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Ángela, al ver a su esposo Héctor ya recuperado milagrosamente por la bruja Samanta, lo dejó recostado en uno de los muebles y corrió desesperada, un torbellino de angustia, hacia donde estaba Milagro.
La encontró aún transformada en una loba blanca de pelaje ensangrentado, aullando débilmente desde el sofá, su cuerpo tembloroso y cubierto de heridas, la respiración superficial y agitada. Al verla en ese estado tan vulnerable, el corazón de Ángela se desgarró. Cayó de rodillas junto al sofá, rompió en llanto, un lamento ahogado, y con una furia inusitada en sus ojos, gritó:
—¡Detente! ¡Aléjate de ella! —le ordenó a la bruja Jennifer, su voz cargada de un odio repentino que nadie le había oído antes.
Jennifer, aún concentrada en su hechizo de sanación, sus manos brillando con energía mística sobre Milagro, levantó la vista, confundida, la sorpresa y una pizca de temor en su rostro.
—¿Qué estás haciendo, madre? —protestó Ángel, acercándose rápidamente, su preocupación palpable—. ¡Ella la está ayudando, no la interrumpas! ¡Cada segundo cuenta!
—¿Ayudándola? —gritó Ángela entre sollozos, su voz ronca por el dolor y la indignación—. ¡Ella la está matando, Ángel! ¡Tú no lo entiendes! ¡Jennifer es la culpable de todo esto! ¡De cada una de nuestras desgracias!
Jennifer dio un paso atrás, su rostro pálido como la cera, los ojos clavados en Ángela, una mezcla de miedo y astucia.
—¿Qué estás diciendo? —murmuró, su voz apenas un susurro—. Ángela… ¿has perdido la razón? ¿La desesperación te ciega? —Dijo la bruja, intentando sembrar duda.
Estefanía, que estaba cerca, sintiendo la tensión, se acercó con incredulidad.
—¿Qué está diciendo? ¿Cómo va a ser Jennifer la culpable? —Protestó Ángel, desviando su furia de su madre a la bruja, su confusión evidente.
En ese momento, las puertas se abrieron de golpe. Adela y Manuel irrumpieron en la sala, sus rostros tensos, sus ropas sucias y desgarradas por la batalla. Con ellos traían a un guerrero herido, un lobo enemigo, arrastrado desde el campo de batalla, su cuerpo débil y sangrante.
Lo lanzaron contra el suelo con fuerza, el impacto resonando en la sala. Adela, con los ojos encendidos de una furia implacable, lo apuntó con su cuchillo, la punta brillando peligrosamente.
—¡Habla o mueres! —le advirtió, su voz dura como el acero, sin titubear.
FLASHBACK (Horas antes, durante el ataque)
El estruendo de la guerra apenas comenzaba a resonar en la distancia, pero la angustia ya se había apoderado de Ángela. Con Daniel inconsciente, Héctor en el campo de batalla y Ángel encerrado en su habitación, sintió una necesidad imperiosa de desvelar sus sospechas.
Subió a la habitación de Adela y Manuel. La puerta estaba entreabierta, Estefanía aún dentro, probablemente intentando calmar su propio tormento.
Ángela entró, sus ojos clavados en la pareja.
—Necesito hablar con ustedes en privado —dijo, su voz baja pero firme, cargada de urgencia. Adela y Manuel intercambiaron una mirada, luego asintieron, su curiosidad venciendo cualquier objeción. Pidieron a Estefanía que permaneciera dentro mientras ellos salían al pasillo, un poco más alejados del bullicio de la casa.
Allí, bajo la luz tenue de una lámpara, Ángela les confió lo que rumiaba en su mente, la oscura intuición que la carcomía. Les habló de Jennifer, de cómo su profecía había sido demasiado perfecta, demasiado conveniente para Daniel, y que tal vez ella conversó en algún momento con Ángel para avivar su resentimiento y conducirlo a su ambición desmedida.
Adela y Manuel, al principio, dudaron. Sus cejas se fruncieron con escepticismo.
—¿Cómo podría Jennifer traicionar a Ángel? —murmuró Manuel, su voz incrédula—. ¿Todo para que su hija fuera la Luna Suprema? ¿Sería capaz ella de manipular así al alfa supremo y a su hija?
—Ella es una bruja poderosa, Manuel —susurró Adela, sus ojos pensativos—. Su ambición por el poder es conocida, aunque discreta.
Pero mientras Ángela les presentaba sus argumentos, una lógica escalofriante comenzó a encajar en sus mentes. Razonaron que sí, Jennifer era capaz de tal traición. Ella siempre deseó que Ángel y su hija se casaran, un matrimonio de poder.
Desde que conoció a Ángel, la había visto tejer su influencia, buscando establecerse en la manada Luna Oscura con ese propósito oculto, utilizando a su hija como peón.
Poco a poco, la duda se disipó y la verdad, cruda y aterradora, se les reveló. Creyeron en las palabras de Ángela, la conspiración de Jennifer cobrando forma.
El tiempo pasó, marcado por la tensión creciente de la batalla. De repente, escucharon el grito desgarrador de Ángela desde el salón, un lamento que les heló la sangre: el grito de una esposa al sentir a su compañero herido de muerte.
Esa señal fue el catalizador. Ambos se miraron, la misma determinación en sus ojos. No solo irían a la guerra para defender la manada, sino también en busca de pruebas tangibles, cualquier indicio que pudiera revelar quién era realmente Jennifer y cuáles eran sus verdaderos planes.
(Fin del Flashback)
De vuelta al presente:
Adela, con el cuchillo aún apuntando al guerrero enemigo caído a sus pies, lo miró con los ojos cargados de una furia renovada por las revelaciones que acababa de procesar.
—¡Habla o mueres! —le advirtió de nuevo, su voz resonando con una autoridad que no admitía objeciones—. ¿Quién está detrás de este ataque? ¿Quién les dio la orden?
El guerrero, malherido y tembloroso, levantó la mirada, el miedo ancestral bailando en sus ojos vidriosos. Ángel, Ángela, Estefanía, y todos los demás presentes, se mantuvieron en un silencio sepulcral, la tensión palpitante en el aire como un tambor de guerra, esperando la verdad que podría poner cada pieza en su lugar.