniel habló.

—Ven conmigo —su voz sonó tensa, desesperada.

Mi corazón se aceleró. ¿Estaba tan ansioso por hablar conmigo?

Sin dudarlo, lo seguí. Me tomó de la mano y nos alejamos de la carretera, adentrándonos en el bosque. Mis pasos eran ligeros, mi pecho estaba lleno de emoción.

Nos detuvimos cuando estábamos lo suficientemente lejos. Daniel soltó mi mano y me miró.

Sonreí otra vez, con el alma rebosante de felicidad.

—No puedo creer que esto sea real… Eres mi compañero —susurré.

Pero algo en su expresión cambió. Sus ojos verdes —ahora rojos— estaban llenos de una tensión que no comprendía. Apartó sus ojos de los míos con una sombra de profunda preocupación.

—Es verdad… eres mi pareja —afirmó. Fruncí el ceño al escucharlo.

Sus palabras deberían haberme llenado de alegría. Pero algo estaba mal.

—¿Por qué no pareces sorprendido? —pregunté, tratando de entender su actitud.

Daniel guardó silencio. Lo observé, esperando una respuesta, pero no dijo nada.

—¿Lo sabías? —insistí, con la voz un poco más temblorosa.

Él suspiró y finalmente asintió con la cabeza.

—No pasa nada, ahora yo lo sé. No tienes que tener pena por decírmelo —le aseguré, tratando de calmarlo aunque un nudo doloroso comenzaba a formarse en mi garganta.

Pero Daniel cerró los ojos y respiró hondo. Apartó la mirada, como si lo que estaba a punto de decirme pesara demasiado.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué te alejas? ¿Estás bien? —pregunté, sintiendo que algo dentro de mí empezaba a revolverse con inquietud.

—Milagro… no puedo aceptarte —lo escuché decir. Sentí un golpe en el pecho, como si alguien me hubiera apuñalado.

—¿Es por Julia? —mi voz apenas fue un susurro, aferrándome a la esperanza de que esto fuera solo una broma, una confusión.

Pero esta vez, Daniel se volvió hacia mí y me miró directamente a los ojos.

—No es por ella —dijo con frialdad—. Es solo que… no puedo estar con una Omega.

Un solo instante. Eso fue todo lo que necesitó para destrozar mis sueños.

Sabía que era una Omega, sabía que mi destino sería diferente al de los demás. Pero nunca imaginé escuchar eso de él.

—¿Qué… qué quieres decir? —tartamudeé, negando con la cabeza, como si pudiera hacer que sus palabras desaparecieran. Pero la verdad ya estaba dicha. Y dolía.

Daniel suspiró, como si quisiera acabar con eso de una vez.

—Mira, sé que nuestras familias son amigas. Por eso, al principio, no quise contártelo —hizo una pausa; su expresión se endureció—. Empecé a sentir el vínculo la semana pasada. Sin embargo… no quiero esto —dio un paso atrás.

El aire me abandonó de golpe. Mis labios temblaban, incapaces de pronunciar palabra.

—Lo sabía… —murmuré apenas.

Daniel frunció el ceño.

—¿Qué?

Respiré hondo, tratando de no derrumbarme.

—Que no soy tu tipo… —dije con amarga certeza.

Ya no esperaba respuesta de su parte. Siempre lo había sabido.

Lo miré, tratando de encontrar algo en su expresión, algo que me diera una pizca de esperanza, pero no había nada. Solo indiferencia.

Aun así, me obligué a hablar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.